Por Walter Krohne

El caso iraní y la guerra comercial declarada por Estados Unidos a China serán los dos temas más peliagudos del G-20,  la cumbre que se celebra desde hace veinte años y que se ha convertido en un factor importante para mantener la estabilidad mundial – económica y política-, aunque ahora el nuevo factor Trump está haciendo mucho más difíciles las cosas.

En Osaka, la segunda ciudad nipona, muy ordenada y de gran empuje en Japón,  no se esperan resolver los problemas mencionados al comienzo, pero al menos hacer algunos avances para contribuir a una solución más amplia dentro de algún tiempo o años, porque antes sería casi imposible debido a la política fuertemente nacionalista del presidente de la economía más grande del mundo, Donald Trump, y especialmente a su carácter cambiante y dubitativo (un día afirma una cosa y al otro día hace todo lo contrario) que lo convierte en un socio poco fiable.

Hay también otros temas que dividen y, por ejemplo el presidente francés Emmanuel Macrón ya ha dicho que no firmará ningún documento final en el que no se contemple en forma adecuada el tema del cambio climático.

Las reuniones bilaterales estarán a la órden del día, en las cuales Trump será la figura principal por los conflictos mundiales que ha originado en los casi tres años que lleva como presidente de la unión americana. Así se reunirá con el presidente de China Xi Jinping este sábado y hoy lo hizo con el presidente ruso Vladimir Putin.

El factor Trump

Donald Trump sabe perfectamente hasta dónde puede llegar porque las guerras comerciales  y desórdenes en el Golfo Pérsico tampoco le hacen bien a Estados Unidos, y el mandatario  enfrentará a un electorado estadounidense muy observador  en noviembre del 2020. Hasta esa fecha deberá mostrar cartas confiables y  enfrentar a un Partido Demócrata que se opone fuertemente a su política agresiva y poco humanitaria. Esta elección ya ha comenzado a plantear en debates públicos lo peligroso que puede ser Trump para EE UU y el mundo si continúa en la Casa Blanca después del 2020.

Así hoy, al inaugurarse la cumbre, Trump ya bajó el tono de sus críticas que hasta hace algunos días afectaron por igual no sólo a sus potenciales “enemigos”, sino también a sus aliados como Alemania y el mismo Japón.

Tras sus críticas a la política comercial de China e India o a Alemania, país al que acusó de estar «en mora» por no contribuir lo suficiente al presupuesto de la OTAN, definió, sin embargo, a la canciller alemana Angela Merkel, con quien ha tenido fuertes encontrones en los últimos años, como “una  persona fantástica, una mujer fantástica y estoy contento de tenerla como amiga».

Sobre la crisis en Irán, Trump, que apenas hace unos días dijo que en caso de guerra «duraría poco», aseguró este viernes en cambio que «no hay prisa» en resolver el conflicto “tenemos mucho tiempo”. Y, al parecer su “biorritmo” estaba hoy a su favor, porque también elogió las relaciones “muy buenas”  con el líder ruso Vladimir Putin, a pèsar del conflicto caribeño con Cuba y Venezuela.

En su encuentro con él, hasta bromeó sobre la presunta injerencia rusa en las elecciones de 2016 que le llevaron al poder, lo que en EE UU tiene a Trump bastante compolicado tras la investigación del fiscal especial Robert Müller, quien aceptó ya testificar el 17 de julio ante dos comités del Congreso de Estados Unidos sobre su investigación acerca de la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016. El ya dijo «Rusia atacó nuestra democracia para ayudar a Trump a ganar,lo que debería preocupar a todos los estadounidenses».

Mucha riqueza en el G-20

Los líderes de las 20 grandes potencias económicas del planeta, que representan el 85% del Producto Interno Bruto –PIB deben tratar de abordar los principales problemas actuales del mundo y, al menos, dejarlos con soluciones encaminadas para la otra cumbre anual en el 2020.  Así lo insinuó en la inauguración del encuentro el primer ministro japonés Shinzo Abe, quien planteó su deseo de que esta cumbre termine logrando una «bonita armonía».

En lo económico, la mirada estará puesta en la reunión del sábado entre Trump y Xi, en la que los líderes de la primera y segunda economías mundiales deberían abordar la guerra comercial que, según economistas e instituciones internacionales, puede tener un impacto negativo para el crecimiento global.

Para los algunos analistas del Wall Street Journal es posible que en este asunto se llegue a un acuerdo para retomar las negociaciones entre EE UU y China, aunque la condición principal para Beiying sería que Trump levante las sanciones contra el gigante tecnológico Huawei.

