Por Walter Krohne

El caso de Renato Poblete ha estremecido  esta semana a una sociedad entera. Si nos concentramos en lo que se ha sabido hasta ahora nos enfrentamos a una crisis emocional y social inmensas frente a la cual debe responder el país entero, porque ciertamente es un problema nuestro y por lo mismo los heridos somos los propios chilenos. Fuimos nosotros los que aplaudimos y alabamos las acciones del «sacerdote» en la ayuda a los pobres; Chile le otorgó el Premio Bicentenario; Chile le levantó un monumento y le dio su nombre al parque de los 200 años de historia chilena (monumento fue retirado y el parque recibió el nombre «de la familia». Todo esto ocurrió en abril de este año al conocerse los primeras sospechas de la vida de Poblete).

El cura Renato Poblete

¿Cuántos años pasaron para  llegar a este momento en que de un sopetón se conocieron todas las barbaridades cometidas por alguien que se le consideraba un santo y muy cercano al Padre Hurtado?

Hoy, sus cercanos no se acuerdan o no se dieron cuenta o simplemente nunca creyeron lo que se comentaba en los pasillos, cuando hubiese bastado una sola sospecha para haberlo desenmascarado en vida y haber investigado a fondo lo que este cura hacía y deshacía.

El exdirector social del Hogar de Cristo, Benito Baranda, expresó a los medios que: «hoy día han aparecido personas que sufrieron violencia desde él (Renato Poblete). Violencia en la aproximación física, de querer darles un beso. Yo tuve una experiencia directa de una persona que me reportó eso, que lo rechazó, y lo enfrenté a él inmediatamente cuando eso ocurrió y me dijo que no, que lo habían malinterpretado», contó. «Él trató de darle un beso, pero con mucha violencia».  Además señaló que: «otra persona me reportó algo similar por una tercera persona que también lo había rechazado y había hecho lo mismo».

La teóloga que se atrevió a denunciar a Poblete, Marcela Aranda.

Después de lo que ocurrió con el ex párroco Karadima creímos que la Iglesia Católica había aprendido algo del tema, pero no fue así. Esto nos lleva a concluir que los abusos sexuales y la pedofilia en los templos ha superado ya hace mucho tiempo a la jerarquía eclesial que quizá alguna vez tuvo una autoridad respetable y verdadera.

La visita del Papa  Francisco así lo demostró, en enero de 2018, quien a pesar de las potentes acusaciones y con testigos y víctimas, simplemente se negó a hacer un pequeño esfuerzo para aceptar que algo turbio había en el fondo de todas las denuncias.

Quizá muy mal asesorado abandonó Chile diciendo «cuando me traigan pruebas hablamos» y que en Lima los fieles peruanos  respondieron:  “Aquí  en Perú si hay pruebas Santidad”.

Fue el toque final de una visita que dejó mucha frustración, algo similar a la «jugada» que le hizo el dictador Pinochet al Papa Woytila en el Palacio de La Moneda en su visita en 1987, cuando el general lo invita a asomarse a la ventana y saludar a la muchedumbre en la Plaza de la Constitución, hecho que originó una foto que recorrió el mundo en segundos al mostrar a dos personajes sonrientes: un sanguinario jefe de estado y un pastor defensor de los derechos humanos, «pero políticamente amigos», como se dijo en su momento.

En estos episodios históricos fueron justamente algunos sacerdotes jesuitas, la misma Congregación a la que pertenecía el cura Poblete, que aseguraron que el tema de la Iglesia chilena preocupaba en Roma y que el Papa lo tenía «muy claro», tan claro que casos como el de Poblete ni siquiera pasaron “por la mente” de los jerarcas del Vaticano.

¿Cuántos casos más habrá?

Entre la visita de uno y otro Papa la pérdida para el catolicismo  ha sido abismal. Mientras en 1987 el 80 por ciento de los chilenos se declaraba católico, hoy con suerte este porcentaje no  llega a un 55%, es decir una pérdida de 25% de los fieles, lo que se demuestra hoy con templos católicos casi vacíos.

La investigación llevada a cabo por la Compañía de Jesús comenzó en una denuncia que hizo la teóloga  Marcela Aranda y posteriormente se recibieron los testimonios de otras 21 mujeres que sufrieron «alguna experiencia de abuso sexual por parte del sacerdote Renato Poblete Barth», hechos ocurridos entre los años 1960 y 2008. Dentro de las víctimas mencionadas, existen 4 personas que eran menores de 18 años cuando ocurrieron los hechos denunciados.

El último caso, para completar los 22, se refiere a una relación estable y aparentemente consentida, en que la víctima ha ido elaborando recientemente la situación abusiva en la que se encontraba. En este mismo sentido, el investigador estima la existencia de aspectos abusivos en al menos cinco de ellas.

«Esta investigación ha demostrado de manera contundente que Renato Poblete Barth abusó de manera reiterada, grave y sistemática, amparado en el poder que le otorgaba su condición de sacerdote, en el dinero que manejó de manera personal, y en el prestigio que su labor apostólica le otorgaba».

Los testimonios de las víctimas recolectados en el proceso de investigación dan cuenta de la dinámica establecida por Renato Poblete Barth. Una dinámica de violencia, de abuso de poder y de manipulación emocional y psicológica de las víctimas y sus familias, que facilitó su obrar y el silencio tanto de víctimas como de otras personas. La investigación pudo determinar los patrones de conducta utilizados por el sacerdote, tales como la focalización en personas con vulnerabilidades económicas o emocionales, la ayuda económica sistemática, la posición de poder social y religioso, la utilización de la confianza con el entorno familiar de las víctimas, las demostraciones de poder y la violencia de género, entre otras (con abortos obligados incluidos).

Todo esto nos parece de la mayor gravedad, ya que, como nos ha ido mostrando la experiencia clínica, la agresión sexual es uno de los tipos de agresión más devastadores que puede sufrir un ser humano, ya que afecta todas las dimensiones de la persona. Existe un profundo daño a nivel emocional, relacional, sexual y, en el caso del abuso sexual en el contexto eclesial, también a nivel espiritual,  señala la investigación realizada por Compañía de Jesús.