Por Jessika Krohne

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La Fibromialgia es una enfermedad reumatológica que provoca un intolerable dolor generalizado en distintas partes del cuerpo de los pacientes. Además, es una enfermedad de muy difícil diagnóstico, porque para determinar que un paciente sufre de esto, hay que descartar otras patologías.

Las mujeres son las principales afectadas por esta patología, sobre todo, entre los 30 y 60 años. Esta enfermedad se caracteriza por la presencia de dolor, sin que haya un daño físico en el sitio doloroso, como por ejemplo una herida, inflamación o enfermedad.

Además del dolor, los pacientes presentan sensación de rigidez, cansancio general, fatiga y sueño no reparador. Se asocia, frecuentemente, a otros trastornos psicosomáticos, como colon irritable, vejiga irritable y cefalea. También puede manifestarse con sequedad bucal y ocular, jaquecas y mal dormir. El conjunto de síntomas se traduce, finalmente, en una mala calidad de vida. Estos pacientes también son más sensibles a las temperaturas, y toleran peor el frío y el calor.

En más de la mitad de los afectados se ven trastornos depresivos, ansiosos y otras patologías psiquiátricas.

Diagnosticar esta patología no es fácil, ya que no se puede confirmar ni descartar con facilidad mediante un simple análisis de laboratorio. El médico no puede detectarla en la sangre ni verla en una radiografía. Por esta razón se le vincula con cambios en la forma en que el cerebro y la médula espinal procesan las señales de dolor.

Dado que no existe un análisis para detectar la fibromialgia, el médico debe basarse únicamente en el grupo de síntomas y en el examen físico para hacer un diagnóstico.

Aunque se desconocen las causas, hoy en día se piensa que la fibromialgia se produce por una alteración de determinados neurotransmisores del sistema nervioso.

Los tratamientos de la fibromialgia no son curativos, ya que se desconocen sus causas, por lo que van dirigidos a aliviar los síntomas de los pacientes.

Antes de comenzar el tratamiento los expertos deben asegurarse de que el diagnóstico es el correcto. A continuación, los especialistas procederán a explicarles a los pacientes en qué consiste la enfermedad y qué está pasando exactamente.

Con respecto a la farmacología, el paciente puede seguir un tratamiento con analgésicos o antiinflamatorios clásicos o bien incorporar medicamentos moduladores del dolor: antidepresivos y anticonvulsionantes principalmente. El objetivo es mejorar el sueño, la fatiga, la depresión, los espasmos musculares y el dolor. En los casos más graves, pueden combinarse varios de estos fármacos, bajo prescripción médica.

Además, los expertos recomiendan realizar ejercicio físico aeróbico de forma progresiva, gradual y constante.

Por último, es fundamental incluir terapias psicológicas al tratamiento para enseñar al paciente a afrontar de forma correcta la fibromialgia.

Tanto el deporte, como las terapias psicológicas suelen mejorar algunos síntomas, principalmente el dolor, la depresión, la autonomía y la calidad de vida del paciente.