Por Fernando Reyes Matta
Las tensiones entre los países-continentes miembros del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, China y Rusia) están impregnando en este 2019 el devenir de la política internacional de América Latina. Tanto por confrontaciones económicas como por variables de estrategia militar, un cierto aire de la vieja Guerra Fría parece instalarse para abordar situaciones como las de la crisis de Venezuela o las vinculaciones económicas de diversos países de la región con China. Desde Washington las presiones han sido claras en esta perspectiva, mientras en Moscú como en Beijing las declaraciones y acciones de su presencia en el escenario latinoamericano ya no pueden eludir sus fuertes diferencias con el gobierno estadounidense. Y, en ese marco, la fragmentación de los países latinoamericanos carece de la fuerza necesaria para abordar conjuntamente esta situación.
Habría sido impensable hace no más de diez años que frente a una crisis al interior de un país latinoamericano una entidad de Ministros de Relaciones Exteriores de la región – como el denominado Grupo de Lima – dijera que “reiteran su llamado a Rusia, Turquía y a todos aquellos países que aún apoyan al régimen ilegitimo de Nicolás Maduro a favorecer el proceso de transición democrática”. Así lo señalaron en el punto 10 de su declaración del 3 de Mayo de 2019. Esa frase es el reconocimiento de la incapacidad institucional de la región para asumir una crisis y darle cauce de salida. No ha tenido ningún papel en ello la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), supuestamente un mecanismo de cooperación y coordinación política. Menos la Unasur, ya en etapa de extinción, cruzada por una fractura regional donde la situación venezolana ha sido determinante. Pero, al mismo tiempo, esa frase implica reconocer como los aires de una “nueva Guerra Fría” comienzan a circular por la realidad del continente.
Y ello lleva a una pregunta determinante en el análisis regional: ¿es la tensión ligada a la crisis de Venezuela una cuestión sólo hemisférica (Estados Unidos incluido) o es un escenario de una confrontación mayor donde esos miembros permanentes del Consejo de Seguridad vuelven a enfrentarse en diversas realidades geopolíticas?
Las variables geoeconómicas, más que las ideológicas de la anterior Guerra Fría, parecen determinar las nuevas confrontaciones. Especialmente, aquello aparece en las tensiones crecientes entre Estados Unidos y China, países envueltos en la llamada “guerra comercial”, que – más allá de los acuerdos inmediatos que puedan lograrse para bajar los aranceles y equilibrar en parte el intercambio comercial – seguirán enfrentados en el campo de los desarrollos tecnológicos. China muestra desarrollos avanzados en inteligencia artificial y en el campo de la robótica y ya está a la cabeza en el ámbito de la comunicación 5G, por eso la confrontación fuerte de la Casa Blanca contra Huawei.
Pero, además, existe un dato evidente: China se ha convertido en el país que, tras Estados Unidos, más patentes está registrando en la Oficina Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI), con sede en Ginebra. La demanda de títulos de propiedad intelectual alcanzó niveles récord en 2017, y China está a la cabeza del aumento en la presentación de solicitudes de patentes, registro de marcas, diseños industriales y otros derechos que constituyen el eje de la economía mundial. Si esta nueva Guerra Fría tendrá especialmente el carácter de “guerra tecnológica”, hay quienes en Estados Unidos ven con inquietud las tendencias que asoman en el espacio de la propiedad intelectual. Según la OMPI, Asia ha fortalecido su posición de región con la actividad más intensa de presentación de solicitudes de patente. Las oficinas situadas en ese continente recibieron el 65,1% del total de solicitudes presentadas en todo el mundo en 2017 –un aumento considerable, del 49,7% con respecto a 2007- debido principalmente al incremento observado en China. A su vez, correspondió a las Oficinas situadas en América del Norte el 20,3% del total mundial de 2017 –seis puntos porcentuales por debajo de la proporción que les correspondió en 2007. La proporción de Europa disminuyó, pasando del 18,1% en 2007 al 11,2% en 2017. El porcentaje conjunto de África, América Latina y el Caribe y Oceanía se situó en 2017 alrededor del 3,4%.
