Video de Portada: Este tipo de manifestaciones, como la captada en las calles de Helsinki, en el día de su Independencia, ocurren en toda la Unión Europea. Los recientes éxitos electorales de partidos ultraderechistas en Alemania y Austria han dado la puntilla al discurso bienpensante que aseguraba que la victoria de Emmanuel Macron en las presidenciales francesas había puesto coto al auge de estas fuerzas en Europa. La ultraderecha sigue gozando de buena salud en el continente y tiene en jaque al proyecto europeo.

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Por Martín Poblete

Entre los hechos políticos mas destacados del año, está el giro a la derecha, con diferentes grados de énfasis, en los países de la Unión Europea.   Este fenómeno tiende a favorecer a partidos relativamente nuevos, algunos registraron su primer ingreso a parlamentos nacionales o locales en 2018; estos flujos del electorado en países democráticos han ido en desmedro de los partidos tradicionales de centroderecha y de los partidos conservadores tradicionalistas, situación particularmente notoria en Alemania y España, sin perjuicio de los sucesos en  Austria y Polonia, así como de recientes hechos políticos en Italia y Francia.
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En el caso alemán, el nuevo partido proclamando ser alternativa para Alemania, captó votos de las tradicionales fuerzas de centroderecha, la Democracia Cristiana y sus aliados de la Unión Socialcristiana de Baviera, así como también se ha mostrado capaz de movilizar a quienes se habían abstenido de votar en las últimas dos décadas;  en variable preocupante para algunos observadores, ha surgido en la segunda mitad del año que termina un grupo llamado Generación Identidad integrado por jóvenes educados, quienes dicen ser diferentes del pasado nazi en la primera mitad del Siglo XX, como de las fuerzas protagonistas del ordenamiento de Postguerra, esto está por verse.   Valga recordarlo, el Partido Nacional Socialista (Nazi) fue fundado por una veintena de hombres jóvenes en el taller de un cerrajero, Anton Drexler, ahí estuvieron Adolf Hitler, Ernst Rohem, y el Dr. Franz Joseph Goebbels, entre otros; lo demás es historia.  En desarrollo paralelo, la decadencia del socialismo democrático alemán libera electores desconcertados, indignados, fácil presa para estas nuevas formaciones políticas.
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En cuanto a España, sucesivos casos de corrupción arrastrando a dirigentes locales y nacionales, incluyendo a un tesorero y a uno de los fundadores del Partido Popular, unido a la percepción de parálisis en el gobierno de Mariano Rajoy, precipitaron la caída drástica de la votación de dicho partido, abriendo espacios al surgimiento de una fuerza de reciente formación, VOX, cuya presencia en el sistema español de partidos políticos había sido estrictamente marginal.
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La elección autonómica en Andalucía el pasado 2 de diciembre cambió el cuadro,  de cero representantes en el  Parlamento autonómico, VOX pasó a elegir doce;  de la marginalidad, a protagonista del nuevo ordenamiento político, cuyos votos se proyectan claves en la investidura del nuevo gobierno presidido por el líder Popular andaluz, Juan Manuel «Juanma» Moreno.   Asimismo, los diputados de VOX fueron decisivos en elegir Presidenta del Parlamento Autonómico a Marta Bosquet, de Almería, destacada integrante de Ciudadanos.    En interesante coincidencia, encuestas posteriores conducidas separadamente por Demoscopia y GAD 3, indicaron que un 40% de los electores de VOX   en Andalucía habían votado por el Partido Popular en las dos elecciones anteriores, un 15% lo habían hecho por el PSOE, mientras el 45% restante no habían votado en comicios anteriores.
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Mas allá de los factores propios de cada país, estos giros a la derecha en Europa vienen marcados por tres tendencias transversales, desde indignados decepcionados con la política, pasando por electores habitualmente inclinados a favorecer a partidos del orden tradicional de Postguerra, a  los escombros del comunismo al estilo soviético y los socialismos marxistas en sus variados pelajes.
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La primera de estas tendencias transversales es la percepción de que los partidos políticos democristianos y socialdemócratas, especialmente, no son capaces de ofrecer soluciones viables a las exigencias del capitalismo financiero de la Globalización.
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La segunda, relacionada con la primera, es la desconfianza creciente en las instituciones europeas creadas por el Tratado de Maastricht, esta desconfianza  se fija de modo muy particular en la Unión Europea, su frondosa burocracia / tecnocracia en Bruselas, el Parlamento Europeo en Estrasburgo, y el Banco Central Europeo;  el euroescepticismo es transversal.
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La tercera es el rechazo a los inmigrantes provenientes de países árabes musulmanes en el Norte de África;  en este asunto, los culpables se los percibe tanto en las instituciones europeas como en los partidos políticos protagonistas en Maastricht.   Habrá novedades en el 2019.