
Mientras le practicaban la autopsia a monseñor Óscar Romero, arzobispo y defensor de los derechos humanos de El Salvador, muerto con un tiro en el corazón el 24 de marzo de 1980, durante la misa dominical y después de su prédica (ver video), alguien le extrajo un pedazo de su costilla y la conservaron en una urna de plata con forma de crucifijo que el último domingo se dejó a los pies de una imagen de la virgen en medio de la plaza de San Pedro en Roma.
Cecilia Flores – una mujer que vive, según la iglesia Católica gracias a un milagro que Dios concedió por la intercesión de monseñor Romero – también estaba presente en la plaza, junto a su hijo Juan Carlos.
Estos tres elementos combinados -la reliquia y la madre y el hijo del milagro- eran fundamentales para que monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez se convirtiera en santo de la iglesia Católica, con una ceremonia multitudinaria en el Vaticano.
Y tuvieron que pasar 38 años desde su muerte, pero parece que valió la pena: por primera vez el corazón geográfico del catolicismo estaba colmado de gorras azules y bufandas blancas, que llevaban los miles de salvadoreños que llegaron a la capital italiana, escribió el mismo domingo la BBC Mundo de Londres.