La presencia de Rusia

Mike Pompeo
En paralelo, tanto para el consejero de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, John Bolton, como para el Secretario de Estado, Mike Pompeo, la presencia de Rusia en Venezuela es un punto crítico que transforma la crisis de hemisférica a una cuestión internacional. Estados Unidos tomó como un desafío directo a su influencia en la región el envío de aviones militares rusos a Caracas en marzo, en plena crisis entre Maduro y la oposición.
El 23 de marzo de 2019, dos aviones militares rusos aterrizaron en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Venezuela, teniendo por carga cerca de un centenar de militares encabezados por el general Vasily Tonkoshkurov, jefe del Comando Principal de las Fuerzas Terrestres de Rusia. Ante los cuestionamientos que tal hecho produjo al hacerse públicas las imágenes de la llegada, el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de Venezuela, Diosdado Cabello, dijo que los aviones rusos aterrizaron en el país contando con la autorización para ello del presidente venezolano, Nicolás Maduro. Las cancillerías de Venezuela y Rusia reiteraron luego, de manera más formal, que los especialistas y el equipo que se encuentra en Venezuela responde a la colaboración técnica-militar de un tratado bilateral firmado en 2001.
Para la Casa Blanca esas declaraciones no fueron suficientes. El incidente reorientó el conflicto con Venezuela a un nuevo plano: aquel de las tensiones Washington/Moscú, ya presente en otros escenarios como Irán y Siria. En esa circunstancia, John Bolton reaccionó a través de su cuenta en Twitter, ante esta acción de Rusia diciendo que “los Estados Unidos no tolerarán que las potencias militares extranjeras hostiles se mezclen con los objetivos compartidos del hemisferio occidental de democracia, seguridad y estado de derecho. El ejército venezolano debe estar con el pueblo de Venezuela”.
Tales declaraciones generaron reacciones simultáneas de rechazo tanto en Moscú como también en Beijing. El portavoz de la Cancillería de China, Geng Shuang, respondió a Bolton afirmando, en una rueda de prensa, que “América Latina no es propiedad de ningún país ni tampoco es el patio trasero de ningún Estado”. Con énfasis subrayó que los países del hemisferio occidental son soberanos e independientes y, por lo tanto, pueden decidir por ellos mismos con qué naciones cooperar. El portavoz chino también rechazó en esa ocasión tener alguna injerencia en los asuntos internos de Venezuela, subrayando que “solo el pueblo venezolano puede resolver sus problemas para recuperar la estabilidad” perdida por el país. La presencia China en Venezuela está determinada por el alto volumen de préstamos aportados a ese país, calculados en US$ 60 mil millones, con alta injerencia en la producción petrolera venezolana. “China siempre ha defendido la cooperación amistosa con otros países”, señaló el portavoz chino en aquella coyuntura de marzo.
Los acontecimientos del 30 de abril y el frustrado intento del presidente designado Juan Guaidó de provocar la salida de Maduro al dejar de tener el respaldo de las Fuerzas Armadas, llevó otra vez a definir el problema en relación a la presencia de Rusia y sus asesores en Caracas. Al mediodía de esa jornada Bolton hablaba del cumplimiento de ciertos acuerdos y conversaciones previas. En rueda de prensa desde la Casa Blanca, el asesor aseguró que tanto el Ministro de la Defensa Vladimir Padrino López, el Presidente del TSJ Maikel Moreno y el Comandante de la Guardia de Honor y Jefe de la Casa Militar, Iván Hernández Dala, habían expresado que el Presidente Maduro debe dejar el poder.
«Todos ellos están de acuerdo de que Maduro se debe ir. Ellos deben poder actuar esta tarde o esta noche para poder convencer a otras fuerzas militares al lado del Presidente Interino,» dijo Bolton. El alto funcionario no especificó en qué momento esas autoridades habrían expresado dichas intenciones, pero al ser interrogado de nuevo al respecto, aseguró que «como es bien conocido por la oposición en Venezuela, ellos se comprometieron a ayudar a sacar a Maduro”. Pero ya en esa comparecencia había una inquietud: «Hemos dejado en claro a los rusos, tanto de forma pública como en conversaciones privadas, que nos tomamos muy en serio sus acciones respecto a Venezuela; y en especial ahora, cuando las vidas de civiles inocentes están en juego, esperamos que los rusos no interfieran en lo que está pasando en Venezuela», dijo Bolton. Aquella operación no ocurrió y Maduro, tras varias horas ausente, apareció rodeado de todo el poder militar venezolano. Ante este nuevo fracaso, tanto Bolton como Pompeo señalaron que aquella acción, con avión preparado para llevar a Maduro a La Habana, según dijo, había fracasado por la presión de Rusia sobre los mandos militares.
