Por Jessika Krohne
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Hoy en día las mujeres ya no van a la universidad a buscar marido y ya no se casan para tener hijos. Las mujeres se quieren desarrollar profesional y laboralmente y aspiran a tener una carrera y ser exitosas.
En este sentido ha habido muchos avances en las políticas de emancipación para la mujer y en lograr una equidad en las oportunidades para el género femenino. Las posibilidades laborales son cada vez mayores y más diversas pudiendo aspirar a altos cargos en compañías internacionales. También las vacantes de las distintas carreras universitarias son ocupadas cada vez por más mujeres como escribió recientemente el diario El Mercurio: “Ingreso a universidades – mujeres seleccionadas crecen de 51,5% a 54% de la matricula en los últimos tres años”, es decir cada vez hay más interés de parte del género femenino de obtener un título universitario y desarrollarse en otros áreas de la vida.
Sin embargo, hay un momento en la vida de la mujer donde ella tiene que optar por seguir laboralmente activa o sacrificar su vida laboral en algún aspecto para convertirse en madre. Si bien se pueden hacer ambas cosas, siempre uno se siente en deuda con la primera, la segunda o en las dos y eso no le ocurre al hombre.
Hay mujeres que tienen la suerte de poder coordinar ambas labores, trabajar media jornada y dedicar otra media jornada en el cuidado de los hijos, pero eso es sumamente sacrificado y desgastante y más encima se tiene la sensación que nada se está haciendo bien y aparece el sentimiento de culpa.
Por otro lado, está la mujer que trabaja tiempo completo y se siente totalmente en deuda con los niños y por último está la mujer que ha decidido dedicar su vida a los hijos y también siente un vacío en su vida por no aportar monetariamente al hogar y también por no hacer algo distinto en la vida que no sea “solo” estar a cargo de la casa y los niños. Esas reflexiones no las tiene el hombre y muy pocas veces siente culpa por trabajar mucho y sentir que le falta dedicar tiempo a los niños.
Acabo de leer la autobiografía de Michelle Obama, un relato interesante, auténtico y si bien muy idealista descrito por ella misma hay una parte que me llamó mucho la atención: donde justamente cuestiona su vida laboral cuando se convierte en madre. Hace un análisis muy profundo que definitivamente le ocurre a la mayoría de las mujeres, donde inicialmente cuestiona su trabajo y piensa quedarse en casa al cuidado de los niños y finalmente decide por reducir su jornada laboral a la mitad y hace lo imposible para poder cumplir con todos los quehaceres como madre sin dejar de cumplir en su trabajo. Su marido en cambio, Barack Obama se encamina en paralelo en una carrera política impecable sin ningún obstáculo y al parecer tampoco teniendo sentimientos de culpa por dejar a sus hijas pequeñas muchas veces semanas solas por cumplir sus deberes en el senado y posteriormente en la campaña política a la que se somete recorriendo el país completo de océano a océano.
Es interesante mencionar este ejemplo, ya que se trata de una pareja muy diferente al común de las personas con aspiraciones claramente superiores y viniendo de un país distinto, pero que tienen las mismas dificultades y ambos actúan como la mayoría de los hombres y mujeres de nuestra sociedad o de cualquier otro país similar al nuestro.
La mujer puede atrasar la maternidad o incluso pensar en no tener hijos, pero independiente en qué momento de la vida de una mujer aparece su deseo de convertirse en madre, siempre hay un momento donde uno se cuestiona la vida de ahí en adelante y nada es igual después que el hijo ha nacido. En eso se diferencia mucho el hombre y ninguna política feminista va a poder ir jamás contra esa diferencia; se trata tal vez del contraste más auténtico que diferencian al hombre de la mujer.