Por Martín Poblete
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La Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, informó esta semana de su renuncia al mas alto cargo en la mas importante de las instituciones financieras internacionales, para luego dar a conocer su nombramiento en la presidencia del Banco Central Europeo, a partir de octubre de este año.  No hubo mayor sorpresa en Nueva York, Londres y Francfort, el nombre de Lagarde había sido lanzado al ruedo desde cuando comenzaron a barajarse alternativas a la sucesión de Mario Draghi, la cuestión ahora está en como encontrar al sucesor de Christine Lagarde en el FMI.
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Entre los acuerdos de Bretton Woods inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, estuvo la distribución de cargos en las principales instituciones financieras internacionales, el FMI y el Banco Mundial, cuyas sedes se fijaron en Washington DC; la gerencia del FMI se dejó para un europeo, la presidencia del importante Comité Interino en sus dos reuniones semestrales para el ministro de hacienda del Reino Unido; la presidencia del Banco Mundial para un estadounidense.  Mas adelante se creó el International Bank for Settlements con sede en Basilea, Suiza, una suerte de agencia de ajustes y conciliaciones de deudas soberanas morosas, cuya presidencia ha recaído en la mayoría de las ocasiones en un banquero inglés.
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Dichos acuerdos funcionaron bastante bien por algo mas de cuarenta años, pero con el fin de la Guerra Fría comenzaron a emerger voces críticas, primero entre intelectuales en instituciones privadas dedicadas al estudio e investigación de la diplomacia, del  funcionamiento del sistema de relaciones internacionales, particularmente en las facultades pertinentes de las principales universidades en Estados Unidos y el Reino Unido;  esta tendencia fue continuada en las facultades de economía, las escuelas de finanzas y negocios, así como en numerosos artículos en la prensa especializada occidental.   Curiosamente, no hubo seguimiento en los países del llamado Tercer Mundo salvo algunos artículos aislados de retórica desarrollista/progresista.
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La búsqueda de sucesor a Lagarde, podría ser la oportunidad de plantear seriamente la continuidad de acuerdos, cuya racionalidad  está vinculada al fin de la Segunda Guerra Mundial hace ya 74 años.   Sin embargo, la designación de personas en tan altos cargos no es un acto caritativo, cambiar el sistema en funciones exigirá la articulación de un bloque de países dispuestos a negociar un nombre profesionalmente  prestigioso, alternativo de las propuestas europeas,  esto por ahora no se ve.  Por el contrario, ya están en consideración los nombres de los mas destacados banqueros centrales europeos, desde luego los sospechosos habituales en Londres y París mas una novedad,  Olli Rehnn, presidente del Banco Central de Finlandia.
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Cuando por primera vez surgió el nombre de Lagarde para liderar el FMI, el primer gobierno del Presidente Sebastián Piñera, con su ministro de hacienda Felipe Larraín, apoyó esa opción, a quien  había conocido en Harvard;  ahora, en el segundo gobierno del Presidente Piñera, con el mismo ministro de hacienda del primero, el gobierno chileno en toda probabilidad esperará  el maniobrar de las cancillerías europeas y del gobierno en Washington, antes de tomar decisiones.  Chile ya no tiene programas con el FMI, de todas maneras es importante  saber como viene la mano;  valga recordarlo, el ministro de hacienda concurre dos veces al año a la reunión semestral del Comité Interino del FMI y del Banco Mundial, donde se toman importantes decisiones eco-financieras.