El líder de la Liga italiana Matteo Salvini ha liquidado el equilibrio de fuerzas de la política italiana y ha sumido al país en un temporal de ruido y furia en el que nadie se maneja mejor que él. Hoy es el hombre fuerte del actual gobierno populista italiano que asusta a Europa, tiene 45 años, sueña con convertirse -antes o después- en el próximo primer ministro del país y maneja como nadie las redes sociales. Tiene cientos de miles de seguidores en Facebook, Twitter e Instagram y se volvió el político europeo más seguido en el ciberespacio.

El Ministerio del Interior a su cargo concentra su actividad comunicacional en  Facebook  donde tiene más seguidores que ningún político europeo.   «El verdadero motor de Salvini es su instinto depredador que durante años subestimaron sus rivales. La estrategia está clara, buscar un enemigo y atacarlo: la inmigración, Emmanuel Macron, Bruselas, Roberto Saviano, las ONG, Pamela Anderson. No importa», como publica el diario El País en un análisis de este personaje.

—¿Está contra Alemania? —preguntó preocupada la canciller Angela Merkel al primer ministro Giuseppe Conte en una conversación que captaron las cámaras en la última cumbre de Davos.

—Está contra todos —respondió él para tranquilizarla.

La verdadera personalidad del “lobo solitario”, según le define un compañero que le conoce desde hace 25 años, sigue siendo un enigma. También para los que le rodearon hace tiempo. Una fe sobrevenida, por ejemplo, le permite ahora exhibir un rosario y una Biblia en los mítines y completar el puzzle de su exitosa política de nichos. Aunque al otro lado del Tíber y en la Conferencia Episcopal Italiana cause perplejidad. “¿Religioso? Yo no recuerdo que lo fuese… Pero ahora tiene la casa llena de vírgenes que le regalan sus fans”, cuenta un viejo conocido.

En 2018, la prestigiosa revista Time le dedicó la portada de una de sus ediciones europeas. Sobre una foto suya en blanco y negro, tituló: «El nuevo rostro de Europa». Y en un artículo lo definió como el «zar de la inmigración», «el hombre más temido de Europa», «el capitán que está sacudiendo el establishment europeo y que amenaza con dar vuelta un sistema político que fue arrollado por una oleada populista en los últimos tres años».

Así como Donald Trump -a quien admira- ganó en Estados Unidos con su » America first«, Salvini, viceprimer ministro de Italia y ministro del Interior, se convirtió en el político más popular del país con su frase «primero los italianos».

La histórica alianza

Salvini, nacido el 9 de marzo de 1973 en Milán, capital económica de Italia, es viceprimer ministro de Italia gracias al acuerdo de Gobierno que firmó con el Movimiento 5 Estrellas (M5S) en junio, aliándose con Luigi Di Maio, 13 años más joven que él y líder del Movimiento 5 Estrellas (M5E), el partido ganador de las elecciones. Con este dirigente logró formar un impensable gobierno bicéfalo en Italia, el primero populista de Europa, encabezado por el desconocido Giuseppe Conte. Desde que llegó al poder, el 1° de junio pasado, como ministro del Interior y viceprimer ministro, tal como había prometido endureció drásticamente la política migratoria del país.

En mayo-junio pasados se presentó a la mesa de negociación con Di Maio con la mitad de votos que su interlocutor. Hoy, en cambio, se divierte desquiciando a su socio mientras los sondeos proclaman a la Liga -antiguo partido secesionista lombardo transformado hoy en una mezcla de trumpismo mediterráneo y lepenismo de baja intensidad— como la fuerza con más apoyos en Italia (31,7%, según la media de encuestas de YouTrend, frente al 25,8% del M5S). Sus padres políticos son  Umberto Bossi y a Roberto Maroni.

El líder Salvini, afable y educado en las distancias cortas, divorciado y padre de dos hijos, se curtió como activista de la Liga Norte en las calles de Milán en los años noventa. Jamás terminó sus estudios de Ciencias Políticas, ni de Historia. “Antes llegará la independencia que mi licenciatura”, se burlaba. Entró con 20 años como concejal en el Ayuntamiento de la capital lombarda. Italia se descomponía por los escándalos de corrupción y la democracia cristiana perdía el monopolio de 40 años, emergía la figura del ultraderechista Silvio Berlusconi y comenzaba la llamada Segunda República.

Salvini se  curtió en la calle.  El politólogo Giovanni Orsina, autor de La democracia del narcisismo, subraya ese periodo para entender al personaje. “Los oyentes eran gente muy dura, muy directa, sin refinamiento… No era fácil ponerse ahí delante. Eso le dio una gran habilidad mediática. Hoy es rápido, brillante. Conviene recordar, sin embargo, que es una capacidad comunicativa desarrollada en una estructura política tradicional. La Liga es hoy el partido más antiguo de Italia. Esto confirma un viejo discurso: si quieres seleccionar talento político necesitas estructuras. Y el partido tradicional es el mejor sitio para encontrarlo”. Pero la vieja Liga Norte necesitaba un lifting.

En 2013, fue elegido secretario general de la Liga Norte después de la caída en desgraciada de su fundador, Umberto Bossi, acorralado por un escándalo de corrupción. A partir de entonces, Salvini dejó de lado el proyecto separatista para crear una agrupación nacional, euroescéptica y totalmente xenófoba.

