Por Jorge Bezares
No soy creyente, pero creo en el papa Francisco. De entrada, su llegada a Roma supuso una inyección de aire fresco a toda presión en la cara de una Iglesia putrefacta y condenada por miles y miles de casos de pedofilia.
Desde que llegó al puesto de San Pedro, Francisco condenó por activa y por pasiva los numerosísimos casos de pederastia que han afectado a eclesiásticos y a algunos altos jerarcas de la Iglesia. Para muchos cristianos protagonizó desde el principio una auténtica cruzada contra la inmundicia que corroía los cimientos de su cofradía.
Sin embargo, ahora le acusan de haber ocultado durante demasiados años esas violaciones sistemáticas. La jerarquía más conservadora, que ha sido la que más ha tapado y participado en esos casos de máxima degradación humana, ha pedido de inmediato su dimisión.
La acusación partió del arzobispo Carlo Maria Vigano, exembajador del Vaticano en Estados Unidos, que imputó el sábado 25 de agosto del 2018 en una carta dirigida directamente al Papa de haber anulado las sanciones contra el cardenal estadounidense Theodore McCarrick, pese a las acusaciones de “comportamiento gravemente inmoral” contra él.
Curiosamente, la misiva, de 11 páginas, fue expuesta de manera simultánea el sábado en varias publicaciones católicas estadounidenses de tendencia tradicionalista o ultraconservadora, así como por un diario italiano de derecha recalcitrante.
Juan Arias, veterano periodista experto en asuntos del Vaticano, recordaba hace unos días en un artículo en El País que los cardenales de la curia sólo habían pedido antes la dimisión de Juan XXIII, a quien tacharon de loco cuando anunció el Concilio Vaticano II.
¿Qué tenían en común Roncalli y Bergoglio?
Pues que eran más sacerdotes que Papas. El italiano no se cansó de reivindicarse como cura de pueblo, y el argentino, en un gesto que le honra, renunció al lujoso Apartamento Pontificio y se hospedó en el hotel Domus de Santa Marta, un guiño a la Iglesia de los pobres y a las bases eclesiásticas.
Pero sobre todo eran reformistas. Juan XXIII impulsó Vaticano II, -completado por Pablo VI-, una auténtica revolución de una Iglesia anclada en Trento, y Francisco I, fiel seguidor de aquellas reformas de Rocalli y Montini, tiene ahora la responsabilidad histórica de acometer una especie de Vaticano III, que, tal como dice Arias, remueva los cimientos de la Iglesia y quiebre las piernas de la curia más conservadora.
Para ello, propone un ambicioso menú reformista: “la abolición del celibato obligatorio, la apertura de la mujer al poder de la Iglesia, así como a los laicos”. Y todo lo que sirva para deshacerse y romper el esquema rancio de la curia, que añora a un Papa purpurado y bajo palio.
Yo me conformaría con algo más sencillo y simple, con una medida higiénica de salud pública, que el Papa recomendara (incluso que impusiera como un nuevo mandamiento) el uso de los preservativos y que el Vaticano los regalara a millones por los países más pobres.
Nada más que con eso la Iglesia conseguiría el perdón divino después de tantos y tantos pecados y dejaría de parecerse al Infierno en la Tierra que los pedófilos con alzacuellos crearon para vergüenza de los descendientes de Adán y Eva.
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*Periodista político y presidente de la Junta Rectora del Parque Natural Los Alcornocales en Público es. y Other News
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Probablemente, el papa Francisco debería dimitir
Son ambos.
Por supuesto, la iglesia debe rendir cuentas por el escándalo, hasta su máximo líder. Pero hay poca evidencia de que las nuevas llamadas para derrocar al papa Francisco se hagan de buena fe sobre la preocupación genuina por los niños abusados durante décadas, o la cultura de la impunidad masculina que lo permitió.
¿Qué medidas debería tomar el papa Francisco por los escándalos por abusos?
No, esta ola de indignación actual está dirigida por el clero conservador, a través de una página reciente de 11 páginas del arzobispo Carlo Maria Viganò, el exdiplomático del Vaticano en Estados Unidos, a quien Francisco reemplazó. Viganò alega que una «corriente homosexual» condujo al escándalo de abuso sexual y que Francisco cubrió a un cardenal que sabía que era un «depredador sexual». La respuesta del papa: «No voy a decir una sola palabra».
