P0r Ricardo Torres

La reciente reforma económica cubana, o «actualización» tal como se la denomina en la normativa oficial, ha sido el proceso político decisivo en Cuba desde 2008. Su análisis debe considerar sus propios objetivos, tanto los que han sido declarados públicamente como de los que se encuentran implícitos.

Si bien Cuba venía cambiando de forma inequívoca desde principios de la década de 1990, muchas de las transformaciones introducidas en esa etapa fueron consideradas «males necesarios», tanto por sus previsibles efectos indeseados (mayor desigualdad, individualismo, expansión relaciones de mercado) como por las indiscutibles contradicciones que introdujeron dentro del modelo socialista ortodoxo que existía en la Isla.

Lo cierto es que el cambio es notable en muchos órdenes, y no solo en el plano económico. El aumento y la importancia de las remesas, las visitas de cubanos al exterior (por razones de diversa índole que incluyen trabajo y empleo privado), el creciente número de visitantes extranjeros -entre ellos hombres de negocios y estadounidenses-, dan cuenta de una sociedad mucho más globalizada que la de antaño. Esa nueva característica entra en una nueva fase con la penetración de Internet, cuyos niveles en 2019 están por debajo de otros países latinoamericanos comparables, pero muestran un ascenso notable en los últimos tres años. En diciembre de 2018, el monopolio estatal de las telecomunicaciones comenzó a ofrecer datos en los teléfonos móviles. El aumento de la base de clientes ha sorprendido a la propia empresa, cuya infraestructura no estaba preparada para semejante avalancha.

Las fuentes de empleo se han diversificado y, todavía más importante, la nación ha migrado desde un modelo en el que el Estado proporciona más del 90% del empleo total a uno en el cual se observan nuevos actores como el sector privado y cooperativo, cuya participación en la ocupación formal sobrepasa el 30%. Esto ha propiciado una mayor estratificación de la distribución de ingresos, tendencia que constituye uno de los aspectos más sensibles del panorama social contemporáneo de la isla. A ello se suman otros fenómenos no necesariamente nuevos o desconocidos, pero cuya visibilidad y efectos se han hecho más evidentes en años recientes. En este marco se ubica la informalidad.Varios estudios exploratorios dan cuenta de la expansión de fuentes de empleo informales, en muchos casos asociados directamente al sector privado o cooperativo, en otros participando en su cadena de suministros, cuya precariedad se ve exacerbada por la escasez crónica que acusa la economía cubana.Los episodios recientes constituyen una evidencia extrema, pero la recurrencia del fenómeno tiene hondas raíces en el propio modelo económico.

Si bien los cambios estimulados desde el gobierno de Raúl Castro pueden ser catalizadores o incluso iniciadores de algunas de estas tendencias, sería erróneo atribuir a esta última etapa de «reformas» todas las debilidades que atenazan el desarrollo cubano. Quizá el mayor rezago de este proceso ha sido su incapacidad para transformar algunos de los problemas estructurales del modelo cubano. Vale la pena destacar dos de ellos, cuyo desenlace actual explicaría la coyuntura y el difícil camino hacia adelante.

En el plano doméstico, casi todos los analistas coinciden en resaltar la disfuncional estructura de propiedad y de asignación de recursos (planificación central) como obstáculos insalvables en un programa de revitalización exitoso. Ello ha sido reconocido en los propios documentos que guían la reforma, pero su modificación ha sido extremadamente lenta e incoherente, por lo que no sorprenden sus escasos resultados. La implementación ha sido tan defectuosa que Cuba ha terminado sufriendo daños colaterales inevitables (desigualdad, por ejemplo), dilatados en el tiempo, sin medidas de contrapeso (salvo paralizar o hacer retroceder la reforma), al tiempo que no logró dinamizar el desarrollo de sus fuerzas productivas. Allí donde se obtuvieron progresos incuestionables como el sector privado, el avance ha sido torpedeado.

