Por el equipo de Kradiario

El 11 de septiembre, día del golpe militar en Chile (1973) y del atentado de las Torres Gemelas en Nueva York (2001),  parece haber sido elegido por la “historia” para dejar las marcas más profundas de tragedias, violencia, terrorismo y sobre todo en el tema de la violación de los derechos humanos con centenares de casos  que la justicia chilena  sigue investigando.

El  “11-S-2001” fue el de los tres atentados terroristas perpetrados en Estados Unidos por células islamistas.

La organización terrorista islámica Al Qaeda, que  lideró el saudí Osama bin Ladem, quería causarle el mayor daño posible a Estados Unidos en ataques con aviones contra varios símbolos de la hegemonía estadounidense y del “capitalismo rabioso”  en el mundo: las Torres Gemelas del World Trade Center, el Capitolio y el Pentágono.

En Chile, el  11 Sep de 1973, comenzó alrededor de las  7 de la mañana cuando el detective Juan Collío llegó como cada día hasta la residencia presidencial de Tomás Moro, en el barrio santiaguino de Las Condes y se contacto con el Presidente Salvador Allende, unos de los escasos últimos contactos que tuvo ese día el  Primer Mandatario de Chile, quien ya había sido advertido de madrugada que la Marina había iniciado “desacostumbrados” y por lo mismo, “extraños movimientos militares” en el puerto de  Valparaíso, a unos 130 kilómetros de Santiago,  en la costa del Pacífico.

Collío llegó a Tomás Moro con la instrucción de asumir su puesto en la escolta del Presidente Salvador Allende.

Sin embargo, como todo hacía pensar que estaba en marcha un golpe militar por parte de las Fuerzas Armadas, hizo que el Presidente decidiera trasladarse de inmediato al Palacio de Gobierno ubicada en el centro de Santiago.

Todos los detalles del momento histórico que se vivía quedaron registrados en el Archivo de la Brigada Investigadora de Delitos Contra los Derechos Humanos de la PDI, material que en febrero de 2018 fue declarado Monumento Histórico de Chile y que hoy solo pueden revisar funcionarios de la institución, como publicó el diario La Tercera en un amplio reportaje. El archivo comprende 1.500 páginas de investigaciones realizadas entre 1991 y 2005, con relación a hechos ocurridos entre 1973 y 1990.

El 11 en EE UU

A la misma hora del inicio del 11-S-1973 en Chile, el 11-S-2001 en EE UU comenzó también muy temprano lo que horas después se convirtió en el mayor ataque terrorista de todos los tiempos y que también dejaría una larga lista cercana a las  4.000 víctimas fatales.

Varios años después se supo que Osama Bin Laden no fue el cerebro de los atentados del 11 de setiembre en EE UU, pero fue  quien dio luz verde al plan, brindó apoyo logístico y lo financió. Sin embargo el verdadero «cerebro» fue el pakistaní Khalid Sheikh Mohamed (preso en Guantánamo desde el 2006).

En los atentados estadounidenses participaron 19 terroristas islámicos. La mayoría participó en una shura (encuentro de notables), en Afganistán (Kandahar, donde estaban los campos de entrenamiento de Al Qaeda)  en noviembre de 1999.

En esta cita, Al Qaeda planificó en detalle la operación denominada “Alá versus América”. Una celula terrorista que tenía su sede en Hamburg-Harburg en la Universidad Técnica (Alemania), recibió la orden de viajar e instalarse en Estados Unidos para preparar la operación que se concretó en el 2001.

Mohamed Atta, quien se convertiría en el líder de los secuestradores, también estuvo en la cita de Kandahar , y  murió aquel 11 de septiembre mientras pilotaba uno de los aviones que se estrelló contra una de las Torres Gemelas. Tenía 33 años de edad.

Entre 1985 y 1990 Atta estudió planificación urbana en la Universidad de El Cairo. En 1992 voló a Hamburgo, Alemania, y se matriculó en la universidad técnica del norte de Alemania para continuar estudiando planificación urbana y desarrollo.

Atta arribó a EE.UU. en junio del 2000. Los demás miembros de su célula fueron llegando por aquella fecha. A ellos se les unieron elementos «durmientes o no activos» de Al Qaeda que estaban repartidos en varias partes del mundo, incluido Estados Unidos.

Zacarías Moussaoui era uno de ellos, un  franco-argelino que “trabajaba” para Al Qaeda en Londres tras escapar de Francia donde había una orden de detención en su contra en 1999. En el 2000, por orden de Al Qaeda, entró a Estados Unidos y se fue a vivir a Oklahoma. Integraría el comando y también tenía el encargo de prepararse como piloto. Ingresó a la Pan Am Flying Academy, pero duró allí solo tres días, porque a su instructor le pareció extraño que a Moussaoui solo le interesaba perfeccionar maniobras de giro aéreo, aproximación y descensos en picada. Informó a la policía y el 16 de agosto fue detenido. Faltaba menos de un mes para el día del atentado.

Pero el FBI no comprobó que Moussaoui  usaba un pasaporte falso, que tenía una orden internacional de búsqueda y captura y no revisó el disco duro de la computadora que le incautaron. Además, desde julio del 2001 los agentes Kenneth Wilson y Coleen Rowley habían reportado al FBI que sospechaban que extremistas árabes podrían estar aprendiendo a pilotear aviones comerciales en Estados Unidos con objetivos muy peligrosos.