Es importante señalar aquí que a Viganò y otros católicos conservadores desde el punto de vista doctrinal no les gusta la doctrina más progresista del papa: cosas como cuidar a los pobres, hablar en nombre de los inmigrantes y relajar la animosidad hacia los homosexuales y las mujeres divorciadas. De hecho, esos mismos conservadores han defendido e incluso promovido los mismos aspectos de la Iglesia católica que permitieron que el abuso sexual y otros tratamientos espantosos para que los niños prosperen: el poder masculino, subordinar a las mujeres y estigmatizar la homosexualidad.
Ahora están usando nuevas acusaciones de abuso sexual como munición contra un papa que creen que es demasiado permisivo.
Es un drama en el que no hay nadie para encauzar.
El fiscal general de Pensilvania, Josh Shapiro, dijo el martes al programa televisivo «Today» de NBC que el Vaticano sabía sobre las acusaciones de abuso sexual en iglesias de todo su estado, aunque no dijo cuándo el Vaticano se enteró de las acusaciones. Si el papa Francisco era personalmente consciente está menos claro, pero como el líder y el representante de proa de la iglesia, la responsabilidad en última instancia recae en él, como en el caso de su predecesor y el hombre que lo precedió, quienes no enfrentaron consecuencias.
El papa dice que la reunión con víctimas de abusos tuvo «un profundo efecto» en él.
Ya hace tiempo que el director de esta institución responde no solo por los sacerdotes que pasaron décadas abusando de miles de niños, sino al hecho de que la institución gaste millones para combatir a los acusadores y cubrir sus propios temas.
Pero echar a este papa a cambio de alguien que complazca a los católicos más tradicionales no es la respuesta. Este abuso, y el sistema que lo cubría y perpetuaba, no existía en el vacío. Es un resultado directo de la estructura patriarcal de la Iglesia y su fanatismo fundamental.
Después de todo, a pesar de la designación de este papa como «liberal», él todavía supervisa una institución que discrimina a las mujeres tan descarada y sin disculpas que, si no fuera una organización religiosa, entraría en conflicto con las leyes estadounidenses contra la discriminación.
Ninguna institución, y ninguna persona, merece la designación de «progresista» si trata a las mujeres como ciudadanos de segunda clase, negándose a permitirnos ocupar los mismos puestos que los hombres, y colocándonos en una especie de categoría de ser humano diferente e inequitativa.
¿Por qué el Vaticano eliminó los comentarios del papa sobre la homosexualidad y la psiquiatría?
Me criaron más como una cristiana no practicante que como una católica, pero gran parte de mi familia extendida es (o fue en algún momento) católica. Si hubiera sido criada en la Iglesia, como lo fue mi madre, esta misoginia incorporada hubiera sido suficiente para empujarme a irme hace mucho tiempo. No puedo conciliar los valores feministas y progresistas con una institución que trata a las mujeres con este tipo de desprecio disfrazado de devoción.
De hecho, esto afectó a mi propia familia: cuando mi abuela, una sobreviviente de abuso doméstico, finalmente abandonó su matrimonio y se encontró a sí misma como madre soltera con cinco hijos pequeños en la década de 1950, la Iglesia le dio la espalda. Mi abuelo, por otro lado, se mantuvo lo suficientemente bueno como para que, años más tarde, consiguiera anular convenientemente su matrimonio para poder volver a casarse con la bendición de la Iglesia.
La misoginia de la Iglesia ha llevado a algunos de sus peores abusos. El abuso sexual de monaguillos con razón fue noticia en los titulares, pero las niñas también fueron agredidas sexualmente y violadas. Y los niños fueron abusados en gran parte debido al hecho de que el sexismo religioso arraigado les daba a los sacerdotes un acceso más fácil a los niños que a las niñas, hasta que, relativamente recientemente, las niñas no podían ser monaguillos. La estructura de poder de la Iglesia exclusivamente masculina significaba que los sacerdotes tenían más tiempo a solas con los niños pequeños, y la propia misoginia y homofobia de la Iglesia agravaban la vergüenza y el silencio que tantos niños maltratados llevaban a la adultez.
