Parece que comienza a dominar en el mundo la ley de la selva: El asesinato más sanguinario, salvaje  y silencioso para acallar a los críticos ¿Qué opina Trump de todo esto? 

Por Walter Krohne (añade análisis de Martín Poblete)

El caso del periodista Jamal Khashoggi  no ha sido la primera víctima mortal de un “escuadrón de la muerte” dispuesto a todo con tal de satisfacer o cumplir las órdenes del régimen saudí.

Khashoggi murió salvajemente asesinado – torturado, descuartizado vivo y luego lo que quedó de su cuerpo fue disuelto en ácidos en el Consulado de Arabia Saudita en Estambul. Esto ocurrió el 2 de octubre pasado (ver artículos e informes anteriores sobre este tema en Kradiario).

Jamal Khashoggi tuvo que desaparecer de la faz de la tierra para lograr algo que nunca pudo cuando fue periodista: atraer la atención del mundo hacia la brutal represión y censura en la que vive Arabia Saudita, su país natal, hoy gobernado por el octogenario rey Salmán bin Abdulaziz y su hijo, el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán de solamente 33 años (en la foto de portada).

«Lo que más necesita el mundo árabe es libertad de expresión», escribió Khashoggi en su última columna,  en la que también denunció que la mayoría de países árabes tiene a sus ciudadanos «desinformados o mal informados», por lo que «no pueden abordar adecuadamente, y mucho menos discutir en público, los asuntos que afectan a la región y sus vidas cotidianas».

Nadie sabe nada concreto, nadie quiere seguir investigando por miedo y el Consulado, como es un recinto diplomático al que no se pudo ingresar el mismo día del asesinato o al día siguiente y por lo tanto no se ha podido investigar a fondo lo que ocurrió en ese recinto. Sin embargo en Riad (capital de Arabia Saudita) ya deben estar de vuelta los quince “carniceros del desierto”, como se le ha llegado a llamar a este nuevo «escuadrón de la muerte».

Ellos ingresaron a Estambul por vía áerea en un vuelo regular y volvieron a salir de Turquía unas diez horas horas después, “tras el trabajo cumplido”, limpio y sin dejar rastro alguno.

Así están las cosas, mientras el mundo sigue dando vueltas y vueltas,  el caso del periodista sin resolverse comienza a olvidarse. Pronto será quizá, a pesar de las presiones occidentales, otro caso cerrado.

El régimen saudí, dirigido de facto por el príncipe heredero Mohamed bin Salman (MbS), cuenta desde hace algo más de un año con un grupo denominado ‘el comando Tigre’, un equipo de unos 50 miembros experimentados de los servicios secretos y el Ejército con una misión clara pero encubierta hasta la fecha: eliminar a los disidentes tanto dentro como fuera de Arabia Saudita.

Según revela este martes  la prensa del Medio Oriente este comando que intenta operar en la sombra está formado íntegramente por fieles del poderoso Mohamed bin Salman, señalado éste ahora como cerebro y responsable último del asesinato del periodista crítico Khashoggi.

El investigador principal de Mediterráneo y Mundo Árabe del Instituto Elcano y máster en Estudios Árabes Haizam Amirah-Fernández dijo que «nunca antes ningún príncipe en la historia del Estado saudí había acumulado tanto poder en sus manos, y mucho menos un príncipe tan joven y tan inexperto. Es un joven extremadamente ambicioso, con una voluntad de emprender aventuras sin haber medido las consecuencias”, añadió el experto.

Los integrantes del «Tigre» matan sin dejar rastros para liberarse de los críticos y evitar “las detenciones sin sentido o los interrogatorios”, esto porque al príncipe heredero le parece una pérdida de tiempo. Una vez que los críticos del régimen son detenidos, aumentan de inmediato en todo el mundo las presiones para que «los detenidos» sean otra vez liberados y estas presiones sólo consiguen que el príncipe pierda su valioso tiempo». “Es por eso que se prefieren los asesinatos silenciosos”, dijeron fuentes especialistas del Medio Oriente publicadas por The New York Times, uno de los diarios más serios y creíbles del mundo.

El sistema y el pensamiento mismo es horroroso pero no sería extraño que sea imitado muy pronto por otros grupos o estados violadores de los derechos humanos, como comentó una fuente árabe.

Los métodos empleados por este escuadrón de la muerte saudi varían según el objetivo y no siempre implican mancharse las manos de sangre. La especialidad es hacer que parezca un accidente.

Una de las primeras operaciones secretas del ‘grupo Tigre’ fue el asesinato del príncipe bin Mogrem, exgobernador de la provincia de Asir en Araba Saudí. Mogren, firme opositor del ascenso del poderoso Mohamed bin Salman, murió cuando su helicóptero se estrelló cerca de la frontera con Yemen, recordó este martes el diario MiddleEastEye. Mogrem estaba  huyendo de la purga de altos rangos de la administración saudí impulsada por el príncipe.

Contra toda la disidencia

Otra de las víctimas de este comando antidisidencia fue el juez Suliman Abdul Rahman al Thuniyan, que falleció en un hospital de Riad el pasado 1 de octubre. «Creo que le inyectaron virus mortales cuando fue a hacerse un chequeo y todo acabó pareciendo una muerte natural», asegura esta fuente saudí en la que se basa la fuente  del MiddleEastEye. Su pecado mortal fue, al parecer enviarle una carta al príncipe en la que se oponía a su política de crecimiento ecónomico Vision 2030.