En el ámbito exterior, tampoco se pudo modificar la tendencia a concentrar las relaciones económicas en socios que ofrecen garantías y preferencias inusuales. La oportunidad comercial que ofrecía la venta a gran escala de servicios médicos a través del envío de profesionales al extranjero no fue aprovechada para convertirla en una ventaja consolidada en organizaciones capaces de ofrecer esos servicios en mercados competitivos. El alto riesgo de este tipo de contratos, cuando se realizan mediante un acuerdo entre gobiernos, radica en la dependencia del ciclo político del cliente, que se exacerba si el convenio contiene alguna cláusula de preferencia. En un acuerdo comercial típico, este riesgo se vería notablemente disminuido, al igual que otras preocupaciones relacionadas con la compensación de la fuerza laboral.

Desde 2013, las pérdidas de ingresos por exportaciones ascienden a más de 5.000 millones de dólares, la inmensa mayoría debido a la cancelación o modificación de términos de acuerdos negociados bajo estas condiciones.El patrón comercial cubano tiene un alto grado de distorsión, habida cuenta de que la isla no puede comerciar con su socio natural que es Estados Unidos.

En definitiva, el objetivo primordial de las reformas es alcanzar la viabilidad económica del país, sin modificar el modelo político y la estructura de poder que lo sustenta, junto a la minimización de los impactos sociales negativos. Esto último animado tanto por la incompatibilidad de determinados males sociales como por sus implicaciones políticas.

El problema radica en que lograr lo primero sin transformaciones esenciales en la estructura de propiedad es casi imposible. Parece claro que para lograrlo se requiere un nuevo pacto socio-político donde se consagren las transformaciones en la estructura socioeconómica descritas anteriormente. En China, la audacia de incorporar a los dueños de medios de producción al Partido Comunista, o las estrictas reglas contra la corrupción, pueden leerse como instrumentos para contemplar el reacomodamiento político dentro del propio modelo, que evoluciona, pero siguiendo la propia lógica de la vanguardia política.

En el caso cubano concurren otros elementos históricos y geopolíticos que se han asumido como determinantes, en el sentido de que van a verificarse irremediablemente en un contexto de apertura rápida y radical. Por un lado, está la influencia de Estados Unidos, opuesto a la naturaleza socialista de la República actual. Por otro, el hecho de considerar que una burguesía cubana será necesariamente antinacional, a partir de que las necesidades de su reproducción la llevarían a anteponer los intereses de una potencia extranjera como Estados Unidos a los de su patria.

El enrarecimiento reciente del contexto externo para Cuba constituye un desafío y una oportunidad. Se ha apuntado que Estados Unidos no es un actor homogéneo, sino que su política exterior expresa las contradicciones del modelo y de su actual administración. Materializar en política exterior las aspiraciones de los grupos más radicales en el sur de la Florida es coherente tanto con la elevada representación política de los mismos como con la importancia de ese estado. Sin embargo, al menos tres factores han permitido a estos grupos resistir el embate de Obama y pasar a la ofensiva durante la administración Trump, con poca oposición dentro de Estados Unidos. Por una parte, el acercamiento en Cuba fue visto por sectores importantes con muchas reservas, en lugar de acelerarlo, se optó por una mayor cautela. Los que presentaban el acercamiento dentro de Estados Unidos como una forma de estimular una reforma positiva en Cuba, quedaron mal parados. En segundo lugar, el involucramiento con el sector de negocios en Estados Unidos fue tímido, con escasos compromisos de gran calibre. Esto, a pesar de contar con poco más de dos años. El desconocimiento de ciertas prácticas, y la extrema precaución no permitieron posicionar a un aliado clave para defender el nuevo statu quo. En tercer lugar, la ley de Inversión Extranjera Directa (IED) permitía la participación de los cubanos residentes del exterior, de manera implícita, pero el gobierno envió la señal de que no lo estimularía.

Ante el deterioro visible del contexto externo, clave para un país como Cuba, se pueden prever dos caminos complementarios, de las cuales ya aparecen algunas señales.Por un lado, se trataría de consolidar las alianzas con socios estratégicos de peso mundial y fomentar los vínculos con otros países que pueden tener economías complementarias como México, Argentina, Turquía, Irán, Vietnam, Corea del Sur, y los estados del Golfo Pérsico. En la mira estaría la posibilidad de habilitar nuevos mercados para servicios médicos. La ventaja de esta nueva fase es que prácticamente ninguno de esos países estaría interesado en ofrecer apoyo incondicional o tratamiento preferencial. Lo más posible es que el rédito que pueda obtener Cuba dependa de explotar su potencial con las reglas generalmente aceptadas internacionalmente. Esto podría crear una estructura de incentivos que genere un círculo virtuoso.El apalancamiento externo no depende solo de la buena voluntad de los socios, sino de la capacidad de hacer la tarea en casa. Esa sería la segunda vía. Incluso en el mejor de los escenarios, la disfuncionalidad del modelo económico cubano requiere una reforma que la crisis actual puede hacer viable políticamente. Las recientes medidas anunciadas pueden ser un preludio en esa dirección, aunque se ofrecieron muy pocos detalles.