Matthew Goodman, del Center for Strategic and International Studies de Washington da tres salidas a esta guerra comercial:

1.- La firma de un acuerdo, algo improbable pero no imposible por parte de Donald Trump, ex magnate inmobiliario al que «le gustan los acuerdos», y mejor si están mediatizados;

2.-  Un fiasco, que podría llegar al punto de que se anule el encuentro.

3.-  «El más probable», sería una «tregua» como la que acordaron en el G20 de Buenos Aires y que finalmente no duró mucho.

Pero para Alice Ekman, responsable de China en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales, «la tensión es tal que aunque se alcance un acuerdo, y es imposible saber actualmente, esta dejará huellas», como declaró a la agencia gala AFP.

«Más allá de un enfoque del ojo por ojo, diente por diente, en el lado chino hay una voluntad de proponer una oferta alternativa de mundializar  todo lo  tecnológico. Podría ser que esta oferta se convirtiera en una referencia», agregó la experta.

La voluntad de afirmación china supera de largo el marco económico. Así, Pekín hizo saber por ejemplo que no permitirá ninguna discusión durante el G20 sobre las enormes manifestaciones de las últimas semanas en Hong Kong.

Xi Jinping, que no quiere decir nada sobre las enormes manifestaciones registradas en Hong Kong contra China, acaba de realizar una visita triunfal y ostensiblemente cordial,  a Corea del Norte en un momento en que las negociaciones entre Donald Trump y Kim Jong Un parecen estar en punto muerto.

El papel latinoamericano

Para los países latinoamericanos, la agenda estará marcada por las cuestiones de inmigración (en especial para México y ahora también Chile) y sobre todo económicas, con los avances en el tratado comercial entre la Unión Europea y Mercosur que podría firmarse en Japón tras años de negociaciones.

El caso Bolsonaro

Intensa fue también la primera jornada para el presidente brasileño Jair Bolsonaro, que se reunió por primera vez con Donald Trump y declaró ser su «admirador». Ambos demostraron muy buena sintonía y el estadounidense no dudó en calificarle de «hombre especial» y «muy querido por el pueblo brasileño». El brasileño tuvo también una reunión con el francés Macron y pareció ser un momento de tensión porque entre los planes de Bolsonaro está el de retirar a Brasil del Acuerdo Climático de París, que es otro de los temas candentes de la cumbre. Desde ya Trump dijo que no firmaría ningún documento final si siquiera se mencionaba lo  referente a la política medioambiental.

Pero, el menos en la reunión con Macrón no se habló precisamente del clima sino más bien del ambicioso tratado de libre comercio entre la Unión Europea y los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay) que, tras años en proyecto, está viviendo la fase final de negociaciones intensas en Bruselas.

Macri y el FMI

El presidente argentino, Mauricio Macri, que está sumamente complicado económicamente con una Argentina que no quiere volver a despegar, se reunió con la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, que a pesar de todo reiteró «el apoyo del Fondo al programa de estabilización económica». También tuvo encuentros con el presidente de Chile, Sebastián Piñera, y el español Pedro Sánchez, entre otros.

Venezuela

La agenda del G20 también incluye una reunión este sábado del Grupo de Lima para abordar la situación en Venezuela, pero México, miembro del G20, no acudió a la cumbre a nivel presidencial sino representado por el canciller mexicano Marcelo Ebrard.

El conflicto con Irán en el medio

El enfrentamiento verbal y tecnológico entre Trump e Irán se ha transformado en una de las crisis internacionales de mayor tensión del momento. El caso es que China es uno de los principales importadores del petróleo iraní y es aliado de Teherán frente a Estados Unidos.

Por su parte, la Unión Europea (UE) y Rusia piden que se respete el acuerdo sobre el programa nuclear iraní de 2015 (firmado en la era de Barack Obama), del que Donald Trump no quiere ni hablar y del que Irán dejará de cumplir algunos compromisos como es el de los niveles posible para el enriquecimiento de uranio.

Japón, el anfitrión del G20, intentó actuar de mediador entre Irán y Estados Unidos, sin éxito.

Los europeos podrían jugar en este conflicto un papel importante para terminar al menos con los ataques a buques petroleros en el Golfo Pérsico.

Estados Unidos anunció el lunes sanciones financieras contra las más altas autoridades del régimen iraní, incluido el guía supremo, el ayatolá Ali Jamenei. «Seguiremos aumentando la presión sobre Teherán», afirmó Trump, una estrategia apoyada por  Arabia Saudita, el gran rival regional de Irán y miembro también del G20. Esto disgusta a Moscú, porque esta comprometido a ayudar económicamente a Irán tras los problemas causadas por el bloqueo de las ventas de petróleo a causa de las medidas imperialistas de Trump.