Por Walter Krohne
La cumbre del G20 ya ha comenzado en Buenos Aires, pero se puede decir también que ya casi está terminando y como ocurre en múltiples ocasiones en estos mega eventos, son poquísimas las esperanzas de acuerdos capaces de reorientar las complejas relaciones mundiales. El domingo sólo quedarán las últimas despedidas y apretones de manos y todo seguirá con las mismas perspectivas o el mismo pesimismo de antes en el mundo actual.
Son reuniones que se iniciaron en otra época cuando existía el antiguo G 8 con los ministros de finanzas y gobernadores de los respectivos bancos centrales, que fueron ideadas como un espacio de reflexión, cooperación, análisis del sistema financiero, el crecimiento económico internacional, la estabilidad de los mercados y también todo lo que tiene que ver con la paz y la seguridad mundial.
Cuando se planeó que Argentina fuera el país anfitrión de los jefes de Estado de las principales economías del mundo en la cumbre del G20, el gobierno vio la reunión como una oportunidad dorada para mostrar a la nación como estable y próspera.
Sin embargo, los líderes mundiales que han llegado y siguen llegando, se encuentran con un país que atraviesa por una severa recesión.
Después de los doce años de gobiernos de izquierda liderados por los presidentes Néstor Kirchner y su esposa, Cristina Fernández, Argentina cayó en el impago de su deuda externa, lo que ahuyentó a los inversionistas y cultivó vínculos cercanos con China y Rusia conforme se distanciaron las relaciones con Estados Unidos.
Desde su elección en 2015, Macri, un político de centroderecha, ha buscado restaurar la confianza de los inversionistas al controlar el gasto público. También ha cambiado el curso de la política exterior de Argentina al retomar las relaciones con el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump. Además, se ha esforzado para posicionar a Argentina como un país prominente en debates globales en temas como el cambio climático, la migración y la política comercial.
Macri quiere que Argentina esté en el centro del mundo mostrando una fortaleza que no tienen sus vecinos ni Chile, Paraguay, ni Uruguay ni menos Bolivia, pero si Brasil. “Hay que convertir todo esto en nuevas oportunidades para el país”, dijo Macri antes del inició de la cumbre.
Crisis por todos lados
Los líderes de las mayores economías del mundo han llegado a un país que enfrenta muchas dificultades que han significado la caída de Macri en las encuestas. El descontento social es potente y Buenos Aires está copado de manifestaciones sociales y bloqueos callejeros.
Varias huelgas y manifestaciones y amenazas de bombas condujeran al desalojo de la Embajada de Estados Unidos, el Senado, un banco, un hospital y el aeropuerto regional. Todas resultaron ser falsas alarmas. Pero el gobierno culpó a un grupo anarquista por una bomba casera que fue lanzada al hogar de un juez. Según el diario The New York Times, otro episodio inusual fue el arresto a mediados de noviembre de dos ciudadanos argentinos acusados de tener vínculos con Hezbolá. Sus familiares negaron que ambos hombres, de 23 y 25 años, fueran terroristas.
El Centro de Estudios Legales y Sociales, un grupo de derechos humanos de Argentina, afirma que el gobierno ha usado la cumbre del G20 como una “excusa para endurecer aún más su discurso contra la protesta social y las manifestaciones callejeras y para exagerar su guerra contra el terrorismo“.
En la ciudad, muchas personas ya desean que todo este asunto se acabe y pronto. “Tenemos un país tan grande, ¿por qué tenían que venir aquí?”, se preguntan algunos bonaerenses desesperados.
Una rutina sin grandes esperanzas

Los presidentes Vladimir Putin, de Rusia, a la izquierda, y Donald Trump, de Estados Unidos, sostienen una conversación durante la cumbre del Grupo de los 20 en Hamburgo, Alemania, el viernes 7 de julio de 2017, conversación que al parecer no se dará en Buenos Aires.
En esta rutina conocida de cumbres, regionales o mundiales se contempla el análisis de las relaciones internacionales del momento, siguiéndose un sistema y ordenamiento conocido y en vigor ya desde hace más de setenta años.
Muchas veces los temas quedan a medio camino, como podría ser que ocurra ahora en el G-20, aunque, a pesar de la presencia del presidente estadounidense Donald Trump se reconoce que muchos logros pueden ser posibles aún, ya que históricamente han surgido soluciones para grandes problemas o desafíos, adoptándose las medidas necesarias. En definitiva, estos ejercicios son útiles, y si no existieran, muchos aseguran que sería necesario inventarlos.