Según la fuente saudí «muy conocedora de las entrañas de los servicios secretos», como prueba del «éxito» de la misión Khashoggi, los miembros del escuadrón llevaron hasta Riad los dedos del periodista para «presentárselos» al príncipe saudí Mohamed bin Salman.

Presidente turco

Recep Tayyip Erdogan (en la foto de archivo con la líder alemana Angela Merkel) declaró este martes que la muerte del periodista saudí Jamal Khashoggi en el consulado de su país en Estambul fue resultado de “un asesinato planificado”. Al presidente de Turquía no le cabe la menor duda y así lo detalló  este martes en el Parlamento de Ankara durante una intervención como publica La Vanguardia de Barcelona.

“El asesinato pudo haber ocurrido en el consulado, oficialmente territorio saudí, pero está en nuestro país. No puede ser ocultado por la inmunidad diplomática”, declaró Erdogan. Además, recomienda que los autores del crimen sean juzgados en Turquía y no en Arabia Saudita.

Erdogan relató en la cámara numerosos detalles revelados por la investigación turca, empezando por la llegada de un equipo saudí el día anterior al crimen, que inspeccionaba diferentes localidades de la región de Estambul para preparar el asesinato. Este grupo, formado por 15 personas, contó con la colaboración de otras tres personas que se sumaron más tarde, señala el presidente turco Erdogan, quien también encabeza un régimen autoritario.

Según el dirigente turco, lo primero que hizo este equipo fue llegar al consulado, acceder a un disco duro y llamar al periodista para confirmar su cita para entregarle unos papeles relacionados con su boda. Khashoggi entró solo (pasado el mediodía)  en el consulado y su mujer dio la voz de alarma a las 17:15 horas del 2 de octubre. Ella denunció que su prometido seguía allí dentro contra su voluntad y que le podía pasar algo malo. Fue con esta denuncia con la que las autoridades turcas empezaron su investigación.

El presidente Erdogan  con la investigación del caso Khashoggi en marcha, llamó al rey de Arabia Saudí, Salmán bin Abdulaziz, el 14 de octubre para explicarle su intención de implicarse para hallar toda la verdad. A raíz de esta llamada las autoridades turcas por fin pudieron entrar en el consulado en busca de pistas.

Unos días más tarde, el 19 de octubre, los saudíes reconocieron que Khashoggi había muerto dentro del consulado fruto de una pelea. Una versión que no convenció ni a Turquía ni a la comunidad internacional. Riad ha recibido el respaldo tenue de la Administración Trump, que ha eludido un discurso duro contra su aliado en Oriente Medio. La riqueza petrolera saudi lo salva todo, al menos eso parece.

¿Quién era en realidad el periodista asesinado?

Aporte del analista de Kradiario Martín Poblete

Jamal Khashoggi no era propiamente un disidente, tampoco un activista político adverso al régimen gobernante en su país de origen; era un intelectual activo en las principales universidades occidentales, dónde solía ser invitado a seminarios y simposiums sobre cuestiones relacionadas con el Medio Oriente.   En su calidad de periodista profesional, quien hablaba inglés fluidamente,  solía escribir en  las páginas de opinión de dos importantes medios occidentales, The Washington Post y The Guardian (UK); ocasionalmente, sus artículos eran reproducidos en traducciones  en el ABC de Madrid y en Le Monde de París.  Cabe preguntarse  cuales podrían ser las ideas molestas para un régimen como el de Arabia Saudita.

Tanto en sus ponencias académicas como en sus artículos de opinión, Khashoggi planteaba con coherente insistencia  cuatro de los valores fundamentales de Occidente, proponiendo su adopción por  los países árabes en general y por su propio país en particular, a saber:  1.  La democracia representativa;  2.  la libertad de expresión y asociación; 3.  los derechos civiles, como son entendidos en Estados Unidos  y en el Reino Unido; 4.  la libertad de culto, entendida junto al principio de tolerancia religiosa, y a la separación de las instituciones religiosas del Islam respecto del Estado.   Estos asuntos, resueltos en Occidente entre la Paz de Westfalia  y el Congreso de Viena, siguen pendientes en el mundo árabe.

En el curso de estas tres semanas se ha publicado profusamente sobre el asesinato de Khashoggi en los medios occidentales, así como en revistas especializadas.   Ayer en el NYTimes, el ex-Secretario de Estado James Addison Baker III decía:  «Una política exterior efectiva exige balancear  principios y valores con intereses geopolíticos, esto sucede en la relación de Estados Unidos con Arabia Saudita a propósito del caso Khashoggi»;  por su parte, escribiendo en The Times de Londres, Lord Jenkins afirmaba:  «Si efectivamente fue asesinado en el Consulado Saudí en Istambul, tal crimen es una afrenta a los valores fundamentales de Occidente».  Ambos personeros se explayan en los asuntos de importancia en la relación con el Reino de Arabia Saudita, tales como estabilizar el mercado petrolífero, combatir el terrorismo, contener el aventurerismo iraní; pero ni ellos ni otros,  abordan la importante relación de los sauditas con los complejos industriales militares de Estados Unidos y del Reino Unido.

Desde la instalación de la dinastía tribal de la familia Saud en el gobierno del Reino por los británicos en la década del 1920, los sucesivos monarcas sauditas serían cautelosos en su política exterior, así se lo aseguró el fundador de la dinastía, Ibn Saud, al Presidente Franklin Delano Roosevelt en medio de la Segunda Guerra Mundial.   El asesinato de Jamal Khashoggi debe ser considerado un cambio de conducta, bajo el régimen del Príncipe Heredero  Mohammed Bin Salman.