Atta esperó unos días y al ver que Moussaoui no los había delatado siguió adelante con el plan. El camino era sin retorno. Y ocasionaron el mayor daño posible a un país que tuvo las evidencias a la mano para impedirlo. Tras el impacto generado por los atentados del 11 de setiembre las autoridades de Estados Unidos cayeron en cuenta de que tenían encarcelado al terrorista número 20: Zacarías Moussaoui, pero ya era tarde. Hoy cumple cadena perpetua.

El 11-S-73 en Chile

El detective en Tomas Moro en Chile fue uno de los tantos que se sumó a médicos, periodistas, policías, uniformados, políticos y guardaespaldas que vivieron junto a Allende uno de los días más sangrientos en la historia política chilena.

El doctor Patricio Guijón, miembro del grupo de médicos de confianza del Presidente, al llegar hasta el recinto notó “cierta efervescencia” y el perímetro al edificio acordonado. “Tuve que dejar mi automóvil a tres o cuatro cuadras y caminé hasta la casa de gobierno”, dijo. Una vez adentro, recordó el primer contacto con Allende: “Lo llamaron por teléfono, contestando el mismo mandatario en la sala donde estábamos todos. Me pareció que era el almirante Patricio Carvajal , que le ofrecía el avión para que se fuera del país. Pero él rechazó el ofrecimiento bastante a la chilena”.

Según el relato de La Tercera, se quedó al final en La Moneda “un grupo bastante íntimo”, como explicó en una entrevista el ex ministro de salud y también médico personal de Allende, Humberto Jirón. “Allende le  dijo a muchas personas que abandonaran La Moneda, que fueran a sus lugares de trabajo. Es así que fuimos quedando un grupo bastante íntimo, en el que estaba la hija de Allende,  Beatrz,  quien tenía un embarazo avanzado y a quien su padre le pidió que abandonara las dependencias del Palacio.

Desde primera hora del “11”, decenas de carabineros se habían apostado afuera de La Moneda en posición de defensa. Sin embargo,  a las 10.00 comunicaronn que la Guardia de Palacio (personal de Carabineros) se había retirado del lugar, dejando en el interior «su armamento tirado».

Carlos Tolosa, asesor de prensa de Allende, recordó a La Tercera que “cuando cayeron  los primeros rockets nos fuimos a un sótano. Recuerdo que el segundo piso era algo así como un infierno, lleno de humo y llamas, de manera que no se podía apreciar si había heridos o muertos. En el primer piso algo pasó con la alcantarilla, porque estaba lleno de agua”, recordó el periodista, según el diario.

“Escuchamos el zumbido del avión, no sabíamos de dónde venía. Se produce el impacto y sentimos como un temblor en el edificio, no recuerdo si fueron dos o tres. Estas bombas cayeron hacia la calle Teatinos, donde funcionaba la Intendencia y el Ministerio de Relaciones Exteriores. Después se produce un movimiento de gente, nos pidieron que fuéramos al segundo piso porque caían bombas lacrimógenas y nos repartieron máscaras antigases. Vimos humo y sentimos escozor en los ojos”, dijo el doctor Patricio Guijón, como dice la misma fuente.

Cuando terminó el bombardeo, Osvaldo Puccio Huidobro, militante del MIR e hijo de Osvaldo Puccio Giesen, secretario del Mandatario, recordó que Allende designó una comisión que se trasladó hasta el Ministerio de Defensa para conversar sobre las condiciones de rendición. “Según me enteré posteriormente -dijo Puccio- la propuesta era que los militares suspendieran el bombardeo de las poblaciones, de las cuales se tenía noticia en La Moneda, y que de conformarse un gobierno militar, respetara lo que habían sido las conquistas de los trabajadores. Además, que no se integrara a personeros de la derecha, sino que fuera un gobierno conformado exclusivamente por personal de las Fuerzas Armadas”.

El detective Carlos Garrido relató que luego del ataque inicial, y bajo la amenaza que se produjera otro, escuchó una conversación de pasillo entre Allende y sus más cercanos colaboradores. “Ellos tratan de persuadir al Presidente para hacer abandono del lugar, ya que la situación se hiciera insostenible (…) el Presidente Allende accede a las peticiones y nos dice que botemos las armas, porque nos rendiríamos. Todos hicimos caso y se formó una fila. En esos instantes, el Presidente se comienza a despedir de uno por uno. Nos da la mano y unas palabras”, relató el detective.

“Me devuelvo –continúa Garrido- percatándome que en el corredor no había nadie más. En el rinconcito donde había dejado la máscara había una puerta abierta, a través de la cual veo al Presidente Allende en el instante en que se disparaba, con una metralleta (…) Por esas cosas mecánicas le tomé el pulso, pero no había nada más que hacer”.

Sentado en el suelo, Garrido dijo haber visto a Allende entrar solo al living privado: “Instantes después de su ingreso escucho las palabras del doctor ‘Allende no se rinde, milicos’ y escucho dos o tres disparos y luego pude observar al Presidente que se encontraba sentado (tirado) en un sofá individual, teniendo su cabeza hacia atrás (…) Él tenía un fusil AKA apoyado entre sus piernas y el casco de acero estaba colgado a su cuello. Verificando que había muestras claras de que se había suicidado”.