Por Gonzalo Mingo Ortega
Ser bueno para la pelota o, mejor dicho, ser un buen futbolista en un club de segunda división, no significa que necesariamente tenga que serlo si, lo trasplantan a un club de los llamados “grandes” de la serie de honor. La situación del jugador de futbol profesional, Juan Carlos Gaete, que hasta fines de 2018 pertenecía a Deportes Cobresal, que, al mismo tiempo que ascendía a primera división del fútbol chileno, se desprendía de Gaete, su máxima figura. O sea, este muchacho de 22 años, cambia de un cuadro de 2° división de la ciudad de El Salvador, a uno de 1° división en Santiago, llamado Colo Colo, lamentablemente hasta el momento no está teniendo un final feliz
¿Qué paso entonces…? Al tercer dia de entrenamiento en la tienda alba, el jugador presentó problemas personales que lo hacen no viajar con el Cacique a la pretemporada en Buenos Aires y de ahí en adelante suceden unas series de episodios, que más parecen un tema para los creativos de un guion de teleserie o para que, el “casi” Colocolino sea protagonista de un reality… y en este caso, capaz que tenga que abandonar por convivencia.
El director deportivo de Colo Colo, Marcelo Espina declaro,” Nunca ha sucedido algo parecido”, o lo expresado por el técnico Mario Salas quien explico, “Tenemos la fe y la confianza de traer un verdadero refuerzo”. Ambas declaraciones son una especie de sentencia de este raro e inédito episodio, y sea cual sea su desenlace las partes (Juan Carlos Gaete y los Albos) ya están “chamuscadas”, 15 días es mucho tiempo para no resolver esta situación, a menos de un mes de empezar el torneo nacional y las copas internacionales.Este caso, si bien no es igual, en algo se parece a lo sucedido, allá por la década del sesenta, cuando Pedro Araya (apodado el “Garrincha” chileno), integrante del poderoso y legendario “Ballet Azul”, no quiso incorporase al Club Santos de Brasil cuando el Rey Pele brillaba en todo su esplendor y era el indiscutido mejor jugador del planeta. O Rei quería tener de compañero al chileno. Recuerdo que por entonces se decía que su madre no quería que fuera al equipo brasilero, razón que el desmintió 40 años después, aclarado que fue un tema económico entre los clubes, un poco tarde diría yo. Al final fue transferido al modesto San Luis Futbol Club de México, club hoy desaparecido.
En estos tiempos, en que las transferencias de futbolistas alcanzan cifras siderales y en bien de salvaguardar el patrimonio de jugadores y clubes, es urgente contar con Psicólogos o Psiquiatras que realicen un excautivo examen psicológico para certificar, si un futbolista esta apto o no para trabajar en un determinado equipo. No solo es importante que las piernas anden bien, también los es la cabeza.
Conversando y analizado este tema con el Psicólogo Miguel Rivera, llegamos a la conclusión, que hay jugadores para equipos grandes otros para clubes chicos, también los que rinden en la Selección y los que no. Están los que se echan el equipo al hombro y los que “arrugan”. A los que les pesa la camiseta y los que se agrandan con ella. Algunos hasta se transforman en “representantes” del técnico dentro de la cancha, al mismo tiempo otros que “le atornillan al revés”. A veces hay futbolistas más importantes fuera de la cancha que dentro de ella. Y por fin están los buenos pa’ la pelota y los pichangueros, estos últimos son los que me gustan a mi cuando vamos ganando cuatro a cero.
Para terminar, y saliéndome del futbol, quiero desde esta tribuna, rendir un humilde pero sentido homenaje a mi amigo Alberto “Gato” Gamboa, que falleció la semana pasada, cuando le faltaban solo días para cumplir 98 años. Compartí con él por casi treinta años en la mesa de los miércoles, que hace un año la rebautizamos “mesa del Gato Gamboa”, mesa que compartimos con otros muy grandes y buenos amigos. Él nos enseñó muchas cosas, con su sincera modestia, lealtad y generosidad en el respeto para los que no pensaban como él. Muy merecido fue el premio nacional de periodismo otorgado en el 2017, reconocimiento que se le debió dar muchos años antes y como dicen por ahí, más vale tarde que nunca. A Maria Estela su admirable esposa, que lo cuido hasta sus últimos días, le digo, que soy un agradecido de haber contado con su fraternal amistad y que permanecerá por siempre entre nosotros. Alberto, querido Gato descansa en paz, que te lo mereces.