Algunas críticas y estadísticas

Según Carmelo Mesa Lago (economista cubano de la Universidad de Pitsburgh), en un artículo publicado también por Nueva Sociedad a comienzos de este año, Cuba transita por reformas económicas pero también constitucionales y, desde abril de 2018, cuenta con un presidente de la «nueva generación», tras casi medio siglo de gobierno de Fidel y Raúl Castro. La economía se enfrenta hoy a nuevos retos, entre ellos el debilitamiento de Venezuela, que tiene  desde este año, repercusiones en la isla, así como la necesidad de emprender la unificación monetaria. Pero, por el momento, se prevé que continúe el estancamiento económico para 2019.

Después de más de un decenio en el poder y la implantación de reformas estructurales, Raúl Castro se retiró como presidente de la nación en abril de 2018 y pasó la antorcha al civil Miguel Díaz-Canel, entonces de 57 años, lo que abrió el camino a la generación post revolucionaria. Una nueva Constitución está siendo discutida y se han dictado regulaciones al sector privado, aunque la unificación monetaria anunciada para 2018 no se concretó.

Este artículo evalúa el desempeño de la economía bajo el gobierno de Raúl Castro, especialmente en 2007 y 2018, identifica las causas del enfriamiento y sondea el desempeño en 20191. Las cifras están tomadas fundamentalmente de la Oficina Nacional de Estadística e Información (onei).

Desempeño económico

Crecimiento 2017-2018. La economía cubana alcanzó una cima de 12% de crecimiento en 2006, descendió a 4,1% en 2008 y promedió 2% anual en 2009-2017, muy por debajo del 5%-6% estimado para generar un desarrollo adecuado (v. gráfico 1). Las estadísticas oficiales cambian con frecuencia de forma notable, lo que levanta suspicacias entre los expertos: en 2016 se reportó una caída de 0,9% en el pib, pero meses después esto trocó en un aumento de 0,5% (1,4 puntos porcentuales más); a fines de 2017 se anunció un crecimiento de 1,6%, pero más tarde se lo elevó a 1,8%. Esto último es sospechoso porque la predicción oficial fue de 1,1% en el primer semestre del año, usualmente el de mejor desempeño (temporada alta de turismo, zafra azucarera, etc.), de forma que en el segundo semestre debió aumentar 2,5% para promediar 1,8%.

Más aún: en el segundo semestre, Cuba enfrentó una fuerte y prolongada sequía seguida del huracán Irma, con daños equivalentes a 9% del pib; la prohibición de Donald Trump a los turistas estadounidenses de alojarse en hoteles y comer en restaurantes, así como la alerta de no viajar a Cuba por el peligro de ataques sónicos; la continua reducción del suministro de petróleo, comercio y compra de servicios profesionales cubanos por Venezuela; el declive en los precios mundiales del azúcar y el níquel; la paralización y en algunos casos reversión de las reformas económicas; y las restricciones al crédito externo, agravadas por el incumplimiento de los pagos de cartas de crédito vencidas.

En 2018 se repitió lo acaecido en 2017. En junio,  Miguel Díaz-Canel Bermudez  (en la foto con Raúl Castro-a la izquierda) reportó un crecimiento de 1,1% en el primer semestre. Advirtió que «la situación financiera continúa tensa […] forzando la adopción de medidas adicionales para controlar los recursos en el segundo semestre»3. La cosecha azucarera apenas llegó a un millón de toneladas, lo que la ubica entre las más bajas en la historia; no se ha revelado la producción de níquel, pero parece estancada y los precios mundiales de ambos productos descendieron. El número de turistas entre enero y septiembre de 2018 fue 3% menor que en el mismo periodo en 2017, debido a la caída de los visitantes de eeuu por la política de Trump (también hubo merma en los otros emisores principales, salvo los cubano-estadounidenses); aunque crecieron los visitantes de cruceros, estos gastan mucho menos que los turistas que arriban por avión. En octubre, Trump amplió la lista de empresas prohibidas gestionadas por militares. La economía venezolana se deterioró mucho más: se proyecta una caída de 15% del pib, una inflación de un millón por ciento y severa escasez de alimentos y medicamentos, por lo que probablemente persistirá la mengua en la compra de servicios profesionales cubanos, el suministro de petróleo y el intercambio comercial.

