«Desenterrar al dictador no es más que luchar contra un fantasma del pasado (Padre José I. González Faus, teólogo)».
Por Martín Poblete
Entre sus variadas ocurrencias, el Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez Castejón, de reciente visita por Chile, anunció la exhumación de los restos del General Francisco Franco de su tumba, en el Valle de los Caídos.   Mas allá de las obvias conveniencias políticas, vinculando la iniciativa con la esperada revitalización del PSOE,  agitando sus menguados cuadros con algo fácilmente identificable, resulta difícil a simple vista entender la racionalidad del asunto.
El Valle de los Caídos fue construido por decisión de Franco, pensado como un lugar de reposo para muertos en la Guerra Civil española, particularmente aquellos del bando triunfador; el mismo Franco no pensaba ser enterrado allí, había comprado una tumba familiar  en el madrileño cementerio de El Pardo, dónde está sepultada su viuda doña Carmen Polo.
La idea de enviarlo al Valle de los Caídos fue de su inmediato sucesor, el patético Carlos Arias Navarro; se le sepultó en la Cripta ante el Altar de la Basílica, junto a José Antonio Primo de Rivera, quien no fue víctima de la Guerra Civil, fue asesinado poco antes mientras estaba arrestado bajo custodia de fuerzas del régimen republicano, en sentido estricto tampoco lo fue Franco, sobrevivió la guerra por mas de treinta y siete años  de una dictadura en la cual unió los cargos de Jefe de Gobierno y del Estado, gobernando con mano de hierro.   A propósito de Primo de Rivera, el proyecto incluye también la exhumación de sus restos, pero para ser trasladados a lugar menos prominente en la Basílica.
Con el paso de las semanas desde el anuncio original, el Presidente Pedro Sánchez ha ido modificando su enfoque.   En un momento, conversando con periodistas en el vuelo de Santiago a La Paz, estuvo entreteniendo la idea de armar un museo de la memoria, pero apenas de regreso en España descartó la idea; de lo dicho en los últimos días, puede inferirse la intención de terminar con el Valle de los Caídos como lugar de exaltación del Franquismo.   En paralelo, el señor Sánchez ha reafirmado su compromiso de crear una Comisión de Verdad compuesta por expertos e historiadores «…para acordar entre todos una versión de país de lo que aconteció durante la Guerra Civil, y el Franquismo».
Curioso, la Guerra Civil española es uno de los temas de historia en el Siglo XX con mayor producción historiográfica, en España y otros países, particularmente Francia, el Reino Unido, y Estados Unidos; si bien siempre cabe esperar nuevos aportes de historiadores y otros investigadores, de ahí a lograr «una versión de país» parece un tanto ilusorio.
Exhumar a tan notorio difunto implica buscar acuerdo con la familia, y con la Iglesia, la Basílica es un recinto religioso entregado a la custodia de la Arquidiócesis de Madrid.   La familia no ha dado declaración oficial todavía, tendrá quince días para objetar contados de la fecha de promulgación del decreto respectivo.  La Iglesia, por intermedio del Arzobispo de Madrid, Cardenal Osoro, ha indicado voluntad de evitar llegar a confrontación con el Gobierno, ofreciendo trasladar los restos de Franco a la Cripta de la Catedral de La Almudena.
En otra dimensión, el Presidente Sánchez, como el Cardenal Osoro, no quiere conflictos evitables.   El Valle de los Caídos pasaría a ser un cementerio civil;  sin embargo, se mantendrán la monumental Cruz y la Basílica, esta  última seguirá bajo la autoridad del Arzobispado de Madrid, regentada por frailes benedictinos.