Por Enrique Fernández

En uno de sus habituales gestos feministas, la ex presidenta Michelle Bachelet saludó desde Vietnam a la estudiante Sujey Jara, que el domingo pasado ganó 36 millones de pesos en el concurso de televisión “Pasapalabra”. Y en su saludo incluyó a “los miles de chiquilles que hoy estudian con gratuidad en Chile”.

No fue el primer gesto de la ex mandataria hacia la joven de 19 años, que vive con su padre y su pequeño hijo Mateo, de un año y siete meses. Hasta su casa en Colina llegó Michelle Bachelet en marzo de 2017, para felicitarla porque había logrado puntaje nacional en la Prueba de Selección Universitaria (PSU).

Gracias a ese puntaje tuvo acceso a la gratuidad y Sujey estudia hoy sicología en la Universidad de Chile. Con el premio que ganó piensa ayudar a su padre, un modesto comerciante ambulante que enviudó cuando ella tenía dos años.

Presidenta feminista

“Pasapalabra”, el concurso del canal Chilevisión, es un admirable esfuerzo por rescatar la fuerza del idioma español, amenazado por tantos francotiradores. Incluso la ex presidenta se dejó llevar por la tendencia que lanzaron las estudiantes feministas de la Universidad Diego Portales. Ellas pidieron incluir la letra “e” en los términos masculinos y femeninos (alumne, compañere) para borrar la diferencia entre hombres y mujeres.

Textualmente, el mensaje que Michelle Bachelet envió por Twitter dice:

“¡Desde Vietnam, un gran abrazo para Sujey Jara, flamante ganadora de PasapalabraCHV! Su esfuerzo y su ñeque son un ejemplo de los miles de chiquilles que hoy estudian con gratuidad en Chile. ¿Me imagino que ahora se vendrá un regalito para su hijo Mateo?” (foto derecha aparece la expresidenta en su visita a la casa de Sujey Jara, en marzo de 2017).

¿Es correcto el término chiquilles, en lugar de “chiquillos” y “chiquillas?

A juicio de Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales, donde surgió tan ingeniosa idea, la petición de las estudiantes es “inaceptable”.

“Considero esa petición una demanda innecesaria y absurda. Innecesaria, porque para evitar exclusiones no es necesario torturar el castellano o violar sus reglas, y absurda, porque un lenguaje como ese hace prácticamente imposible la comunicación”, afirmó el profesor y columnista dominical de “El Mercurio”.

Reaccionarios y progresistas

La postura de Peña puede parecer reaccionaria, frente a las innovaciones aparentemente progresistas que plantean las universitarias. En eso estaríamos llevando la lucha política entre izquierdas y derechas al buen uso del idioma. Sin embargo no es así, porque en todas las capas de la sociedad hay una tendencia creciente a transgredir las normas básicas de la comunicación castellana.

Entre la gente acomodada, generalmente de la derecha reaccionaria abundan los anglicismos provenientes de la cultura estadounidense, como “coach” o “personal trainer”. Los jóvenes deforman las palabras cuando se comunican por sus celulares y computadores. Dicen “xk” en vez de “porque” o “clever” en lugar de “astuto”.

Entre los sectores vulnerables, que supuestamente adhieren a la izquierda,  la situación es aún más preocupante. Aquí existe una especie de coa o dialecto cargado de palabrotas y términos introducidos por el hampa. Se habla de “luca” o “lucrecia” para identificar el billete de mil pesos. Cien pesos son una “gamba” y un millón es un “melón”.

Pero en una suerte de simbiosis, la vulgaridad del lenguaje diario se va extendiendo de un sector al otro hasta abarcar la totalidad del abanico social. Por eso cuando un flaite considera que su trabajo es muy duro dice que es “heavy” y cuando está de acuerdo en algo lo afirma con un “okey”. Y no se sorprenda usted si escucha en la calle a dos lindas cuicas hablando con las más soeces expresiones, que hasta hace poco eran patrimonio de los muchachos. ¿Será también una manera de borrar las diferencias de género?

En la destrucción de nuestra forma de hablar tienen una responsabilidad concreta los medios de comunicación. ¿Por qué el corresponsal de una radio informaba este miércoles de “un accidente tipo colisión” cuando se refería a un choque? ¿Y por qué en la televisión nos hablan de “la intersección de la calle Tal con la calle Cual”, cuando es más fácil y correcto decir “la esquina”?

¿Sólo en Chile aparecen los francotiradores que amenazan al idioma? En España el escritor Arturo Pérez Reverte (“La Piel del Tambor”. “El Asedio”, “La Reina del Sur”) advierte que la crisis envuelve a 650 millones de hispano-parlantes. En un artículo publicado esta semana, alude también a la responsabilidad de los profesores, los políticos y los medios de comunicación.

El escritor destaca sobre todo la responsabilidad (o irresponsabilidad) de los canales de televisión, “donde hace tiempo desapareció la indispensable figura del corrector de estilo –un sueldo menos–, y que con tan contumaz descaro difunden y asientan aberraciones lingüísticas que desorientan a los espectadores y destrozan el habla razonablemente culta”.