En octubre pasado, el gobierno predijo que la tasa de crecimiento para 2018 sería ligeramente mayor a 1% debido a los problemas explicados. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) redujo su proyección original de 1,5% a 1,1%, la cuarta menor en América Latina5. Finalmente, Díaz-Canel informó a la Asamblea Nacional a fines de diciembre que el crecimiento en 2018 fue «ligeramente superior» a 1% y que el plan de 2019 fija un crecimiento igual para ese año, lo cual significa que la economía continuará estancada.

Estabilidad financiera.

La formación bruta de capital como porcentaje del pib es un factor importante en el crecimiento económico y descendió en Cuba de 14,8% a 10,3% en 2008-2017; en 1989 era 25,6%, la cifra necesaria para generar un crecimiento adecuado. El déficit fiscal, que había disminuido a 1,3% en 2013, creció a 8,7% en 2017 (versus un promedio regional de 3,1%) y se proyecta a 11,9% en 2018.

Agricultura. La producción agrícola continúa estancada: 4% del pib en 2007 y 3,7% en 2017; la tasa de crecimiento descendió de 19,6% en 2007 a -1,5% en 2017. La participación de las importaciones agrícolas en el total de las importaciones ascendió de 12% a 18%. En 2017, Cuba importó 1.800 millones de dólares en productos agrícolas, 60% de los cuales podría producirse en el país. La principal reforma agraria bajo Raúl Castro fue el usufructo que comenzó a fines de 2008: el traspaso del cultivo de tierras estatales ociosas a campesinos, cooperativas y granjas estatales, con el Estado manteniendo la propiedad de la tierra; las estadísticas de 2009-2017 indican que el usufructo no logró incrementar la producción. Una comparación de la producción de los principales productos agropecuarios y pesqueros entre la cima alcanzada en 2009-2017 y el último año muestra que descendió en 12 de 13 cultivos y estaba por debajo de 1989 (antes de la caída de la Unión Soviética y la grave crisis de los años 90) en siete de ellos.

Industria y minería. El índice de la producción manufacturera en 2017 era 32% inferior al nivel de 1989 y disminuyó por segundo año consecutivo (-1,8%); la producción minera menguó de 0,6% a 0,5% del pib en 2007-2017 y descendió por quinto año consecutivo (-1,4%). Una comparación de los 11 productos minero-manufactureros claves entre 2017 y la cima de producción en 2007-2017 indica que nueve mermaron y dos se estancaron, cinco de ellos estaban por debajo del nivel de 1989; los mejores desempeños han sido en gas natural, medicamentos y petróleo.

Turismo. El turismo tiene el mejor desempeño económico y es la tercera fuente de divisas; los visitantes subieron 117% en 2007-2017, especialmente desde 2015 por la normalización de relaciones entre eeuu y Cuba. El ingreso bruto por el turismo creció menos (48% en el periodo) porque el gasto promedio por turista declinó 26% (v. gráfico 3); la ocupación de camas hoteleras no aumentó en el periodo y promedió 58,6%.

A fines de 2017 e inicios de 2018 ocurrió una disminución del turismo (208.296 menos) debido al huracán Irma, que causó serios daños en las instalaciones, y a las medidas restrictivas de Trump. Estas no afectan a los viajeros en cruceros, los cuales se han expandido notablemente; sin embargo, los visitantes aéreos gastan en promedio 15 veces más que los cruceristas, que ya tienen cubiertos el alojamiento, las comidas y las excursiones en tierra, lo que provocó una pérdida de 297 millones de dólares en el ingreso bruto. En el tercer trimestre de 2018 el número de turistas creció 5% sobre el mismo periodo de 2017, pero aún sin recuperar el nivel anterior al descenso. Se proyecta que en 2018 habrá 4.750.000 turistas, cifra inferior a la meta de 5 millones que se ha pospuesto para 2019.

