Por Martín Poblete
Un golfo de aguas poco profundas, de acceso y salida limitados por el Estrecho de Ormuz; en su margen noreste, la costa iraní, la mayor superficie ribereña de todas las otras concurrentes, prolongada hasta pasado el estrecho frente al Golfo de Omán ya en el  Océano Índico, en su margen suroeste  la confluencia de los ríos Éufrates y Tigris en el Shatt al Arab (Iraq), luego Kuwait, Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos.  Las pequeñas islas del interior del golfo, el Archipiélago de Qeshm, y la isla de Larak en la boca del estrecho, están bajo soberanía iraní; la isla de Abu Musa es reclamada por Irán y los Emiratos, ambas partes comparten una frágil administración conjunta.  Irán tiene una evidente posición dominante; pero, alrededor de un tercio del petróleo del Medio Oriente sale de puertos en el Golfo Pérsico para luego pasar por el Estrecho de Ormuz, lo cual inserta la situación en un marco geopolítico cuyos actores principales son Estados Unidos, sus aliados en la OTAN, y Arabia Saudita.
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Todo estuvo tranquilo bajo el control de la monarquía de la dinastía Pahlevi instalada por los ingleses a fines del Siglo XIX, removida por la instauración republicana de los 1950, restaurada por los americanos mediante un golpe de estado.   La revolución encabezada por el Ayatollah Ruhollah Khomeini derrocó definitivamente a la monarquía pro-occidental de los Pahlevi, en su lugar quedó un régimen teocrático Shía, rama minoritaria del Islam, se proclamó una república islámica cuya máxima autoridad fue el Ayatollah Khomeini, sucedido por el actual Líder Supremo Ayatollah Ali Khamenei;  alrededor de los jerarcas religiosos, el poder ejecutivo en manos de un presidente, acompañado por numerosos políticos seculares en un Parlamento democráticamente elegido.   A muy corto andar, la revolución islámica adoptó políticas percibidas confrontacionales en Occidente, particularmente en Estados Unidos y su aliado Israel;  los intereses geopolíticos de Irán fueron entendidos en Washington y Tel Aviv como diametralmente opuestos, la falta de relaciones diplomáticas acentuó, agravó, las profundas diferencias. En este campo sembrado de dudas, malos entendidos, sospechas, surgió la cuestión nuclear iraní.
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Estados Unidos revisa sus planes militares.En el marco del cordial entendimiento con el último Shah Pahlevi, Estados Unidos donó a Irán un reactor pesado de características limitadas, mas bien para propósitos académicos, de investigación (en política nadie sabe para quien trabaja), empezó a formarse un grupo de científicos de considerable nivel profesional, doctorados en las principales universidades occidentales.

Con la llegada de la revolución islámica, la mayoría de los científicos optó por permanecer en Irán; si bien la ruptura de relaciones diplomáticas con Estados Unidos eliminó los contactos en universidades americanas, continuaron en las de Francia y particularmente en las del Reino Unido.

Imagen captada por la inteligencia israelí en Irán y que revela un centro nuclear importante y peligroso. enA comienzos de la década de los 1990, Irán inició la construcción de un segundo reactor pesado en Malaver, un Centro de Tecnología Nuclear en Esfahan, y una planta de enriquecimiento de uranio en Natanz; fuentes occidentales alegan la construcción de un tercer reactor pesado en Shiraz, el gobierno iraní lo ha negado.   A la par de los reactores pesados, Irán adquirió en Rusia dos reactores comerciales de nueva generación destinados a producir electricidad, instalados en Busher y Darkhovin.   Antes de fines del Siglo XX, los científicos iraníes habían amaestrado el ciclo nuclear completo; además, habían iniciado el desarrollo, diseño y construcción de misiles de rango intermedio.

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Corresponde hacer un esfuerzo por entender la situación según la ven los líderes iraníes, religiosos y seculares.  La escasa información directa representa un obstáculo, la cuestión del lenguaje no es menor, los iraníes no son árabes, son persas, hablan otro idioma, es otra cultura.  En la perspectiva iraní, la guerra de ocupación de Irak iniciada durante el gobierno delresidente George W. Bush, sacó de Bagdad a un brutal dictador secular contra el cual habían peleado una cruenta guerra; sin embargo, era el demonio conocido con quien habían firmado un acuerdo de paz y cese de hostilidades («este amargo veneno» en palabras del Ayatollah Khomeini).
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El vacío de poder nunca fue eficientemente llenado por los americanos, tampoco por sus testaferros, dándose  lugar al comienzo de un período de inestabilidad regional hasta el día de hoy, esta percepción explica las decisiones de intervenir directamente primero en la guerra civil de Siria, luego en la lucha contra Estado Islámico en Irak, en ambos casos usando una fuerza especialmente creada para ese propósito, la División Quds del Ejército, unidad combinada de blindados ligeros con infantería motorizada al mando del Mayor General Qassem Suleimani.
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En la situación vigente, la decisión del Presidente Donald Trump de retirarse unilateralmente del Plan de Acción Conjunta (JCPOA en su sigla en inglés que es o era un acuerdo internacional sobre el programa nuclear de Irán establecido en Viena el 14 de julio de 2015 entre Irán, los P5+1 -los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y más ​ y la Unión Europea), dejó ese acuerdo sin uno de sus dos mas importantes signatarios. Peor aún, el gobierno de Estados Unidos lanzó su campaña de máxima presión imponiendo un nuevo marco de sanciones, entre ellas restricciones a operaciones bancarias y financieras, en otras palabras quienes quieran hacer negocios con Irán no podrán hacerlos con Estados Unidos.
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Esto generó profundo disgusto en Teherán que había aceptado un régimen de inspecciones sin precedentes en la historia de acuerdos de no proliferación nuclear, desde la vigencia del JCPOA los expertos de la Agencia Internacional de Energía Atómica de la ONU emitieron 15 informes, verificando el pleno cumplimiento de Irán con sus obligaciones contraídas en el Acuerdo con Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido, y los observadores concurrentes de China y Rusia.
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Sin embargo, el principal signatario no solo se retira del acuerdo, sino que inicia vigorosa operación diplomática con graves consecuencias   para la economía y finanzas iraníes. Tal como lo ven desde Teherán, se trata no solo de enfrentarse a Irán, sino también de forzar un cambio de régimen político, por ello ven las acciones del gobierno del Presidente Trump como gestos hostiles a los intereses de la nación iraní, con rasgos de un asalto a la integridad misma del país;  análisis en los medios occidentales, escritos por periodistas y académicos especializados, tienden a enfatizar la coincidencia entre el sentir de la opinión pública con la interpretación de su gobierno.
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De paso por Nueva York, en la sede principal de las Naciones Unidas, el Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Dr. Javad Zarif, descartó de plano cualesquier posibilidad de renegociar los Acuerdos firmados en 2015, usando un  antiguo refrán persa:  «No se compra un caballo dos veces».  Mientras tanto, siguen agregándose fuerzas navales en el Golfo Pérsico,  aumentando el riesgo de acciones mal entendidas por los oficiales al mando.   La eventual guerra con Irán sería  una conflagración arrastrando a todo el Medio Oriente, no habría excepciones; en otra variable, semejante conflicto bélico incluiría la guerra civil de religión arrasando el Islam, en un arco desde África Subsahariana a Filipinas.