Por Martín Poblete
La OTAN, creación de la Guerra Fría, pieza central de aquel conflicto, ha tenido diversas complicaciones una vez terminada la confrontación en cuyo contexto tuvo su mayor vigencia; el Presidente George H.W. Bush y su Secretario de Estado, James Addison Baker, creyeron encontrar nueva misión para la entidad extendiendo su proyección hacia el Este de Europa, incorporando países antes parte del imperio oriental europeo de la fenecida Unión Soviética. Los presidentes Bill Clinton y George W. Bush continuaron en esa línea, con el último agregando las guerras en Afganistán e Iraq al esquema geoestratégico de la OTAN, el Presidente Barack Obama siguió marcando el paso de sus antecesores, hasta la elección del Presidente Donald Trump, un hombre sin formación geoestratégica ni geopolítica.
De diversas maneras, todos los presidentes americanos posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron atlanticistas, dieron su personal respaldo a la OTAN; el nombramiento del general americano de cuatro estrellas, equivalente a un coronel general en la nomenclatura prusiana todavía operativa en Rusia, en el cargo de Comandante Supremo OTAN / NATO Supreme Commander era cuidadosamente evaluado. Los presidentes General Dwight Eisenhower, John F. Kennedy, Richard Nixon, Ronald Reagan, y George H.W.Bush fueron comprometidos, destacados, atlanticistas; lo propio vale para sus respectivos secretarios de estado, John Foster Dulles, Dean Rusk, Henry Kissinger, George Shultz, James Addison Baker. El cuadro empezó a cambiar con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump.
Carente de formación para entrar en el debate geopolítico posterior al fin de la Guerra Fría, Trump (en la foto como diciendo que entiende un poquito) ha escogido la cuestión de la contribución financiera para enfilar sus críticas a los otros países miembros de la organización, enfocando particularmente en Alemania; en lo fundamental, se trata de exigir elevar la contribución a la OTAN al equivalente al 2% del PIB, mientras simultáneamente se pide elevar el presupuesto de defensa al 4% del PIB poniendo por meta de esta última exigencia el año 2024, actualmente los Estados Unidos gastan en defensa el 3.36% de su PIB. El estilo, a ratos confrontacional, falto de sutilezas en el lenguaje, característico de Trump, ha permitido a varios de los principales medios occidentales darle un tono casi catastrófico a la reunión de la OTAN en Bruselas, la realidad es diferente.
Los Estados Unidos no pueden deshacerse de sus compromisos en la OTAN, tampoco en Europa; la mas importante instalación estratégico-táctica europea es el complejo aéreo militar americano en Rahmstein, Alemania. La extensión de la OTAN al escenario europeo oriental incorporó al marco geoestratégico americano en Europa a Polonia así como, en particular, a los países bálticos: Lituania, Latvia, Estonia, todos ellos limítrofes con Rusia.
Este andamiaje no puede ponerse en riesgo sin generar corrientes de inestabilidad de difícil manejo. En consecuencia, el drama en Bruselas no llegará a tragedia, habrá un comunicado firmado por todas las partes; lo cual traslada las expectativas a la reunión bilateral de Trump con el presidente ruso Vladimir Putin en Helsinki.