Comercio exterior. Bajo la revolución ha ocurrido un déficit sistemático en la balanza comercial de bienes, que alcanzó un récord en 2008 y después disminuyó porque, a pesar de que las exportaciones menguaron desde 2011, las importaciones fueron recortadas, lo cual acarreó falta de insumos y escasez de bienes de consumo. En 2017, las exportaciones de bienes eran 55% inferiores al nivel de 1989 y las importaciones, 25% menos, de ahí que el déficit creció 261%. Desde el siglo xxi, Cuba comienza a exportar servicios profesionales (médicos, enfermeras, maestros, etc.), impulsada por un tratado con Venezuela, que compra 75% de esos servicios, que son la principal fuente de divisas para la isla. Eso produjo un superávit en el saldo del comercio de servicios, con una cima en 2013, que no solo compensa el déficit de bienes, sino que genera un superávit en el saldo global. Debido a la grave crisis económica venezolana, el superávit disminuyó en 30% en 2014-2017; mientras que los servicios profesionales cayeron 23% en el periodo, su aporte al pib bajó de 13,8% a 8,3%, una de las causas del descenso del pib. La terminación del contrato cubano con Brasil «Más Médicos» decidida por el presidente Jair Bolsonaro acarrea una pérdida de 400 millones de dólares anuales, similar al valor de las exportaciones de níquel o azúcar en 2017.

El intercambio comercial de bienes con Venezuela se contrajo. El suministro de petróleo venezolano se redujo a la mitad y también lo hizo el remanente que Cuba percibía y exportaba del crudo venezolano procesado en la refinería de Cienfuegos. Pero la situación se agrava porque la producción cubana de petróleo decreció 19% en 2010-2017, lo que ha inducido un programa de austeridad y recortes en el suministro energético a las empresas estatales, que a su vez afecta la producción.

Por otra parte, en 2017 el intercambio comercial con Rusia aumentó 95%, después de una disminución y estancamiento de cuatro años, aunque el incremento fue solo de 20% respecto a 2007. Además, La Habana firmó varios convenios con Moscú en noviembre de 2018: para modernización de la producción de energía eléctrica y acero, suministro de transporte ferroviario, exploración de depósitos de petróleo bituminoso y recuperación de la producción de cítricos (no se reveló el monto de esos proyectos). En noviembre de 2017 se firmaron convenios con China: 164 millones de dólares para adquirir equipos de construcción para el turismo y energía renovable y una donación de 129 millones de dólares para proyectos de ciberseguridad.

Remesas. Después de la venta de servicios profesionales al extranjero, la mayor fuente de divisas de Cuba son las remesas; el gobierno no publica cifras sobre su valor, pero las estimaciones indican que aumentaron 143% entre 2008 y 2017 (de 1.447 millones a 3.515 millones de dólares); ninguna otra fuente de divisas puede compararse a este salto7. La apertura impulsada por Barack Obama en 2015-2016, que eliminó las restricciones al envío de remesas, fue un factor en el aceleramiento de su envío; las políticas punitivas de Trump no han tocado las remesas, por lo que continúa su expansión.

Pago de la deuda externa. El gobierno cubano ha logrado concesiones notables para reducir su deuda externa: en 90% con Rusia, 47,2% con China, 70% con México y 80% con bancos japoneses. En 2015, La Habana firmó un acuerdo con 14 de los 20 países miembros del Club de París para renegociar una deuda de 11.100 millones de dólares; se condonaron todos los intereses y cargos por 8.500 millones de dólares y quedan 2.600 millones de dólares a pagar en 18 años8. El servicio de la deuda costó 40 millones de dólares en 2016, 60 millones en 2017 y 70 millones en 2018; los pagos aumentan debido a una tasa de interés que crece de 1,6% a 8,9% en 2016-2033, lo cual demanda que la economía crezca para poder afrontar la carga, algo que no ha ocurrido. El fallo de un pago conllevaría un interés punitivo de 9%. Lo anterior ha mejorado la credibilidad financiera externa cubana, fundamental para obtener crédito foráneo, pero ha forzado un recorte de las importaciones, incluyendo insumos para la economía y bienes de consumo, con efectos adversos en la producción y la población. La renegociación permite cambiar deuda (swap) por inversión; España y Francia –dos de los acreedores mayores– han negociado diez swaps por 70 millones de dólares, una proporción pequeña de sus deudas respectivas.

