El Brexit de la primera ministra británica Theresa May está causando más dolores de cabeza en la Europa comunitaria que de lo esperado al comenzar este proceso hace un par de años. La jefa del gobierno en Londres  empleó una excesiva arrogancia al presentar su plan para abandonar la Unión Europea (UE) recibiendo un fuerte revés de los 27 socios en la reciente cumbre informal de Salzburgo.

El presidente Emmanuel Macron llamó de «mentirosos» a los políticos británicos que dicen que con el Brexit «todo va a estar bien y habrá mucho dinero».

El estadista galo, igual que otros líderes consideró  «inaceptable» el plan propuesto por May. Macron, que ha tomado parte en el divorcio entre Gran Bretaña y la UE, ha advertido de que el Brexit muestra a los demás países cuáles son la consecuencias negativas de abandonar el bloque europeo. «Aquellos que dicen que podemos vivir fácilmente sin Europa, que todo va a estar bien y que va a traer un montón de dinero a casa son unos mentirosos».

El francés hizo hincapié en los «principios muy claros» de la Unión Europea (UE) para preservar «la integridad» de su mercado único, algo apoyado por el maltés Muscat que describió como «una gran línea roja». De hecho, ha rechazado de plano la idea de May de crear una zona de libre comercio para bienes a ambos lados del Canal de la Mancha porque, según el líder galo, se dañaría la «coherencia» de las cuatro libertades que defiende el mercado único sobre la libre circulación e indivisible de bienes, servicios, capitales y personas.

Además, agregó en Salzburgo que la polémica propuesta de May, conocida como plan Chequers, «no es algo que se pueda tomar o dejar».

Los 27 países confirma su «plena unidad»

La UE se ha fijado octubre como plazo límite para cerrar un acuerdo sobre el Brexit y cumplir con el calendario previsto, un objetivo que los Veintiocho formalizarían en una cumbre en noviembre, anunció, por su parte, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. «El momento de la verdad para las negociaciones del Brexit será el Consejo Europeo de octubre.

May quiso mostrar músculo exterior ante los ultras de su partido conservador, que muy pronto celebrará su conferencia anual. Erró. E interpretó mal los buenos deseos de la canciller alemana, Angela Merkel, o del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, como un apoyo a sus planes en vez de como muestras de cortesía diplomática para no desairarla en la esfera doméstica, como opinó el diario El País.

La canciller alemana, Angela Merkel, no estrechó la mano este jueves a la primera ministra  May, en la  cumbre informal de Salzburgo.

May formaba parte del grupo de los líderes de la Unión Europea cuando llegó la canciller alemana. Al ver que Merkel se acercaba, May sonrió y se inclinó hacia delante. Sin embargo, la canciller la ignoró y se adelantó para saludar a la presidenta lituana, Dalia Grybauskaite, después de lo cual continuó saludando al resto del grupo dando la espalda a la primera ministra británica.

La arrogancia empleada por May en su discurso le jugó más encima una mala pasada. Ella calculó mal, como ya ocurrió con su antecesor David Cameron y su apuesta por el referéndum de secesión. Antes de la cumbre y en su breve discurso, lanzó un torpe ultimátum: “O sale adelante mi acuerdo [el plan de Chequers] o no habrá ningún tipo de acuerdo”. Y lo acompañó presentando en Londres un informe desatento —al menos— contra los inmigrantes europeos.

También amonestó a sus socios para que modificaran su posición. Les exigió planes alternativos, cuando es quien se va el que debe replantearlos cuantas veces convenga. Y su ministro de Economía, el prudente Phillip Hammond, sugirió que la cumbre serviría para puentear al negociador de la Unión, Michel Barnier, comentó El País.

Así que provocó una respuesta europea más dura de lo previsto. Se le invitó a hablar solo por 12 minutos, un claro desdén. Se le indicó (Tusk) que debe rehacer su plan de salida. Se rechazaron sus propuestas de una frontera tecnológica suave con Irlanda, por etéreas e insuficientes. Algunas voces recordaron que lo que es bueno para Canarias (que goza de un régimen fiscal especial y, como consecuencia, sus productos pasan control aduanero al llegar a la Península) no es una ignominia y debería servir también para el Ulster. Y se desaprobó su enfoque sobre el futuro acceso británico al mercado interior europeo, por desequilibrado, al excluir servicios, pesca, y las otras libertades de circulación.

Como remate, Malta suscitó en voz alta la conveniencia de un segundo referéndum, que obsesivamente ella se niega a plantear: si no global sobre el Brexit, debiera celebrarse sobre el acuerdo concreto de salida.