Foto de portada: Humberto Eco
Por Martín Poblete
La elección, democrática, legítima, de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil ha traído consigo la esperable andanada de adjetivos lanzados por los derrotados y sus contrapartes en la dispersa izquierda latinoamericana: aventurero, demagogo, populista, tránsfuga, todos ellos acompañados por el máximo epíteto cargado de polémica: «fascista»; ¿de que están hablando?
El fascismo, en cuanto fuerza política organizada, fue fundado en Italia por Benito Mussolini, un político socialista de profesión periodista, con alguna formación intelectual básica, hablaba fluidamente alemán y francés, a comienzos de 1914 las oficiaba de director del diario socialista Avanti: el estallido de la Primera Guerra Mundial resultó en las invectivas de Mussolini contra los líderes socialistas a quienes acusó de rehuir la responsabilidades de Italia evitando entrar al conflicto, escudados en un falso pacifismo, además les enrostró haberse entregado a servir los intereses de los jefes políticos liberales Giovanni Giolitti, Francesco Nitti y Antonio Salandra. Expulsado del Partido Socialista, Mussolini se enroló en el Ejército, fue herido en combate a comienzos de 1917, a fines de 1918 en Milán fundó el Partido Fascista Italiano, presentó lista en las elecciones municipales de 1919, sus candidatos sacaron poco mas de ocho mil votos, no les alcanzó para elegir ni siquiera un concejal; sin perjuicio del fracaso electoral, Mussolini organizó los «fascios di combatimento», fuerzas de choque destinadas a barrer de las calles, plazas y caminos de Italia primero a los comunistas, luego a los socialistas, después a los populares/socialcristianos.
En 1921, Mussolini, retractándose de pasados insultos, hizo alianza con los liberales de Giolitti logrando elegir treinta y cinco diputados al Parlamento; en octubre de 1922, Mussolini juraba como Primer Ministro de Italia formando gobierno de coalición con aquellos a quienes antes había insultado y denunciado; por lo anterior, el intelectual socialista Gaetano Salvemini describió al fascismo como un movimiento «esencialmente fraudulento». A corto andar, la dinámica política fascista eliminó a los efímeros socios, consolidando un régimen totalitario de partido único. Los sucesos en Italia tuvieron considerable impacto en la Europa de su tiempo, especialmente en Alemania, dónde Adolf Hitler modeló el nacional socialismo alemán en el exitoso fascismo italiano; y en España, dónde surgió el mas ideológico de los partidos fascistas, la Falange Nacional Española.
La Segunda Guerra Mundial dejó al fascismo aparentemente condenado a los archivos, bibliotecas, de universidades y centros de estudios; sin embargo, en círculos de izquierda no se olvidaba lo sufrido por esas fuerzas durante los años cuando recibieron el ataque de los totalitarismos fascistas, en particular la prolongación del régimen del General Franco en España tenía el efecto de mantener abiertas las heridas. En ese contexto, en los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el historiador inglés Eric Hobsbawm formuló una nueva definición del fascismo: » Es la última, extrema, reacción conservadora frente a procesos de cambio, reforma y/o revolución»; esta descripción fue ampliamente aceptada por la izquierda en su mas amplio abanico, desde el comunismo soviético, pasando por socialistas marxistas en todos sus variados pelajes, hasta social demócratas en el esquema europeo occidental.
El surgimiento de partidos políticos neofascistas en Italia y Francia, el italiano, encabezado por Matteo Salvini, ya en el poder formando parte de un gobierno de coalición, cualesquiera coincidencia no es casualidad; el francés con representación parlamentaria; de un partido explícitamente neonazi en Grecia; de otro nacionalista en Alemania ya presente en el Parlamento Federal y en todos los Estados de ese país; ha generado renovado interés en el fascismo, al respecto valga recordar el documento dado a conocer por la Falange Nacional Española en enero de 1935, elaborado por su líder fundador José Antonio Primo de Rivera, aquí van algunas definiciones de un extenso trabajo: Unidad política de España y eliminación de los separatismos regionales; abolición de los partidos políticos; establecimiento de una dictadura nacionalista liderada por la Falange; fortalecimiento de las Fuerzas Armadas; implementar un sistema nacional corporativo con representación de todas las actividades económicas de España, incluyendo a empresarios y trabajadores; respetar la propiedad privada, pero nacionalizar las entidades crediticias o ponerlas bajo la tuición del Estado, a fin de frenar la usura capitalista.
La elección del Presidente Donald Trump en Estados Unidos, alertó a círculos académicos de un potencial riesgo fascista, el primero en advertirlo fue el Profesor Robert Kagan (Brookings Institution; University of Texas) en un provocativo artículo titulado: Así es Como el Fascismo llega a America, publicado en versión periodística en el Washington Post, 18 de mayo de 2017. A corto andar, la ex-Secretaria de Estado Madeleine K. Albright publicó un trabajo titulado «Fascismo: Una Advertencia (W. Collins,NY, enero 2018); seguida por el Profesor Timothy Snyder (Yale University) con el sugerente título de The Road to Unfreedom, Yale U. Press, New Haven CT 2018.
En otro perfil, el Profesor Michael Brenner, University of Pittsburgh, publicó un erudito trabajo: The Essence of Fascism (Pittsburgh, PA 2018) en el cual incluye la notable tipología del novelista Umberto Eco, aquí van algunos puntos: 1. La tradición entendida como mitología de gloriosas virtudes y hechos heroicos; 2. Rechazo de las ideas de la Ilustración con su énfasis en individualismo y racionalidad; 3. Exaltación de la acción por sobre elaboraciones intelectuales, recuerda la interpelación de Mussolini al filósofo Giovanni Gentile: «El fascismo es acción, acción y mas acción»; 4. Intolerancia frente a la crítica cualesquiera sea su fuente de origen; 5. Proyección de mística unidad nacional que subordina todos los particularismos; 6. Extrapolación del héroe wagneriano (Sigfried) a la figura del líder símbolo de fuerza, voluntad y superioridad.
Jair Bolsonaro asume la presidencia de Brasil el martes 1° de enero de 2019, estaremos observando.