El partido colapsó tras una era de éxitos como escuderos de Forza Italia y llegó a sus cotas más bajas. Explotaron los escándalos de financiamiento, chanchullos, abusos de poder, compra de diamantes en África… El grupo no tenía más de un 4% de apoyo electoral y bordeaba una larga travesía fuera del Parlamento. Roberto Maroni, varias veces ministro en los Gobiernos de Berlusconi, renunció a la secretaría en 2013 y apostó por un joven Salvini. La vieja Liga Norte (hoy solamente La Liga)  celebró en diciembre su congreso para encumbrarle. Y en la primera fila, el nuevo líder sentó a Víktor Zubarev, un parlamentario ruso que representaba al Gobierno de Vladímir Putin, a un miembro del Frente Nacional de Marine Le Pen y al mismo Geert Wilders, presidente del xenófobo Partido por la Libertad holandés. Nadie en un partido acostumbrado al dialecto lombardo entendió nada. Pero aquella puesta en escena adelantó la estrategia internacional de Salvini y el inicio de un nuevo esquema político en Europa que hoy también pasa por Hungría y Polonia. Lo mejor es que el plan, en parte, lo financió Bruselas, agrega el análisis de El País.

El líder de la Liga fue eurodiputado durante dos largos periodos (2004-2006 y 2009-2018) en los que nadie le recuerda algo relevante. “No le interesaba o no entendía absolutamente nada, que también puede ser”, explica un senador de Forza Italia que le trata desde hace 20 años. Aquella larga experiencia en las instituciones europeas le permitió asistir a algunos cortocircuitos de la burocracia comunitaria y al florecimiento de los movimientos nacionalistas: tras meses de intensos contactos y el consejo del ex asesor estratégico de Donald Trump, Steve Bannon, aspira ahora a conquistar un tercio de los asientos en las elecciones europeas de mayo y cambiar el equilibrio de fuerzas de la UE.

Las migraciones

Pero el largo periplo internacional también contribuyó a desarrollar un mecanismo sencillo y directo para conectar con el malestar que recorría Europa. En 2013 llegaron a las costas italianas 40.000 migrantes. Al año siguiente aumentaron hasta 180.000 y hasta 2018 desembarcaron otros 620.000. Salvini decidió empezar a correr en la misma dirección que la bola de fuego. Y todavía funciona. La noche del pasado 15 de agosto el ministro del Interior cerró los puertos  a la migración y mantuvo a 177 solicitantes de asilo dos semanas en condiciones inhumanas en el mar. Avergonzó al presidente de la República, le costó una imputación por secuestro de personas (se juega 15 años de cárcel) y la denuncia de todas las organizaciones humanitarias. Pero subió en las encuestas. Su tesis ha sido:  «Los italianos no quieren a los inmigrantes. Punto».

Salvini es introvertido y  no confía casi en nadie, ni siquiera en Giancarlo Giorgetti (subsecretario del Gobierno y cerebro estratégico de la Liga). Esta desconfianza lo llevó a despolitizar al núcleo duro del partido y contrató a dos especialistas en en comunicaciones para cambiarle el rostro a la Ligal: Luca Morisi y Andrea Paganella, socios de Sistema Intranet, una empresa informática que fabrica software para la mitad de centros de salud de Lombardía, pasaron a ser su jefe de comunicación y de Gabinete, respectivamente. Entre los dos, quizá las personas con más influencia en la torre de mando salviniana, han convertido el Ministerio del Interior en una fabulosa máquina de propaganda y deslegitimación de adversarios financiada con dinero público.

El pasado 7 de diciembre la Liga rompió definitivamente con su pasado y tomó la simbólica Piazza del Popolo, en el centro de Roma. Nunca antes un ministro en el cargo había convocado un acto a su mayor gloria. Llegaron autobuses de Nápoles y Calabria. Encendieron bengalas y corearon a Il Capitano. Ninguno de sus rivales, mucho más enraizados en la capital, había llenado ese espacio en las últimas manifestaciones.

La trinchera digital de Matteo Salvini y su exitosa fórmula van más allá de la interpretación y rápida reacción ante los temas que prenden en las redes. La estrategia diseñada por Morisi incluye cuentas radicadas en el extranjero vinculadas a lobbies como el de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) de Estados Unidos. Esta alianza fue revelada por el periodista Sandro Routolo, a quien el Ministerio del Interior retiró la escolta que le acompañaba desde 2015 por las amenazas que había recibido de la Camorra napolitana, pero una semana después, el mismo ministerio decidió volver a ponerle escolta ante las protestas que la decisión suscitó en Italia.

En las elecciones del 4 de marzo pasado -cuando el partido simplemente se llamó Liga, dejando atrás el término Norte- dio el batacazo. Al cosechar el 17% de los votos, la Liga se convirtió en el primer partido de la coalición de centroderecha que integraba, superando a Forza Italia, el partido del Cavaliere, de quien se despegó. De todas formas, aún va a cenar a su mansión de Arcore.

Salvini espera ahora  convertirse en  el líder de la corriente nacionalpopulista en las príximas elecciones europeas.