Por el equipo internacional de KRADIARIO

Un atascamiento notorio se aprecia en la crisis de Venezuela, donde Nicolás Maduro aparece muy posesionado en el poder con sus colaboradores más cercanos, mientras que en Cucuta, Colombia, la ayuda humanitaria enviada desde el exterior se acumula y no se logra el permiso del estado Venezuela para el acceso a territorio venezolano.

Las autoridades oficiales en Caracas dicen  que “la ayuda está contaminada”. Así el ‘efecto Guaidó’ comienza a sufrir cierto estancamioento, aunque el líder opositor sigue con su expresión alentadora de que “vamos bien, Venezuela”. Juan Guaidó se proclamó presidente encargado el pasado 23 de enero y algunos analistas ponen en duda el poder real que dijeron que tenía frente al chavismo.

Siempre lo hemos dicho que mientras el Ejército bolivariano con 4.000 generales  bien “pagados en dólares”, como se ha dicho en algunos medios de comunicación, los chavistas seguirán gobernando en Venezuela.

Nicolás Maduro ha logrado hasta ahora mantener las filas del Ejército venezolano leales a su causa apareciendo como  “impermeable” a la unánime presión de la comunidad internacional -que mayoritariamente ha reconocido a Guaidó como el presidente interino que debe conducir el país «a unas elecciones libres».

Ya lo dijo Maduro a Euronews y a la televisión libanesa: «Es una circunstancia que va a pasar. Esta persona que cree que la política es un juego y está violando la Constitución, tarde o temprano tendrá que responder de sus actos ante los tribunales».

«Guaidó ha cosechado un relativo éxito en su primer objetivo: unificar a la oposición venezolana, que hasta ahora estaba completamente dividida»,  estima Ernesto Pascual, el investigador experto en Latinoamérica y profesor de Análisis Político en la UOC (Universidad Oberta de Cataluña) quien cree que  el tiempo y «el cambio de foco de atención mediática» pueden jugar en contra del presidente encargado que «no tiene un poder burocrático y real».

Todas las salidas del laberinto venezolano tienen una encrucijada común: las fuerzas armadas. «¿Cambiará de posición alguna vez el Ejército?,  es la pregunta que sigue sobrevolando.

Las súplicas de Guaidó para que las fuerzas armadas «se pongan de lado del pueblo venezolano» no han surtido efecto. Tampoco han prendido las declaraciones aisladas de militares de rango medio que han mostrado su apoyo al presidente encargado. Maduro ha multiplicado sus apariciones en los cuarteles y hasta ha conseguido que le apoyen en su cruzada para dificultar por tierra, mar y aire la llegada de ayuda humanitaria.

«Pasado un mes se apaga mucho la posibilidad de que los militares se unan a Guaidó y cambien la situación», según fuentes del New York Times. «La cúpula militar tiene intereses económicos vinculados estrechamente al chavismo, el incentivo que tienen para forzar un cambio es mínimo», analiza el investigador catalán Pascual.  Esto significa que los seguidores de Trump (ultra derecha), también en América Latina, algunos cancilleres como el chileno Roberto Ampuero, se embarcaron en una causa, y en ella arrastraron a los presidentes, en Chile con Sebastián Piñera,  sin conocer en absoluto la realidad interna venezolana.

Donald Trump, principal apoyo de Guaidó en el exterior, ha coqueteado con la idea de una intervención militar en numerosas ocasiones. «Todas las opciones» están sobre mesa del presidente de EEUU. Siendo el actual ocupante del Despacho Oval un maestro de la provocación y la improvisación, nada se puede descartar aunque Maduro ya ha amenazado con un «nuevo Vietnam» si EEUU se acerca a su territorio.

Al margen de lo que Trump decida, la Constitución estadounidense establece que cualquier intervención militar en el extranjero tiene que contar con el visto bueno del Congreso. «Me preocupan las exhibiciones militares del presidente pero quiero dejar claro que una intervención militar no es, de ninguna manera, una opción», ha adelantado el congresista demócrata Eliot Engel.

«Trump no tiene apoyos ni de sus socios en Latinoamérica para embarcarse en eso. Son conscientes de lo que pasó en los 60. La era de ese tipo de intervenciones terminó», sentencia Ernesto Pascual, que apunta además a que Maduro ha maniobrado «con inteligencia»: «Se ha cuidado de medir la represión para no provocar una escalada mayor de la comunidad internacional».

El clamor de la comunidad internacional es el adelanto de elecciones libres. Sólo así se podrá sacar adelante a Venezuela. Unas elecciones anticipadas libres y verificadas por observadores podrían sacar a Venezuela de este laberinto. Es este también el mandato de Juan Guaidó. Pero ambos bandos en Venezuela discrepan sobre qué elecciones adelantar. La oposición quiere presidenciales ya pero Maduro sólo ha mencionado como posibilidad adelantar las legislativas para renovar el Parlamento, controlado por la oposición desde 2015.

El diálogo ha fracasado en repetidas ocasiones y se ha topado con el muro del chavismo en anteriores ocasiones. Podría ser distinto si la respuesta internacional la lideran países que resulten menos beligerantes para Maduro. Véase México o Uruguay. «La solución de mediación debe pasar por el entorno de Latinoamérica», indica el analista Pascual.