Por Martín Poblete

En los comienzos del año 2011, el gobernante sirio Bashir El Assad (derecha), hijo de su antecesor el General Hafez El Assad, entendió mal una movilización de opositores a su régimen y al Partido Baath, lo apreció como un alzamiento encabezado por políticos con la intención de darle un golpe de estado, derrocarlo. Bashir respondió con represión en máxima dureza, lanzando al ejército a las calles y plazas de las principales ciudades. Hacia fines de 2011 la situación había pasado de mera agitación político-social a guerra civil, agravada por divisiones en el ejército y fuerzas de seguridad; mientras la situación interna se deterioraba, potencias externas empezaban a intervenir buscando grupos armados supuestamente afines, “proxies” a los cuales apoyar, Estados Unidos y Arabia Saudita confiaron la operación a sus respectivas agencias de inteligencia, los Emiratos del Golfo Pérsico a oscuros intermediarios.
En esta primera fase de intervención en la guerra civil de Siria, los análisis de las agencias de inteligencia apuntaban, consistentemente, al gradual debilitamiento del régimen de Bashir El Assad; aspectos de la información clasificada fueron selectivamente filtrados a conocidos periodistas especializados en el Washington Post, NY Times, Wall Street Journal, L.A.Times y otros en Estados Unidos; Jerusalem Post y Haaretz en Israel. Se proyectaba la caída inminente del régimen gobernante en Damasco.
Cuando a fines del 2012 el político Farouk al Sharaa, había sido ministro de relaciones exteriores de Assad padre, ofreció gestionar una transición política negociándola con Bashir, los americanos y con ellos los israelíes, sauditas, mas los líderes opositores sirios en el exilio, rechazaron la propuesta de al Sharaa exigiendo la salida del poder de Bashir el Assad, “regime change” en las palabras del entonces Secretario de Estado John Kerry. La evaluación en Washington, Tel Aviv, y Riyadh, era de un régimen sirio al final de su recorrido, fue un grueso error de los respectivos servicios de inteligencia.
Desde Damasco, el asediado gobernante había iniciado contactos hacia Teheran, pidiendo asistencia en reorganizar las fuerzas leales del ejército, acompañada de soldados en el terreno. El gobierno iraní accedió a enviar una fuerza limitada de asesores militares, encabezada por el ya legendario Mayor General Qassem Suleimani, el Lawrence de Arabia del Siglo XXI; las fuerzas en el terreno las puso Hezbollah, un ejército irregular en el sentido de no obedecer a ningún estado-nación, es lo único que tiene de irregular. Los asesores militares iraníes reorganizaron el ejército, la brigada de infantería de Hezbollah estabilizó el frente recuperando ciudades y territorio. La intervención iraní marca el comienzo de una de las características del conflicto en Siria, cada giro de la situación militar viene con aumento del número de beligerantes.
Sintiéndose mas seguro en su posición, Bashir el Assad viajó a Moscú (en la foto izquierda aparece con el presidente ruso Vladimir Putin), obteniendo asistencia militar a cambio de permitir bases rusas en territorio de Siria. Simultáneamente, en Irak, surgía el Estado Islámico, una forma de insurrección armada con fundamento religioso, ocupando parte de los extensos espacios en el centro y sur-este de Siria, incorporando al conflicto la guerra civil de religión arrasando y azotando el Islam. Estados Unidos, y sus principales aliados en la OTAN, consideraron inaceptable la presencia de Estado Islámico en territorio sirio, procediendo a intervenir directamente, los ingleses desde su complejo aéreo-naval en Chipre, los franceses desde bases americanas en Irak, los americanos desde sus bases en la región apoyados por el superportaviones nuclear George H.W. Bush en el Mediterráneo oriental; ante un nuevo giro geoestratégico, seguían aumentando los beligerantes, aviones de combate americanos y rusos empezaron a verse peligrosamente cerca en un mismo espacio aéreo.
En el contexto de la guerra contra Estado Islámico, los americanos dieron explícito apoyo político y logístico a los kurdos en su enclave en el noreste de Siria, colindante con Turquía; en Ankara, el gobierno del Presidente Erdogan declaró inaceptable la presencia de una fuerza armada kurda en el borde mismo del territorio turco, procediendo a intervenir militarmente, provocando un serio contencioso con Estados Unidos, además de un par de situaciones con fuerzas rusas. Otra vez, un nuevo sesgo en el conflicto agregaba otro beligerante.
Desde comienzos del presente año, el gobierno israelí apoyado en sus fuentes de información militar así como de inteligencia en el terreno, empezó a denunciar la presencia formal de fuerzas iraníes en Siria, utilizando, se dice, bases del ejército sirio y algunas construidas específicamente para albergar equipamiento y soldados de la División Quds del Ejército de Irán; los reclamos israelíes han sido apoyados por Estados Unidos.
Misiles antiaéreos seguramente rusos por su precisión, presuntivamente operados por iraníes, derribaron un avión de combate israelí volando en espacio aéreo sirio; misiles de supuesta procedencia iraní habrían sido lanzados contra las fortificaciones israelíes en las Alturas de Golán, en represalia un masivo ataque de misiles complementados por la fuerza aérea israelí habrían destruido una base iraní. Nuevo giro geoestratégico, llegada de un nuevo beligerante.
Israel carece de los medios para atacar territorio de Irán, los separan mas de dos mil kilómetros, solo puede hacerlo con la colaboración activa de Estados Unidos actuando como co-beligerante; Irán no puede atacar a Israel desde sus limitadas instalaciones en Siria, ponerlas en estado de combate presenta obstáculos logísticos insalvables. Sin embargo, para los gobernantes israelíes la presencia militar iraní en Siria representa una amenaza inaceptable, “existencial” dicen en Tel Aviv, eliminarla implica iniciar una guerra dentro de otra guerra, de consecuencias para todo el Medio Oriente y mas allá.