Las seis tesis de Joaquín Fermandois (*):

1.- Es un tema de nuestro tiempo; no surgió de la historia de Chile como pecado único y definitivo. No hay persona, país o civilización que no esconda alguno en lo recóndito de su conciencia, condición básica de la existencia. En lo básico, el conflicto existe porque en el mundo estos debates surgieron con el fin de la Guerra Fría y revierten por aquí. No se trata de una planta criolla u «originaria», sino de temáticas de la modernidad, ya sean serias o fashionables.

2.- El grueso de la población mapuche se fundió con la sociedad mestizo-criolla, en un proceso que se inició en los siglos coloniales. Una minoría, que conserva elementos sustanciales de una tradición precolombina -lengua, religión en parte, usos culturales-, es la que vive en La Araucanía, pero en lugares donde al menos desde hace siglo y medio interactúa con una muy amplia mayoría mestizo-criolla, que también merece protección y respeto de la nación toda frente al intento de efectuar una limpieza étnica con ellos.

3.- La expansión -imparable hasta ahora desde los 1990, bajo todos los gobiernos- de una rebelión larvada, agitando grietas reales como siempre las hay en la sociedad humana y que se deben tratar como

tal, prosigue la tradición del conflicto de (muy) baja intensidad en comparación con lo fulminante de las guerras entre ejércitos, y se le debe tratar como tal. Sin embargo, si toda guerra solo puede tener una solución racional si se la orienta a un objetivo político, los conflictos de este tipo «irregular» son más políticos todavía. Eso sí, atención a esto, que muchas veces estas revueltas buscan que la acción de la autoridad provoque víctimas en medio del enredo factual y emocional de las bataholas; para no pisar el palito, como para no creer en el «buen salvaje» oprimido.

4.- En estas páginas se han dado buenas ideas para una política de largo plazo. Sin embargo, no creo que sea de mucha utilidad seguir el modelo de Nueva Zelandia (lo conozco poco), Australia o Canadá (hay críticas), donde economías desarrolladas se permiten mantener a poblaciones indígenas en un limbo de seguridad. Quizás solo son una mera modernización de las antiguas «reducciones» del XIX. Cuestionable, entre otras razones porque es una vida de la cual no surge la espontaneidad de la sabiduría de la sociedad primigenia; se parece más bien a una utopía del pasado, mecánica, fabricada; y porque la atención actual -lo global que revirtió en estas costas-, que tiene algo de «onda», como tantos fenómenos de la historia, puede desvanecerse en pocas décadas y ser sustituida por otras ondulaciones que dejarán a estas poblaciones a la intemperie, desprovistas de la habilidad para insertarse en su entorno, única fuente de donde puede emerger una creación particular.

5.- El traspaso de tierras ha sido un sonoro fracaso. No existe consigna más mendaz, ya que, más allá de una suma de casos puntuales que se podrían discutir, el problema no reside allí. Además, desde hace ya mucho tiempo la tierra no alcanza para todos, aquí o en cualquier parte; el amor a la tierra y la cultura que de ella emana no van a provenir de la propiedad de este o aquel número de hectáreas. Surgirá de un cultivo del espíritu, de la educación por el respeto a la naturaleza, por la inteligencia y energía en organizarnos, etcétera.

6.- La fuente del furor se condensa en el estribillo de «deuda histórica», falacia acatada cual consigna, exacerbando las grietas del presente. Como en el caso con Bolivia, hay que repetir aquello de que reparar el siglo XIX destruye al siglo XXI. Mejor emprender el largo camino de construir una coexistencia e integración fecunda, que no es tarea imposible.

(*)  Licenciado en historia Universidad Católica de Valparaíso, 1970. Estudios de historia contemporánea en Alemania Federal y España. Doctorado en historia en la Universidad de Sevilla, 1984. Beca Guggenheim, 1989. Ha sido profesor en la Universidad Católica de Valparaíso y en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Desde 1971 hasta la actualidad ha sido profesor de historia contemporánea en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP). Investigador visitante de la Universidad de Georgetown; profesor visitante de las Universidad Libre de Berlín y de la Universidad de Hamburgo. Especialización en historia de las relaciones internacionales e historia de las ideas y de las ideologías.

Las tesis de Francisco Huenchumilla, senador y autor del libro Plurinacionalidad (*)

El ex intendente de la región de La Araucanía, Francisco Huenchumilla, presentará esta semana su libro Plurinacionalidad. El nuevo pacto, texto en el que repasa su experiencia como autoridad en la zona, destacando las propuestas para destrabar el conflicto que se vive entre el pueblo mapuche y el Estado chileno.

Propone una alternativa política. Dice que su mirada es una interpelación al Estado, a los partidos políticos y los gobernantes: “Si en la región de La Araucanía es el único lugar en Chile donde tenemos un clima de violencia política, la pregunta en consecuencia es por qué hemos llegado a lo que hemos llegado. Yo me calificaría como un político que logra entender las causas de un fenómeno nacional”, declaró en una entrevista con la Radio Universidad de Chile.

Según Huenchumilla, la idea del Estado plurinacional se ha ido integrando al debate político: “Lo primero en la Concertación fue el reconocimiento constitucional, hasta el gobierno de la presidenta Bachelet. Es difícil avanzar en ese concepto si no se debate, de tal manera que yo creo que el gobierno no tenía en su programa reformar el Estado en uno plurinacional. El gobierno hablaba de autonomía, de territorio, pero no entraba a este concepto que va entrando lentamente en Chile, el que está vigente en todo el mundo menos en Chile. El 90% de los estados en el mundo son plurinacionales”, indicó.

Tomando en cuenta la estadística, no sería atípico que en nuestro país se instaurara ese tipo de organización de Estado, afirmó Huenchumilla: “Lo excéntrico es este país que no quiere mirarse al espejo y reconocer sus orígenes, su estructura, la realidad sociológica que la compone, los distintos pueblos que han compuesto la nación chilena. En el mundo es un tema superado, acá estamos atrasados”.

El ex intendente explicó que “el Estado chileno se crea unos 30 años después que estalla la Revolución Francesa, donde nace este concepto de Estado nación, donde los franceses imponen al resto de los pueblos el concepto de Estado nación francesa y la soberanía nacional. Entonces los países que entran en la independencia, Chile específicamente, toma ese concepto, pero en ese momento la nación chilena no existía, porque el Estado es una ficción jurídica, es una creación jurídica de soberanía territorial, pero la nación es una cosa que no se crea, nace por la cultura, la religiosidad, la lengua, se va creando con el tiempo. Por ignorancia, esto no ha estado presente en el debate de los candidatos”.

En ese sentdo, Huenchumilla añadió que un Estado plurinacional reconoce a todos los pueblos que han conformado el país, pasando los pueblos originarios a ser partícipes del desarrollo del territorio: “Esto no es un invento de los mapuches, está en el Derecho Internacional público de las Naciones Unidas. Hay instrumentos jurídicos, que incluso son parte de la legislación chilena”, concluyó.

(*) Francisco Huenchumilla Jaramillo (Temuco, 22 de marzo de 1944 -74 años). Abogado, académico y político del Partido Demócrata Cristiano. Senador por la 11° Circunscripción, Región de La Araucanía, período 2018-2026. Diputado en tres períodos consecutivos entre 1990 y 2002 en representación del Distrito N°50, Región de La Araucanía. Intendente de la misma región entre 2014 y 2015, durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet. Alcalde de Temuco, entre 2004 y 2008. Ministro Secretario General de la Presidencia, entre 2003 y 2004, durante el gobierno de Ricardo Lagos Escobar.