Por Jessika Krohne
Un adulto está en promedio entre 6 y 8 horas al día frente a una pantalla de celular. Este tiempo en general se destina para contestar whatsapp, entrar a su correo y contestar algunos mails o navegar en diferentes páginas de redes sociales. Una cantidad de horas muy considerable, que antes ocupaba de una forma muy diferente como compartir con otras personas, conversar con los hijos, reírse con la pareja, charlar con amigos o simplemente apreciar el ambiente y disfrutar del momento.
Hoy en día cada vez se conversa menos cara a cara y tampoco por teléfono, medio donde uno por lo menos tiene la posibilidad de escuchar la voz de la persona al otro lado de la línea. La forma de comunicación más usada en la actualidad es el whatsapp. Eso tiene sus cosas buenas y varias otras malas. La ventaja es que la persona que recibe el menaje contesta cuando puede, pero entre las desventajas está que se pierden los axiomas esenciales de la comunicación propuesto una vez por Paul Watzlawick (fue un teórico, filósofo y psicólogo austríaco nacionalizado, nacido en California) y otra dificultad muy importante es que se pierde mucho tiempo en escribir los mensajes y carecer de tiempo en el día a día conlleva una serie de problemas que afectan a las personas como son por ejemplo, estrés, angustia, ansiedad o incluso estados depresivos o distimia (un tipo de trastorno del estado de ánimo).
El uso de las pantallas celulares o de otro tipo nos tiene totalmente inmersos en un mundo ficticio perdiendo lo que está ocurriendo afuera. Lo peor es que estos adultos, muchas veces padres, les transmiten esta adicción al celular a sus propios hijos y ellos imitan esta conducta.
Cristián Warnken (comunicador chileno) , en una columna muy interesante, aborda precisamente este punto. Los jóvenes se han convertido en prisioneros de un mundo virtual donde las sonrisas y los abrazos no existen. Nadie los contiene.
Las familias ya no comen juntas, ya que el tiempo no lo permite. Los padres en su mundo laboral, inmersos en sus quehaceres no logran dedicarle un espacio para que toda la familia pueda cenar junta en la semana. Los niños pasan solos y la consecuencia es una sobre exposición a los aparatos electrónicos por varias horas en el día.
¿Cuáles son las consecuencias de este uso excesivo de los aparatos electrónicos para nuestros niños? Claramente esto conlleva a problemas de salud, como alteraciones de sueño, irritabilidad, agresividad, más riesgo de déficit de atención, trastornos de alimentación y obesidad entre otras cosas. Además, cuando los contenidos son inadecuados a su edad, pueden desarrollar comportamientos violentos o acabar teniendo una imagen distorsionada de la sexualidad.
Es por esto que es muy necesario limitar el uso del celular entre los niños. Es muy difícil prohibirles su uso por completo, ya que vivimos en un mundo «totalmente conectado» que los niños de la generación Z conocen desde su nacimiento, pero es fundamental ponerles horario. Una manera adecuada es prohibirles el uso en la semana y permitirle un horario muy limitado el fin de semana y nunca sin supervisión. Poner límites de horario es la única manera de controlar a los hijos en esta era de uso excesivo de los aparatos electrónicos.