Las salidas posibles de la crisis argentina en en estos momentos son demasiado complicadas y difíciles hasta para los propios economistas de este país sudamericano. En el fondo, Argentina padece de una grave falta de liquidez habiendo agotado ya las posibilidades de “plata fresca” tras el «fracasado» acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha dejado además al estado argentino en parte como moroso. Esto está indicando que la aplicación de los actuales controles cambiarios haya hecho dudar al FMI en su disposición de desembolsar en septiembre un nuevo tramo del rescate solicitado por el gobierno de Macri en 2018.

Escasas reservas de divisas en las arcas del Banco Central argentino y por lo tanto poca liqquidez, son en este momento los principales males que acechan a la economía de Argentina, como ya ha antes se ha señalado como una situación histórica en  este país.

Para los mercados, este abismo tiene nombre: default (incapacidad de pago), lo que involucra también a los inversionistas que en su momento prestaron dinero al gobierno argentino.

Desde la contundente victoria de peronismo en las elecciones primarias del pasado 11 de agosto, la inestabilidad económica que vive el país desde hace meses se ha agudizado, con consecuencias directas para el bolsillo de los trabajadores argentinos.

El candidato kirchnerista Alberto Fernández, en una lista que integra también la ex Presidenta Cristina Fernández en calidad de vicepresidenta (derecha), se impuso en las primarias a la presidencia derrotando al actual presidente derechista  Mauricio Macri, a quien lo acompaña como vicepresidente el peronista Miguel Angel Pichetto. Y así estamos con dos fórmulas: una mercadista y la otra estatista, las dos están fracasadas.

Estos resultados –solo de primarias- han sido muy importantes porque la vuelta al poder del kirchnerismo aparece en este momento como asegurada, la misma que ya gobernó por 12 años (2003-2015) con una fuerte intervención estatal sobre la economía y una retórica antimercados. Por este intervencionismo estatal, la vuelta de Cristina  despierta fuerte inquietud entre los inversionistas.

«Alberto Fernández y su equipo sugirieron que dejarían de pagar intereses de los bonos conocidos como Leliq (deuda a muy corto plazo) emitidos por el banco central, pretenden renegociar el acuerdo con el FMI y han manifestado su intención de reintroducir algún tipo de control de capital».

La crisis financiera origina mucha pobreza. Sin embargo, Macri apuesta por mostrarse como un impulsor de la transparencia y de las obras públicas. Pero hay que ser también honesto y reconocer que ciertamente esta es una crisis que viene de lejos. Sin embargo esta realidad pone de relieve  la posibilidad de que un cambio de gobierno conlleve a un incumplimiento de las obligaciones financieras de Argentina, como consignó la BBC.

El gran talón de Aquiles del gobierno del empresario y economista Mauricio Macri ha sido justamente la economía. A pesar de que prometió reducir la inflación y llevar a cero la pobreza , ambos índices aumentaron.

La situación más grave se dio en 2018, cuando el peso argentino perdió más de la mitad de su valor frente al dólar. Se disparó la inflación a 22% en el primer semestre y el gobierno debió pedir un préstamo multimillonario al FMI.

Las reservas de dólares son para una economía como la de Argentina de suma importancia. Suponen una herramienta de política monetaria vital para evitar la devaluación de su moneda, el peso argentino. Además son el indicador más fiable de la solvencia de un país, de si el Estado puede hacer frente a los pagos comprometidos. La posición de Argentina, que sufre una insuficiencia de moneda extranjera, se ha visto agravada por la salida de capitales del país.

Las reservas monetarias bajaron de los 80.000 millones de dólares el 11 de agosto, el día de las primarias, a 54.098 millones al 30 de agosto, lo que supone US$ 12.211 menos que el 9 de agosto (dos días antes de las elecciones) cuando todavía la reservas sumaban US$66.309 millones.

En un intento por frenar la depreciación del peso argentino, el banco central ha estado utilizando una media de unos US$300 millones al día, según fuentes bonaerenses, sin que la intervención haya podido frenar la devaluación.

Y si el Banco Central no lo consigue «es probable que una nueva la depreciación de la moneda empuje la inflación al alza y obligue a tomar políticas fiscales y monetarias más estrictas», según economistas internacionales.

El presidente Mauricio Macri sabe que la depreciación afecta al bolsillo de los ciudadanos y que si no consigue recuperar el control de la situación, no sólo su reelección se complica sino que el país estará a un paso de declararse en quiebra, el temido default.

El peso ha perdido más del 20% de su valor y para comprar un dólar ahora hacen falta 60 pesos aproximadamente. Las empresas con deudas en dólares lo tienen ahora un poco más difícil para mantenerse a flote. Los argentinos saben bien lo que eso significa: en pocos países existe un vínculo tan directo entre devaluación e inflación y entre inflación y pobreza.

La economía argentina se contrajo un 5,8% en el primer trimestre de 2019, después de haber retrocedido un 2,5% el año pasado.
Durante 2018, 3 millones de personas cayeron en la pobreza.

El importe del préstamo previsto para este mes asciende a US$5.400 millones. Argentina busca también aplazar los pagos de la deuda al FMI para enfrentar la crisis. Hay preocupación en el mundo económico internacional. Una delegación del FMI acaba de visitar Argentina la semana pasada para reunirse con autoridades del gobierno de Macri y del Banco Central argentino, así como con el candidato presidencial Alberto Fernández y su posible equipo económico. Pero por ahora es muy poco lo que se puede mejorar o hacer, sólo queda esperar tiempos mejores y a evitar el default.