Los jóvenes chilenos no están ni ahí con la actual democracia, como lo revela un  estudio de la empresa Ipsos y la Universidad Diego Portales (UDP- Laboratorio Constitucional), definiéndola como un “pacto” de ciertas élites en el cual los jóvenes entre 18 y 25 años se sienten excluidos.

Los participantes en este estudio no asocian con la democracia ni con la militancia tradicional en partidos políticos, el término «participación», ni tampoco en cualquier otra estructura más formal, sino que la vinculan a acciones positivas como voluntariados o bingos para ayudar al más necesitado.

Si bien reconocen la democracia como forma de gobierno, manifiestan, sin embargo, poco interés en participar en ella. Para los jóvenes del grupo indicado la democracia es vista como una concepción negativa “falsa, injusta, no representativa y sorda» y se percibe con cierta lejanía sin que surja en las conversaciones en forma espontánea, porque más bien se sienten “excluídos de la democracia”.

Partidos políticos

Los jóvenes perciben además a los partidos políticos como instituciones que favorecen a grupos determinados y se sienten “estafados” por promesas incumplidas. No están interesados en la política formal ni tienen planes de participar en ella, señala el estudio.

La participación es altamente valorada por los jóvenes, pero no en cuanto a la militancia tradicional en partidos, ni en cualquier otra estructura más formal. De hecho, esta desafección queda reflejada en el segmento de los estudiantes universitarios, donde se observa una brusca caída en la participación en las elecciones de federaciones en los últimos años.

Con todo, pese a que existe una baja satisfacción con la democracia, no son los jóvenes quienes más decrecen en su participación. De acuerdo a la última encuesta del Instituto Nacional de la Juventud (Injuv), la insatisfacción con la democracia es de 42% en los jóvenes y del 50% en adultos. Sin embargo, con el voto voluntario bajó la participación de los jóvenes de 23% a 22%, y en el caso de los adultos descendió de 55% a 36%.

En otro ámbito, la instancia arrojó que los jóvenes consideran a la familia, los amigos y las instituciones de educación como espacios de socialización de profunda importancia.

Sin embargo, el segmento social estudiado reconoce que no expresa su postura por el «miedo», ya sea a un conflicto familiar por opiniones divergentes, al rechazo de los amigos, a la estigmatización en las universidades o derechamente al acoso o persecución cuando se atreven a manifestar posturas contrarias a determinados grupos. El “adultocentrismo surge como una barrera a la participación”, señala el estudio.

Protestas sociales

Con respecto a las protestas sociales, se concuerda en la idea de que es el reflejo de la necesidad de expresarse emocionalmente, de ser reconocidos. En esta perspectiva, el marco institucional tradicional del nivel nacional e incluso universitario es incapaz de atender esta demanda menos racionalizada y más subjetiva que alude a ser escuchados, señala el estudio.

El estudio fue realizado entre abril y mayo, periodo en el cual tuvieron lugar elecciones como las de la FECH, protestas en Arquitectura de la Universidad de Chile por la carga académica y el debate por el nuevo currículo que deja optativo el ramo de Historia en 3° y 4° medio.

Presentación del estudio

En la presentación del estudio Ipsos-UDP se señala que “en la última década los jóvenes se han convertido en protagonistas de la sociedad. Pero este protagonismo adquiere ribetes que aparentemente son contradictorios. Manifiestan compromisos circunstanciales con causas sociales específicas relevantes en las que la emoción es un factor relevante  (derechos de las minorías, medio ambiente, feminismo, etc.), pero al mismo tiempo rechazan los mecanismos tradicionales de la participación política. Reconocen formalmente a la democracia como forma de gobierno, pero manifiestan muy poco interés en participar de ella. Más aún, no vinculan la participación como un ejercicio esencial de la democracia. Los jóvenes muestran altos niveles de preocupación por el entorno social pero sus interacciones no dan espacios a formas de participación de largo plazo e institucionalizada. Uno de los obstáculos es el miedo: miedo al conflicto familiar cuando sus opiniones son divergentes, al rechazo de los amigos, a la estigmatización en las universidades o derechamente al acoso o persecución cuando se atreven a manifestar posturas contrarias determinados grupos.

Para realizar el estudio se organizaron cuatro grupos focales de seis participantes cada uno de entre 18 y 25 años, y que representaban a: universitarios que señalan algún tipo de participación política (marchas y asamblea); militantes de colectividades políticas; jóvenes sin interés en ninguna forma de participación; y estudiantes de Institutos Profesionales y CFT.  Con cada grupo se desarrolló una conversación de cerca de dos horas. Un moderador realizó una introducción genérica sobre el tema a conversar utilizándose algunos recursos gatilladores de la conversación. En este tipo de estudios el objetivo principal es capturar el tipo de discurso recurrente en las interacciones sociales.

Espontáneamente no surge en la conversación la percepción que la política en Chile se esté renovando al existir nuevos referentes como el Frente Amplio o Evópoli.

Espacios de socialización

Tres espacios de socialización cobran profunda importancia: la familia, los amigos y las instituciones de educación (colegios y Universidades, Institutos Profesionales y CFT).

En la familia ocurre el primer espacio de socialización de temas políticos, pero adquiere dos características: primero, la imposición “adultocéntrica” de los padres/madres sobre los hijos, y el temor desatar conflictos si se habla de temas contingentes. Dadas estas dos condicionantes, la actitud de los jóvenes en la tradicional mesa familiar es a evitar expresar opiniones, a salirse de la mesa cuando se comienzan a conversar temas contingentes. La polarización política pasada se reproduce en el espacio familiar.

El segundo espacio es el del grupo de amigos, donde se encuentra un espacio de confort, de empatía, de colaboración.  Es este un espacio—entre pares–donde se da un mayor espacio de respeto y donde se expresan más las opiniones y diferencias. Es desde este espacio que comienzan a desarrollarse las primeras iniciativas de participación que tienen que ver con la solidaridad con amigos/as.

El tercer espacio es el colegio/liceo/Universidad, IP o CFT. Salvo excepciones usualmente asociados a colegios emblemáticos o que tienen tradiciones de participación (principalmente particulares), en la mayoría de los casos el colegio es percibido como una institución que reprime la participación o al menos no la fomenta activamente.

Como ya lo dijimos antes, la protesta social, en este contexto,  no es tanto el reflejo de una demanda racional y articulada (un “petitorio”), sino más bien el reflejo de la necesidad de expresarse emocionalmente, de ser reconocidos en ese terreno  Se abrazan causas específicas (abusos sexuales, salud mental, problemas sociales específicos) que son gatilladores para una acción política concreta. Las manifestaciones, las protestas, se convierten en expresiones de emociones que buscan resolver demandas individuales concretas.  En esta perspectiva, el marco institucional tradicional del nivel nacional e incluso universitario es incapaz de atender esta demanda menos racionalizada y más subjetiva que alude a ser escuchados. El petitorio, muchas veces, es la reivindicación de la emoción en toda su expresión, evitar que se normalicen situaciones que ellos parecen no estar dispuestos a aceptar.