El ‘golpe de Estado’ contra el papa Francisco
El patriarcado católico no solo engendra sacerdotes que agredieron sexualmente a niños. En todo el mundo, la Iglesia tildaba a las mujeres solteras de inmorales, tratándolas como contaminantes sociales y ocultándolas por vergüenza. Algunos de los hijos de mujeres solteras terminaron en orfanatos y sufrieron mucho, fueron golpeados, pasaron hambre, fueron mutilados. Algunos de ellos murieron, presuntamente a manos de monjas negligentes o abusivas.
Y aún hoy, la Iglesia se opone a los derechos de las mujeres a decidir cuándo y cómo tener hijos, incluso la anticoncepción está prohibida. Los cuerpos de las mujeres no son de ellas; son vasijas para las prerrogativas masculinas. ¿Es una sorpresa que una institución en la que esta visión de la mujer está profundamente arraigada sea también una institución en la que la agresión sexual, un crimen en el que una persona cree tener total autoridad sobre el cuerpo de otra persona, prospere con pocas consecuencias?
Ninguna institución puede inmunizarse totalmente contra el abuso, pero puede fomentar o desalentar las condiciones para ello. La Iglesia los fomentó. Y entonces, sí, el papa debería pagar un precio, probablemente con su trabajo. Pero también lo debería hacer cualquier otra autoridad masculina en la Iglesia que haya trabajado para mantener el poder patriarcal sin restricciones y para mantener a las mujeres en posiciones de subordinación.
Lo que significa, por supuesto, que toda la Iglesia debe reformarse radicalmente y, si no lo hace, los católicos decentes deben decidir que, manteniendo su fe, exigen abandonar esta nociva institución.
¿Es una sorpresa que una institución en la que esta visión de la mujer está profundamente arraigada sea también una institución en la que la agresión sexual, un crimen en el que una persona cree tener total autoridad sobre el cuerpo de otra persona, prospere con pocas consecuencias?
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(*) Jill Filipovic es una periodista con sede en Nueva York y Nairobi, Kenia, y autora del libro «The H-Spot: The Feminist Pursuit of Happiness». Síguela en Twitter.
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Por qué los ultracatólicos arremeten contra el papa Francisco ¿un intento de golpe?
Por Ricardo Carnevali
Los ultracatólicos aprovechan los casos de pederastia en la Iglesia para arremeter contra el Papa Francisco: la carta del ex nuncio del Vaticano en Estados Unidos, el conservador arzobispo Carlo Maria Viganò, quien lo acusa de encubrir abusos sexuales cometidos por un cardenal estadounidense, se convirtió en una bomba contra el Pontífice y su mandato.
Es un ataque orquestado y coordinado contra el papa Francisco, señaló un editorial en el National Catholic Reporter (NCR), semanario católico estadunidense. Un golpe está en marcha y si los obispos estadounidenses no defienden en bloque al Papa en las próximas 24 horas, hay riesgo de un cisma, advierte el editorialista, Michael Sean Winters. Los enemigos de Francisco le han declarado la guerra.
Esta acusación de encubrimiento de abusos sexuales viene acompañada de un movimiento organizado y poderoso en los sectores más conservadores de Estados Unidos, que ven en este Papa la fuente de todos los males para la Iglesia y una pérdida de las esencias del Cristianismo. Por ello, no es de extrañar que buena parte de los 11 folios de la carta de Viganò se dediquen a la denuncia de un ‘lobby gay’ en el Vaticano, que estaría detrás de las supuestas aperturas de la Iglesia a los gays, los divorciados vueltos a casar, los distintos tipos de familia o la acogida a los refugiados.
La operación fue montada por el ex embajador del Vaticano en Washington, una figura oscura, un mentiroso, ambicioso e intrigante, acusó, al recordar que no recibió el título cardenalicio y ha perdido su elegante residencia dentro del Vaticano. Un amargo ex empleado que no logró la carrera soñada, recuerda NCR, que suele elogiar las posiciones progresistas del Papa en temas como divorcio y homosexualidad.
Es una dura andanada al centro del poder vaticano en un momento especialmente delicado, tras las revelaciones de los escalofriantes casos de Pensilvania, durante la visita papal a Irlanda y justo antes de que tuviera lugar la tradicional rueda de prensa en el vuelo de vuelta. “No diré una sola palabra; la carta habla por sí misma”, se limitó a decir Bergoglio a las preguntas concretas de los periodistas.