La renegociación de la deuda con países no miembros del Club de París deja pagos pendientes aproximados de 11.336 millones de dólares con Venezuela (imposible de cobrar), 8.000 millones de dólares con Argentina (emisarios del presidente Mauricio Macri viajaron a La Habana en 2018 para renegociar la deuda) y 3.170 millones de dólares con China. Cuba se atrasó en el pago de la deuda de 682 millones de dólares con Brasil y pidió una reestructuración, algo difícil con el nuevo gobierno de derecha brasileño.

La posposición de pagos a varios suministradores y socios de inversión de Cuba ha generado otra deuda que ascendía a 3.449 millones de dólares en 2015. Además, hay una deuda con bancos privados que era de 1.858 millones de dólares en ese año (se carece de cifras actuales); los tres principales acreedores de la segunda, agrupados en el Club de Londres, detentan 1.400 millones y en febrero hicieron a Cuba una oferta similar a la del Club de París, pero el gobierno la ignoró y se está iniciando un litigio judicial.

Inversión extranjera directa (ied). Desde que se implementó en 2014 la Ley de Inversión Extranjera y hasta la fecha, se han aprobado 175 proyectos por 5.500 millones de dólares, pero solo 500 millones se han materializado, un quinto de los 2.500 millones anuales oficialmente requeridos para un desarrollo económico sostenido11. Entre las razones de la lentitud se encuentran la burocracia, el temor al mercado, el prejuicio contra la inversión extranjera, la imposibilidad de contratar y pagar directamente al personal, la dualidad monetaria y cambiaria, la falta de conocimiento, entrenamiento y motivación suficientes de las empresas y el reforzamiento del embargo por Trump12. Recientemente la ied ha sido definida como esencial (en vez de complementaria) para el desarrollo y se han tomado medidas para acelerar su aprobación: la flexibilización de algunas normas para evaluar a los inversores, la eliminación de estudios de factibilidad engorrosos y el anuncio de la creación en 2019 de una ventanilla única de inversión extranjera, todas medidas positivas pero que no corrigen los problemas fundamentales identificados. En la Zona Especial de Desarrollo del Mariel (zedm), establecida hace cinco años con una inversión de 800 millones de dólares del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, se han autorizado 41 inversiones (de un total de 400 propuestas) por 1.660 millones de dólares, pero solo 15 han comenzado sus operaciones.

Perspectivas para 2019

Tres eventos políticos en 2018 pueden influir en el desempeño económico en 2019: los cambios en las reformas estructurales, la transferencia del poder a la nueva generación y la nueva Constitución. Además hay que considerar factores internos y externos, positivos y negativos14.

Cambios en las reformas estructurales. El sector no estatal comprende tres grupos: trabajadores por cuenta propia (590.000), usufructuarios de tierras ociosas estatales (274.635) y miembros de cooperativas no agrícolas y de servicios (18.600). El sector alcanza 30% de la fuerza laboral, genera 7% del pib y aporta 11% de los ingresos tributarios. Regulaciones aprobadas en 2018 para los dos primeros grupos procuran controlar su expansión, elevar sus impuestos y evitar que induzcan una acumulación de la propiedad y la riqueza. Estas políticas supeditan la racionalidad económica –en un momento muy difícil para el país– a la lógica ideológico-política y generarán efectos económicos adversos. Como contraste, acaba de publicarse en El Diario del Pueblo, el periódico del Partido Comunista chino, una nota sobre el hombre más rico del país, Jack Ma, quien posee 35.800 millones de dólares, es miembro del Partido y está en una lista de 100 personas que han ayudado a impulsar las reformas y la apertura del país. Humberto Herrera Carlés comenta al respecto que el intento de impedir la concentración de la riqueza en Cuba frena la productividad laboral y el potencial de mejorar el nivel de vida de los cubanos.

(*) Revista Nueva Sociedad