La cuestión de fondo se refleja en la acción de Pompeo al final del día: llamar por teléfono al Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov. Según informó un portavoz del Departamento de Estado en aquella comunicación Pompeo dijo a Lavrov que «la intervención de Rusia y Cuba es desestabilizadora para Venezuela y para la relación bilateral entre Estados Unidos y Rusia”. A su vez, la portavoz de la cancillería rusa, Maria Zakharova, negó que su país disuadiera a Maduro de abandonar Venezuela.
Chile en China y las presiones tipo Guerra Fría.
Con motivo del viaje del presidente Sebastián Piñera a China en Chile se conocieron más de cerca las tensiones latentes en el mapa global contemporáneo. Esos aires de Guerra Fría se sintieron en la proximidad de nuestro quehacer internacional, no obstante que Chile ha sido en muchos aspectos un aliado de Estados Unidos en la región. La breve visita del Secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo el 12 de abril, que había sido prevista en diversos análisis como un momento donde se trataría la crisis de Venezuela y su impacto hemisférico, tuvo mucho más impacto como una instancia donde se hicieron ver las inquietudes y molestias que generan en Washington los fuertes vínculos de Chile con China.
En su agitado paso por Santiago, Pompeo abordó los principales puntos que tenía agendados, como los vínculos bilaterales entre ambos países o la crisis de Venezuela. Sin embargo, uno de los temas tratados por el estadounidense y que captó la atención de los medios fueron las críticas que realizó hacia las relaciones de Rusia y China con las naciones sudamericanas. “El problema es que cuando China hace negocios en lugares como América Latina, a menudo inyecta capital corrosivo en el torrente sanguíneo económico, dando vida a la corrupción y erosionando el buen gobierno…China y Rusia aparecen en la puerta, pero una vez que entran a la casa, ponen trampas, ignoran las reglas y propagan el desorden” fueron parte de sus conceptos en una conferencia organizada por la Cámara de Comercio Chilena-Norteamericana. Si bien tenía visitas a otros países en su breve paso por la región, fue evidente para los analistas que elegía Chile para enviar su mensaje político porque este país ha encabezado los esfuerzos por terminar con el gobierno de Nicolás Maduro, pero a la vez es el país que tiene una red de fuertes vínculos institucionales con China. No sólo está el eje entre el principal productor y el principal consumidor de cobre en el mundo, sino también haber sido Chile el primer país en América Latina en reconocer a China como economía de mercado en su ingreso a la Organización Mundial de Comercio, sino también haber puesto en vigencia desde el 1° de marzo de 2019 el protocolo que modernizó y amplio el Tratado de Libre Comercio entre Chile y China.
Las palabras del Secretario de Estado norteamericano no dejaron de impactar a China que, también en Santiago, reaccionó a través de declaraciones del embajador Xu Bu, el día 4 de abril. En su ya conocido estilo, franco, directo y sin retórica diplomática, el diplomático chino dijo: “En la actualidad, el esquema mundial está experimentando profundos cambios, y el equilibrio internacional de poder ha cambiado significativamente. Aunque el cuerpo de Pompeo ha entrado en el siglo XXI, su cabeza todavía permanece en el siglo XX, que está llena de hegemonía y en la lógica de Guerra Fría. Debe tener la sobria conciencia de que las relaciones entre los países solo pueden sostenerse sobre la base del respeto mutuo, la cooperación y la ganancia compartida”.