Trump es en si un problema porque no es político y no sabe de cómo resolver los problemas a través del diálogo político y la no violencia, aparte que sus asesores no le ayudan mucho. Sus amenazas son sus armas y justamente este jueves Trump decidió rechazar un encuentro con el líder ruso Vladimir Putin durante la cumbre en Buenos Aires debido al incidente en el estrecho de Kerch ocurrido el domingo cuando Rusia incautó dos lanchas cañoneras y un buque remolque ucranianos que navegaban en dirección al estrecho de Kerch, el único acceso al Mar de Azov, luego de que las naves no respondieran la orden de detenerse, según explicó el Servicio de Seguridad Federal ruso.
La agencia rusa Sputnik añadió que las provocaciones fueron coordinadas por dos oficiales del Servicio de Seguridad de Ucrania, quienes estaban en las naves. Otras versiones señalan que el incidente fue planeado por las inteligencias de EE UU e Israel.
El jefe de la Casa Blanca escribió sobre esto en su página de Twitter el jueves. “Basado en el hecho de que los barcos y los marineros no son devueltos a Ucrania desde Rusia”, dijo Trump, “decidí que sería mejor para todas las partes interesadas cancelar mi reunión previamente programada en Argentina con el presidente Vladimir Putin”.
Seguidamente Trump agregó que esperaba con impaciencia “una cumbre importante [ruso-estadounidense] tan pronto como se resuelva la situación actual”.
Lo que dijo por Twitter es una de las tantas contradicciones que se le conocen a Trump ya que el mandatario dijo antes en una entrevista con periodistas que la reunión bilateral más bien tendría lugar en Buenos Aires, ya que ahora era “un momento muy bueno para ella”. También afirmó que tomaría una decisión sólo después de recibir el informe final de sus asistentes sobre seguridad nacional y política exterior con respecto a lo que sucedió en el estrecho de Kerch.
En el art. 21 de la Convención de ONU sobre el Derecho del Mar de 1982 se establece que el estado costero no sólo debe actuar de acuerdo con las normas del derecho internacional, sino también de acuerdo con las normas de su legislación. Rusia, ante la violación de las fronteras por los buques de guerra ucranianos, defendió su soberanía y actuó en total conformidad con sus leyes.
El problema es que la provocación de las autoridades ucranianas tiene consecuencias de largo alcance. Si Kiev no es responsable por su aventura, otros estados pueden tomar su ejemplo en otras regiones y también tratar de probar la solidez de las fronteras marítimas de los países con los que tienen relaciones tensas.
En el mundo hay suficientes estados que se niegan a reconocer las fronteras con sus vecinos. El derecho internacional y la Carta de la ONU en tales casos llaman a negociaciones de paz. Pero si algún país comienza a utilizar las fuerzas armadas, el derecho internacional permite acciones de respuesta. Y esas situaciones han sucedido. Basta recordar la historia del conflicto anglo-argentino de 1982 en torno a las Islas Falkland. Inglaterra resolvió muy ligeramente la cuestión cuando su soberanía en esos territorios se intentó discutir por la fuerza. Ha habido incidentes entre diferentes estados por islas en el Mar de China Meridional que terminaron en negociaciones.
Llamado al diálogo de Mauricio Macri
El Presidente de Argentina, Mauricio Macri, llamó este viernes a los líderes mundiales presentes a debatir sobre sus diferencias y a «estar a la altura», admitiendo que los últimos cambios globales han generado «tensión entre nuestros países»; no obstante, recalcó que «la esencia del G20 es promover el diálogo» y que «acá los líderes hablamos cara a cara».
«Quiero invitarlos a que trabajemos juntos para aprovechar los mecanismos que hoy tenemos a nuestro alcance. Y a que debatamos sobre qué otros mecanismos vamos a necesitar para seguir dando repuestas coordinadas», afirmó. Añadió que «los desafíos globales requieren soluciones globales», por lo que resulta vital «promover el dialogo que respete las diferencias e impulse acciones basadas en intereses compartidos». «Para mi la forma es dialogar, dialogar y dialogar», añadió ante presidentes como Donald Trump (EE.UU.), Vladimir Putin (Rusia) y Xi Jinping (China).
El llamado, dijo, es a que pongan «la misma urgencia que en 2008», cuando se reunieron por última vez. «El consenso no es algo que se construye de la noche a la mañana. Tiene avances y retrocesos que continua después del G20. Es mejor cuando se plasma en acciones concretas», enfatizó.