Por Walter Krohne

A pesar de la Cumbre de G-7, los problemas en la política mundial, la mayoría originados por el Presidente de EE UU,  Donald Trump, continúan sin grandes variaciones. Si bien con Irán Trump ha suavizado las cosas en las últimas horas, no es el caso con China que tiene a Washington en una guerra real de aranceles comerciales que parecen no tener fin a corto plazo.

Este  domingo todavía parecía que la cumbre del G7 podría llegar a hundirse en una nube de mala voluntad, desacuerdos y comunicaciones fallidas, como informó la Deutsche Welle, pero, como es ya conocido y hasta habitual en cierto modo, Trump hoy cambió repentinamente el rumbo, después de dos días de incertidumbre sobre la guerra comercial con China y su posición frente a Irán.

En un punto, el controvertido Mandatario envió señales de paz hacia Pekin y le encomendó al presidente anfitrión francés, Emmanuel Macron, que enviara también señales similares a Irán. En todo este revuelo mundial las bolsas de comercio han «tambaleado» en algunos centros financieros mundiales y Trump responsabiliza a la Reserva Federal de EE UU (Banco Central) de no atreverse a bajar nuevamente los intereses para dar posibilidades al incremento de las inversiones en el territorio estadounidense.

Macron, con la habilidad política de un buen francés, manejó muy bien la Cumbre del G-7, tanto es así que Trump abandonó Biarritz, la ciudad sede del encuentro, con una sonrisa “de oreja a oreja”.  «Trabajamos bien juntos, hubo mucho acuerdo, hubo discusiones extremadamente positivas», dijo Macron en un “perfecto lenguaje diplomático”. Macrón logró la cordialidad y hasta cierta unidad y se ganó el título de “líder político notable» de parte de Trump. Así se le ve como líder indiscutible de la Unión Europea, especialmente después de que deje la Cancillería alemana el próximo año.

Los puntos «exitosos» fueron dos: 1.- Macron tiene ahora vía libre para intentar el mejoramiento de las relaciones entre Trump con Irán, siempre y cuando este último abandone su desarrollo en el campo de la energía nuclear a todo nivel. En esto, la habilidad de Macron consistió en invitar de sorpresa  a la cena de Biarritz el sábado último,  nada menos que al ministro iraní de exteriores de Irán  Yavad Zarif , lo que sirvió para intentar suavizar las tensiones con Estados Unidos originadas especialmente tras  “los choques y amedrentamientos indebidos e innecesarios”, realizados por ambas partes,  en el Estrecho de Ormuz. Al principio, Trump reaccionó de manera hostil, pero después mostró apertura hacia un posible acercamiento diplomático entre Washington y Teherán.

«Hemos trazado un camino», explicó el presidente Macron, aunque las circunstancias siguen siendo bastante frágiles.

Igualmente Trump manifestó su intención de una posible reunión con el presidente iraní Rohaní. Ciertamente el problema de Trump con Irán es la posesión de armas nucleares y misiles balísticos, pero este es un tema que para la diplomacia gala  podría arreglarse con un nuevo acuerdo y, en determinadas circunstancias, también podrían suspenderse las sanciones.

2.-Los dos presidentes se mostraron también optimistas sobre el posible avance en la disputa comercial con China. Llevan mucho tiempo discutiendo el tema y están de acuerdo en que las prácticas comerciales de China, por ejemplo, en materia de propiedad intelectual y dumping, no son justas, dijo Macron. Ambos quieren intensificar los intentos por acordar nuevas reglas para el comercio mundial. Sin embargo, aparte de eso, la guerra comercial entre Estados Unidos y China crea incertidumbre para la economía mundial, y un acuerdo entre ambos sería bueno para todos., agregó el Mandatario francés.

Pero el controvertido Trump se contradijo en algunos puntos del temario de Biarritz, como es en el caso chino: el domingo dio la impresión de lamentar la guerra comercial, aunque más tarde lamentó no haber impuesto aranceles aún más altos a Pekín y al finalizar la cumbre fue un poco más allá: «Creo que ellos (China) quieren llegar a un acuerdo.

Sin embargo, Trump, molesto el viernes por la decisión de Pekín de responder  con anuncios de gravámenes a su próxima ronda arancelaria y furioso con el presidente de la Reserva Federal por no hacer más por la «buena economía»,  dio a entender  que también estaba dispuesto a elevar los aranceles de las importaciones chinas del 25 al 30 por ciento desde el 1 de octubre.

Un hecho real es que las conversaciones entre China y Estados Unidos se han estancado, y Pekín se niega a acceder a las demandas comerciales de Estados Unidos. A medida que aumenta el daño económico de la disputa, Trump ha adoptado un enfoque disperso para estimular la economía: le ha exigido a la Reserva Federal que reduzca las tasas de interés, se burla de la idea de recortar impuestos y, el viernes, le ordenó a las compañías estadounidenses que se alinien contra China.

Como vemos, en esta disputa conocimos este fin de semana dos versiones:  Una es la conocida el viernes en Washington y otra la de este fin de semana en Biarritz. ¿Cuál va a ser la definitiva?  El problema es que con Trump nunca se sabe, como  comentaron algunos analistas europeos.

Donald Trump, ha reducido el tono de sus pirotécnicas declaraciones del fin de semana y ha asegurado que China ha expresado su deseo de retomar las conversaciones bilaterales. El viceprimer ministro chino Liu He, jefe de la delegación de su país en esas negociaciones, ha subrayado por su parte que una escalada “sería perjudicial para todos” y ha instado a una “negociación reposada”.

El domingo, en la segunda jornada de la cumbre, Trump sembró la confusión al afirmar que albergaba dudas sobre la escalada de la guerra comercial. Una portavoz precisó después que las dudas no eran sobre si dar marcha atrás en la escalada, sino sobre la necesidad de intensificar aún más la subida de aranceles.