Las acusaciones –o las fake news- de Viganò, que tienen detrás al mismo lobby ultracatólico que financió buena parte de la campaña electoral de Donald Trump, y que en Italia defiende las políticas antiinmigración del italiano Salvini, se van desinflando sin necesidad de que Francisco, como anunció en el vuelo papal, tenga necesidad de decir una sola palabra.
Detrás de la carta de Viganò están los grupos ultraconservadores que achacan a Bergoglio haber sacado del debate central el aborto, la eutanasia o las relaciones sexuales, obsesiones durante las últimas décadas, especialmente entre los católicos estadounidenses y el Opus Dei, con un paralelismo evidente a lo que sucede entre los grupos tradicionalistas italianos y españoles.
Desde entonces, Viganò forma parte del selecto grupo de cardenales y obispos de la Curia (junto a Carlo Cafarra, Joaquin Meisner, Walter Bradmüller y Raymond Burke, y el exprefecto de Doctrina de la Fe, el cardenal Müller) que han pasado de la crítica silenciosa a la oposición abierta a Francisco.
Además de Daniel N. DiNardo, arzobispo de Galveston-Houston y presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, varios cardenales estadounidenses han desmentido tajantemente el contenido del ‘Yo acuso’ de Viganò. Uno de los principales afectados es el cardenal de Washington, Donald Wuerl, de quien el ex nuncio asegura que informó en persona de las sanciones que Benedicto XVI habría impuesto sobre McCarrick y de las que nadie tiene constancia. Lo cierto es que el excardenal siguió celebrando misas en público, incluso con el propio Ratzinger.
En un comunicado, la Archidiócesis de Washington desmiente con rotundidad a Viganò, afirmando que éste “nunca proporcionó al cardenal Wuerl ninguna información sobre el alegado documento del papa Benedicto XVI [predecesor del actual] acerca de unas directivas de Roma sobre el (ex)arzobispo McCarrick”. La diócesis también subrayó que Viganò no tiene “ninguna prueba verificable” contra él. Asimismo explicó que nadie se ha presentado nunca ante el arzobispo como víctima de los abusos de McCarrick.
La Iglesia latinoamericana, reunida el último fin de semana en Medellín para celebrar los 50 años de un congreso que proclamó la Teología de la Liberación en el continente, mostró su apoyo al Papa “por su servicio abnegado a la Iglesia y por su testimonio”, lamentando que Bergoglio está siendo atacado “de una manera vergonzosa”.
“El pontificado de Francisco está cargado de espinas y sacrificios fortalecido con el bálsamo de la gracia”, destacó el cardenal de Bogotá y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, Rubén Salazar, quien denunció que los ultracatólicos “si en el pasado atacaban a la institución, hoy atacan a la persona”.
Para Nicolas Senèze, del diario católico francés La Croix, se ha pasado a un nivel más alto. Para algunos Francisco es peligroso para la misma Iglesia, comentó. En Italia, el sitio especializado Il Sismografo, que hace reseñas de prensa mundial sobre las noticias de la Iglesia, sostiene que se trata más bien de una venganza personal.
Por su parte, el Vaticano retiró la referencia a recurrir a la siquiatría cuando un padre confirme tendencias homosexuales en un hijo, de las declaraciones hechas por el papa Francisco la víspera, en el avión que lo llevaba a Roma tras visitar Irlanda. La palabra fue retirada de la versión oficial de la conferencia de prensa dada a bordo del avión para no alterar el pensamiento del Papa, explicó un portavoz del Vaticano.
Debido a esas declaraciones, asociaciones lésbico-gay, bisexuales y transexuales (LGTB) francesas denunciaron este lunes que se trataba de palabras irresponsables del pontífice al tratar la homosexualidad como si fuera una enfermedad.
Los medios hegemónicos y las fuerzas ultraconservadoras y oscurantistas de la Iglesia Católica arremeten contra el papado de Francisco. Y para no quedar atrás en este mundo de la posverdad, lo hacen con falsedades, o las fake news . En le historia de los papados, hay numerosos casos de pontífices asesinados, y en todos queda el recuerdo de Juan Pablo I, cuya repentina muerte en 1979, apenas un mes después de ser elegido, consolidó las teorías conspirativas del sector ultraconservador.
En POLITIKA, Chile.