Por Walter Krohne
La designación de su hermano Pablo como embajador en Argentina dio comienzo a un “despelote” en el gobierno de Sebastián Piñera similar al que ya se pudo apreciar en las dos últimas semanas con declaraciones de algunos de sus ministros que “enrabiaron” a la opinión pública por desatinadas o por improvisaciones graves o fallos técnico-políticos de grueso calibre. Esto recuerda las ya famosas «piñericosas» del Primer Gobierno piñerista.
El nombramiento de su hermano Pablo en el cargo de embajador de Chile en Argentina suscitó una serie de crudos comentarios en las redes sociales hasta que esta tarde La Moneda se vio obligada a dar marcha atrás al anunciar en un comunicado que se había congelado el nombramiento hasta que no se conociera la opinión de la Contraloría General de la República sobre el tema.
Lo curioso es que Pablo Piñera ha seguido hasta el final como fiel democristiano; lo discutible para el nombramiento es su hermandad con el Presidente.
En el comunicado, en primer lugar, el presidente defendió la designación de su hermano “Polo”, argumentando una “sólida formación académica y amplia experiencia en el sector público, privado y en temas de relaciones internacionales”, pero consideró igualmente el requerimiento que diputados de los partidos Socialista y Comunista realizaron esta mañana, acusando de «ilegalidad» la designación.
“Me parece prudente esperar el pronunciamiento de la Contraloría frente al requerimiento antes mencionado, antes de proseguir con la implementación de este nombramiento”, declaró el Presidente en el comunicado oficial.
Un paso atrás penoso y lamentable. ¿Cuántas veces Piñera y la derecha se pronunciaron en contra del nepotismo? ¿en el caso Dávalos por ejemplo? Pero, Piñera, sin ninguna mayor consecuencia lo primero que hace es entregarle nada menos que a su hermano uno de los puestos estratégicamente más importante para Chile en el exterior, como es el de embajador ante la Casa Rosada.
Hace unos días se decía en esferas oficialistas que había nombrado a Pablo por la cercanía que éste tenía con el Presidente Mauricio Macri. Pero cuando se le preguntó al jefe de estado transandino por esta cercanía, éste rompió el silencio diciendo que no lo conocía.
Pablo Piñera tuvo este lunes su primera aparición pública, tras la cual evitó a la prensa, negándose a responder preguntas. Dijo no entender por qué lo buscaban ni por qué querían hablar con él, por lo que subió las escaleras de un edificio, entró a una oficina y cerró la puerta, como relató Radio Biobío. Con su estilo «quitado de bulla» participó con un discurso como director ejecutivo de la Corporación de Investigaciones Económicas para Latinoamérica (Cieplan), con motivo del lanzamiento de un libro sobre economía en el Auditorio Flacso, en Vitacura.
Lo penoso de todo esto es que Piñera camina por un terreno prácticamente sin escollos como lo demuestra el nivel alto de apoyo a su gestión que mantiene en las encuestas.
A su vez lo ha estado favoreciendo la situación, también «despelotada», de la oposición, cuyo estado se ha agravado esta semana por un temblor grado siete u ocho registrado en la Democracia Cristiana con las renuncias de Soledad Alvear al partido y la de Huenchumilla a su candidatura a la presidencia DC, carta que aparecía como institucionalmente la más salvadora. Justamente se trata también del expartido de Pablo, (renunció recién en 2017) el hombre que está ahora en el medio de un fogón. No le quedará otra cosa al Presidente Sebastián Piñera que llegar de visita esta semana a Argentina sin su embajador como estaba pensado.
De alguna manera el tropiezo de Piñera y su embajador ya se le comienza a comparar con el caso Caval, en el que se habría empleado una influencia política determinada para obtener beneficios de otro tipo en el mundo de las finanzas o de los negocios, como los que dañaron muy fuertemente el discurso de la ex Presidenta Michelle Bachelet durante al menos tres años por la participación que tuvo allí su hijo Sebastián Dávalos (ocupó el cargo de director de la entonces Dirección Sociocultural de la Presidencia).