Sobre las afirmaciones de Pompeo en el sentido que la inversión de China en América Latina ha hundido a los países latinoamericanos en una trampa de deudas dijo que aquella era una acusación absurda: “Estados Unidos rechaza hacer contribuciones concretas al desarrollo económico de los países latinoamericanos, pero acusa a China de sus cooperaciones económicas y comerciales con América Latina y de la inversión china en la región. Obviamente, el señor Pompeo es hipócrita. El año pasado, China invirtió más de 6.000 millones de dólares en Chile, convirtiéndolo en la mayor fuente de capital extranjero del país. El año pasado, el comercio entre China y Chile sobrepasó los 42.800 millones de dólares, mucho más que los 24.000 millones de dólares entre Estados Unidos y Chile. La cooperación económica y comercial entre China y Chile ha aportado beneficios tangibles al desarrollo de la economía chilena.
La dimensión más positiva del viaje del presidente Sebastián Piñera a China fue la realización misma de esa visita y la trascendencia que en China se le dio. Al hablar en la Universidad de Tsinghua y ser el primer latinoamericano en recibir un título de Profesor Honorario de esa muy prestigiada casa de estudios, el mandatario chileno dijo que el acelerado y sorprendente desarrollo alcanzado por China “ha proporcionado un mejor equilibrio para manejarse en este complicado mundo» y al aludir el equilibrio reforzó un concepto esencial para Chile en medio de las últimas semanas: el derecho a ser autónomo, a ser un país con una multipertenencia internacional.
Antes y durante la visita la prensa chilena se encandiló con el tema Huawei. ¿Iría o no iría a visitar la sede principal de ese gigante chino de las comunicaciones? O en otras palabras, ¿se asumirían las presiones de Washington en ese tema y la campaña impulsada contra la tecnología 5G en manos chinas? Con habilidad protocolar, no visitó la planta de Huawei en Shenzhen , pero si se reunió con el máximo ejecutivo de Huawei, Chairman Dr.Liang Hua, presidente de directorio de la compañía. Según señalaron desde el Gobierno, en la cita se trataron temas sobre el 5G, conectividad, cables de fibra óptica, protección de datos y ciberseguridad.
Volviendo a Venezuela
Con todo, para Estados Unidos ha quedado en claro que una posible acción militar en Venezuela carecería de respaldo en el Consejo de Seguridad. Y allí, aparecen las dudas en el Pentágono para una acción de ese carácter, más allá de las declaraciones de John Bolton y Mike Pompeo, especialmente del primero, de llevar adelante una invasión a Venezuela. El presidente Trump sería contrario a tal acción, aunque no lo ha dicho explícitamente, porque ve la pérdida de influencia en el continente latinoamericano que ello traería a la larga. No obstante las concordancias del Grupo de Lima con los planteamientos de Estados Unidos para terminar con el gobierno de Maduro y llamar a nuevas elecciones, la intervención militar encontraría el rechazo también de estos países. La presunta legalidad de tal acción estaría dada por petición de la Asamblea Nacional encabezada por Juan Guaidó, pero en Washington saben que ese marco de legalidad internacional es extremadamente precario.
En consecuencia, la realidad demuestra dos constataciones: a) América Latina y sus mecanismos regionales y subregionales no han podido tratar la crisis venezolana en términos de generar cauces a una solución política; b) la tensión de Venezuela se instaló, junto a otros temas presentes en la región como son los vínculos con China, en un escenario de confrontaciones mayores entre los países-continentes miembros del Consejo de Seguridad, todos en pugna respecto del futuro del orden mundial.
Aquello convoca a dos perspectivas bajo las cuales tendrá que actuar la región latinoamericana: por una parte, impulsar con fuerza el derecho a una “multipertenencia internacional”, en función de los intereses propios del desarrollo de sus países y en concordancia con la interacción creciente generada por la globalización; por otra parte, asumir que las tensiones de una nueva Guerra Fría están presentes y habrá que asumir las dificultades políticas y diplomáticas que ello conlleva. Por eso, no podrá ser menor el papel que las voces de América Latina tengan en el Consejo de Seguridad a futuro. Ello requerirá mucho más diálogos estratégicos de tales miembros temporales con el resto de la región. Una articulación como aquella que, en su momento, tuvieron México y Chile para decir “no” a la invasión de Estados Unidos a Irak en 2003.