EL PIROPO HA MUERTO… VIVA EL PIROPO

Por Enrique Fernández

El piropo fue condenado a muerte en medio de la ola feminista que lanzaron las estudiantes universitarias en el emblemático mes de mayo. El mismo mes en que se cumplía medio siglo de la revolución estudiantil que estalló en Francia y se extendió por todo el mundo en 1968.

“Seamos realistas, pidamos lo imposible”, escribieron los estudiantes franceses en los muros de París. Lo que pedían era el fin del modelo capitalista pero no lo lograron. “Fin a la educación sexista”, exigen ahora las jóvenes chilenas. Lo que buscan es terminar con el patriarcado, pero la última palabra la dirá el tiempo que viene.

Igualdad de derechos, no más violencia machista ni abusos contra la mujer, son las principales banderas del movimiento que ha desplegado su fuerza en la ocupación de recintos universitarios y marchas callejeras. La última de ellas, este miércoles 6 de junio, reunió a decenas de miles de mujeres en Santiago y otras ciudades.

Algunas pancartas de las manifestantes proclamaban:

Sexo cuando deseo, embarazo cuando decido.

– Somos malas, podemos ser peores.

– No quiero tu piropo, quiero que te mueras.

Si… usted leyó bien: “No quiero tu piropo, quiero que te mueras”. Así de agresivo…

Como un adelanto de los nuevos tiempos, el alcalde de Recoleta Daniel Jadue (foto derecha) prohibió el acoso callejero. Su colega de Las Condes Joaquín Lavín imitó el ejemplo y su comuna fue la primera en cursar una sanción, el 24 de mayo, a un modesto cuidador de autos que deberá comparecer ante un juez para saber si le aplican una multa, equivalente a lo que gana en un mes. Su pecado fue recomendar a una joven que consuma más ensaladas para que conserve su linda silueta.

– Eso fue un piropo y no un acoso –afirma un intranquilo padre de familia. Intranquilo porque como advirtió el Presidente de la República, uno ya no sabe qué puede y no puede decir.

– Pero eso que tú llamas piropo tenía una intención –responde con fuerza su hija-. El tipo le había mirado su cuerpo, las partes de su cuerpo… Y a nosotras no nos gusta que nos atajen en la calle para “piropearnos” por el tamaño de los pechos o la firmeza del trasero.

El patriarca trató de conservar la calma ante la vehemencia juvenil, esa calma que uno consigue con los años. Le señaló entonces a su interlocutora feminista que hay mujeres a quienes sí les gusta recibir un piropo. Porque el piropo, que nació entre los caballeros de las cortes europeas allá por el siglo XII, es un halago, un elogio, un cumplido, una expresión de admiración. O una galantería dirigida a una dama, como enviarle un ramo de flores, cederle el asiento en el metro o abrirle la puerta del auto.

– No hemos pedido esas cosas y no las necesitamos. ¡Queremos ser libres…! ¿Te cuesta mucho entender? –insistió la hija, al borde de un ataque de furia.

Y por cierto que a su papá le costaba entender.

Entender que hay un cambio generacional. Ella, la hija inquieta y empoderada, representa quizás las mismas aspiraciones libertarias de los estudiantes de 1968, cuando postularon que era posible llegar al poder con la imaginación. Imaginación para crear un mundo nuevo, un hombre nuevo, una mujer nueva.

El padre, en cambio, observa con preocupación la pérdida de la confianza y el respeto a las instituciones, al profesor, el sacerdote, el carabinero y cualquier autoridad. El lenguaje elegante e ingenioso de un piropo de otros tiempos, que nace de un poema o una canción de amor, es reemplazado hoy por alusiones groseras inspiradas en la cumbia o el reggaetón.

Para muestra un botón del colombiano Maluma (Hay otros botones que no es posible reproducir aquí):

“Estoy enamorado de cuatro babis /. Siempre me dan lo que quiero /. Chingan cuando yo les digo /, ninguna me pone pero”.

El piropo se muere y no tiene salvación. No lo mataron ellas. Lo mataron los machistas, con la vulgaridad y la grosería que ha penetrado en la sociedad como la yerba venenosa. Es posible que la ola feminista se convierta en un “tsunami”, como advirtieron las organizadoras de la última marcha. También es probable que su movimiento se radicalice aún más y consiga sus objetivos.

Pero la preocupación del padre que discutía con su hija es por el futuro de las relaciones entre hombres y mujeres. Si hoy existe violencia en el lenguaje, ella se proyecta en la vida cotidiana. Si la literatura, el teatro, los medios de comunicación y hasta la música popular nos incitan a un trato cavernario, ¿podremos volver algún día a los tiempos de la caballerosidad y el respeto mutuo?

Si eso ocurre, el piropo volverá a vivir.