Opiniones de Edison Ortiz

El día en que en el ex congreso nacional se iba a realizar un acto homenaje al fallecido ex secretario general, Carlos Altamirano Orrego, fallecido el 19 de mayo de 2019, y la familia se aprestaba a trasladar sus restos por algunas horas al edificio para los homenajes de rigor, me topé con el presidente del PS en la entrada de la ex sede legislativa.

A pocos minutos de que llegará la familia con los restos de Carlos  Altamirano, Álvaro Elizalde, prefirió, acompañado por su hija, dedicar su precioso tiempo a cuestionar a quien escribe estas líneas.

Según él, el suscrito, en alguna columna lo habría difamado al señalar que defendió a Pinochet en el contexto del arresto del ex dictador en Londres y la cerrada defensa que hizo José Miguel Insulza, para quien Álvaro como presidente de la JS, “operaba”, en esos tiempos.

Le indique que no tenía problemas en discutir con él, pero que no era el momento, que había un acto emblemático para una de las figuras más relevantes del PS chileno. Pero no hubo caso, Elizalde insistía en confrontarme.

Al irse le señalé a mi acompañante, el ex dirigente Adolfo Lara, amigo íntimo de Altamirano, que pensaba, por los arrebatos sin control de Elizalde, que la reelección suya, como timonel del PS debía estar difícil pues, de otra manera no me explicaba su descontrol. El PS estaba a seis días de su elección y jamás pensé, en ese momento, que mi diagnóstico, fuera tan certero.

Y es que, así como la imagen de Fernando VII y su familia tan bien retratados por Goya, representan muy bien el desplome de la monarquía española, así como la fotografía de Pinochet y sus gafas oscuras, el alma oscura de la dictadura, la presidencia de Álvaro, se aviene muy bien con la crisis del socialismo y del sistema político chilenos.

Desde su controvertido paso por el Liceo Francisco de Miranda, su papel como presidente de la Fech que dejó por un par de años descabezada a la emblemática organización estudiantil, su pasó irrelevante por la presidencia de la JS en tiempos en que fue jefe de gabinete de José Miguel Insulza quien defendió a Pinochet en Londres y lo confrontó con la dirigencia partidaria hasta hoy, su papel en la crisis profunda de la colectividad – tal cual lo insinuamos en abril de 2017 en la columna “Yo Álvaro” – son el corolario del desplome de la histórica colectividad.

Sin embargo, siempre pensamos que el desenlace sería político y no moral, como acaba de suceder y el PS, para historiadores del futuro será un buen referente para entender el derrumbe de nuestras instituciones.

A quienes por décadas militamos en la colectividad de Allende, Ampuero, Almeyda y Altamirano, nos duele, por cierto, el desenlace de la crisis que avizoramos y describimos  en diversas columnas. Olvidar a Escalona, la nueva Burguesía fiscal, Contra el presente vergonzante, PS: la irrelevancia de su 30° Congreso, Las secuela del pleno del PS: el nuevo partido de centro, El PS diez años después de su XXVII Congreso: lecciones no aprendidas, Bachelet y la derrota estratégica de una generación, El PS y Miguel Ángel Aguilera: crónica de un escándalo anunciado, Yo Álvaro y la inexorable extinción del Partido Socialista, entre otras – durante mucho tiempo.

En 2001, previo a la realización de la Conferencia Nacional de Organización, en el diario La Nación, el ex secretario general Altamirano en vísperas del evento provocaba una vez más a la colectividad con sus declaraciones al señalar que “los socialistas no se han renovado, sino que se han acomodado a las circunstancias actuales” lo que fue replicado por diversos dirigentes del PS. Apenas unas semanas antes, Sergio Aguiló, diputado socialista, anunciaba su salida de la comisión política de la colectividad con el documento “Chile entre dos derechas” en que fustigó duramente el actuar de la administración Lagos en materias sociales e hizo una negativa evaluación de los doce años de gobiernos concertacionista”, en algunas de sus líneas se leía “que definitivamente no estamos construyendo una sociedad más esperanzadora para los pobres… las agendas de la Concertación y de la Alianza por Chile, son en lo fundamental, idénticas. Son de derechas sin más”.

Efectivamente la derrota estratégica del mundo socialista en vez de producir un regreso de los socialistas chilenos al programa de 1947 de Eugenio González, o a la vía chilena al socialismo de Allende, con énfasis en un modelo socialdemócrata, provocó la rendición total de la dirigencia socialista de la transición a cualquier modelo alternativo y su entrega absoluta al neoliberalismo reinante  a cambio de la administración de un poco de poder.

Y en vez del Rescate y Renovación de Jorge Arrate tuvimos, en palabras de Pinochet, “la rendición incondicional” de la dirigencia PS de la época al modelo neoliberal. Camilo Escalona mudó a hombre de orden y se transformó en regalón de Alvaro Saieh y La Tercera, condición que mantiene hasta hoy.

De más está señalar lo que ocurrió con otros próceres, ayer revolucionarios intransigentes, hoy, hombres del capital, como Oscar Guillermo Garretón, Enrique Correa, Jaime Estévez, Osvaldo Puccio, Ricardo Solari, entre otros y que se graficó plenamente en la frase que enarboló la ex presidenta Bachelet en su gobierno anterior cuando manifestó que “en política se puede hacer poquito”.

La capitulación de la dirigencia socialista chilena al modelo neoliberal, que el electorado castigó muy fuertemente en las parlamentarias de 1997, cuando 800.000 votantes dejaron de seguir respaldando a la concertación, no solo significó su propio travestismo político, sino que  tuvo consecuencias insospechadas en el mundo popular.

Piden pasos al costado

En medio de la crisis interna del Partido Socialista, las listas del actual timonel, Álvaro Elizalde, y de la candidata disidente a la presidencia, Maya Fernández, continúan sus acercamientos a poco tiempo de que se conforme la nueva mesa directiva.

La madrugada del sábado, el Tribunal Supremo de la colectividad oficializó a los 110 militantes para integrar el comité central que el próximo 6 de julio deberá elegir a la o  al nuevo presidente y a la mesa que liderará el partido, en crisis severa tras  la presunta vinculación con el narcotráfico en la comuna de San Ramón.

Desde el sector de Fernández, el diputado Manuel Monsalve, jefe de la bancada PS, sostuvo que «no podríamos pedir que no la encabezara Álvaro Elizalde (la mesa) y a su vez no hacer un gesto de unidad», por ello planteó que «si vamos a pedir una conducción unitaria, evidentemente ambas listas deberían hacer un gesto: si no preside Elizalde, tampoco podría presidir Maya».

Por su parte, el senador Carlos Montes, cercano al todavía timonel del PS, afirmó que «el comité central es soberano en esta materia y tendrá que buscar la solución más representativa, integrada además, porque no es sólo el número uno el presidente, son los vicepresidentes, los secretarios, un conjunto de roles dentro de la directiva».

«Yo espero que sea una directiva integrada, creo que ponerse a evitar a Elizalde es algo que no ayuda en nada a una solución», aseguró el senador.