Por Martín Poblete

La grave y profunda crisis venezolana tiene su inevitable variable geopolítica, los intereses de fuerzas mas allá de Sudamérica convergen con distintas intenciones tensionando, tironeando, a los actores internos en un escenario político cada día mas tenso y confrontacional.

Estados Unidos  tiene, desde hace años con otros gobiernos, actitudes hostiles respecto del gobierno del difunto Hugo Chávez así como del sucesor, el régimen encabezado por Nicolás Maduro.  En este sentido, la administración del Presidente Donald Trump ha impulsado notorios cambios de estilo y lenguaje respecto de sus dos antecesores, George W. Bush y Barack Obama, designando en cargos importantes a hombres considerados ideológicamente duros, difíciles de tratar; es el caso de John Bolton en el Consejo de Seguridad Nacional y el Embajador Elliott Abrams en el de Representante del Presidente para política con Venezuela; lo anterior configura un cuadro en el cual todas las especulaciones sobre actividades conspirativas con participación de servicios de inteligencia, espionaje, son válidas.

En la misma dirección, el Vicepresidente Mike Pence lanzó clara advertencia a Rusia respecto a la deslizada pretensión de una base naval en un puerto venezolano, dejando entre pinzas con la base naval de Cienfuegos en Cuba, al Comando Naval Sur de la Marina de Estados Unidos en Florida; el mensaje fue reiterado en lenguaje inequívoco por el Comandante  del Comando Naval Sur, Vicealmirante Craig Faller.  Los almirantes americanos también saben leer mapas.

China tiene una situación singular en su relación con Venezuela.  En términos crudos, podría servirle ayudar a mantener un régimen adversario de Estados Unidos en el Caribe sudamericano, pensando en su propia confrontación naval con los americanos en los mares circundantes a China, por ahora solo declaraciones y maniobras algunas bastante provocativas.   La relación financiera del gobierno chino con Venezuela es a nivel de gobiernos, se carece de información precisa, ni hablar de confiable, de los montos involucrados, tampoco de las condiciones acordadas;  una eventual caída del régimen de Nicolás Maduro dejaría expuestos los intereses financieros chinos a la buena voluntad del sucesor después de compleja transición.   Como sea se lo mire, es en el mejor interés de China contribuir a mantener en el poder al actual régimen gobernante en Caracas.

Sin duda, la  potencia con mayores intereses inmediatos en mantener al régimen de Maduro es Rusia. En Moscú, tanto el Presidente Vladimir Putin como el Canciller Sergei Lavrov, han delegado considerable autoridad en el Embajador Alexander Schetinin, Viceministro de Relaciones Exteriores para Latinoamérica,  un diplomático de carrera, cuya misión es proteger al régimen de Maduro con todos los instrumentos de la diplomacia, mientras simultáneamente se maniobra para procurar dejar a Rusia en posición de influencia sobre las decisiones; de llegarse a situación de inevitabilidad del fin del experimento chavista-madurista, los rusos quisieran tener un lugar en la mesa, o muy cerca, a la hora de negociarse una transición.  En su misión, el Embajador Schetinin trabaja en estrecho contacto con el Ministerio de Defensa y las entidades encargadas de manejar la relación militar con Venezuela, especialmente los contratos de mantención de armamentos rusos, el grueso del equipamiento de las llamadas Fuerzas Armadas Bolivarianas.

El gobierno venezolano debe a Rusia tres mil millones de dólares en pagos pendientes por compras de armas, equipamiento militar, y compras de cereales.

Otro aspecto importante de los intereses de Rusia en Venezuela está en los negocios de las empresas petroleras estatales rusas con su contraparte, Petróleos de Venezuela (PDVSA). Estas relaciones están centradas en el rol de ROSNEFT, las mas importante de las petroleras estatales rusas, cuyo Presidente y CEO es Igor Sechin, quien alcanzó el grado de coronel en la KGB, tras su retiro pasó al mundo de los negocios transnacionales;  ROSNEFT ha efectuado préstamos a Venezuela del orden de los nueve mil millones de dólares, de los cuales alrededor de dos mil trescientos millones de dólares corresponden a créditos de proveedores, por definición a corto plazo con altas tasas de interés. A lo anterior se agregan las actividades de GAZPROM y su rama financiera, GazpromBank, y de LUKOIL, esta última de cierta importancia cualitativa por sus actividades en Estados Unidos, país dónde es propietaria de una refinería, y de una cadena de gasolineras en los estados  del Noreste.

De los países sudamericanos, solo Brasil y Colombia están en posición de ejercer algún grado de influencia, pero de surgir alguna forma de opción militar como parte de solución a la crisis venezolana, carecen de los medios para tomar esa decisión por sí mismos.

La geografía presenta formidables obstáculos a la defensa del territorio de Venezuela, especialmente la Sierra de Paracaima en Brasil colindante con la Gran Sabana Venezolana. Por el  lado colombiano están las cuencas de los río Meta y Arauca, ambos afluentes del Orinoco.  Sin embargo, las dificultades de la defensa también son de los eventuales invasores.  El ejército venezolano cuenta con armamento y material logístico ruso fabricado hace tiempo en la difunta Unión Soviética, junto a los interceptores Sukhoi, de ser bien utilizados podrían presentar considerable potencial defensivo.

Hace unas semanas, el comandante en jefe del ejército colombiano se reunión en Miami con el vicealmirante Craig Stephen Faller , comandante del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.  Esa reunión se presentó de coordinación para entrega la ayuda humanitaria en una operación que terminó en un fracaso. El próximo 19 de marzo, el Presidente Jair Bolsonaro visitará Estados Unidos;  veremos como viene la mano desde Brasilia.