Por Walter Krohne
Donald Trump, aparte de presentarse como uno de los líderes políticos más controvertidos de la historia, al menos de las últimas décadas, muestra fuertes rasgos de ignorancia política y de desconocimiento permanente de la historia y la realidad internacional.
El intercambio verbal que ha tenido en las últimas horas con el ex director del FBI James Comey es casi inédito en la historia de las relaciones entre un jefe de Estado de la potencia más poderosa del mundo y sus ex colaboradores.
Comey fue marginado y en la práctica “expulsado” de la Casa Blanca como un «perro asqueroso» al que más encima Trump le pidió lealtad. Sin embargo, Comey no se detuvo y ha publicado un libro, que aún no está en circulación masiva, pero del cual ya se han hecho algunos adelantos. El titulo en inglés es “A higher royalty: Truth, Lies and Leadership”, cuya traducción al español sería «Una lealtad superior: Verdad, Mentiras y Liderazgo”.
Después del reciente bombardeo estadounidense contra Siria, apoyado por Francia y el Reino Unido, el presidente Trump ha vuelto al tema que más le preocupa, como es el de los ataques contra Comey al que califica como “el peor director del FBI por mucho tiempo”. Sin guardar ningún tipo de lealtades, ni uno ni otro, el Presidente calificó al ex máximo funcionario de la principal Policía civil de EE UU “de probado soplón y mentiroso», y pidió este domingo que debería ser “procesado” por la justicia”. Comey, no se calló en ningún momento y comparó a Trump con un jefe de la mafia.
Comey, en una entrevista concedida a la cadena ABC calificó a Trump como “mentiroso compulsivo” y un hombre que trata a las mujeres como si fueran “trozos de carne”. «Este show televisivo ya no lo para nadie», decían hoy algunos observadores en Washington.
Comey agregó que el actual Presidente no está “moralmente” capacitado para el cargo que ejerce, opinión que ya está ganando adeptos en importantes sectores de la clase política en Washington que están preocupados por los frecuentes tuiteos de Trump y sus salidas acompañadas de subidas de tono y que algunos comentaristas han hablado de “indicios de una enfermedad mental”. Sin embargo descartó que el Mandatario no estuviese apto médicamente, pero está convencido de que “moralmente” no debería ser el presidente.
En todo caso, aunque todo esto parece ser solo un nuevo episodio de los últimos escándalos en torno a la Casa Blanca, se ha vuelto a actualizar el momento crítico vivido en Washington, cuando el mandatario despidió a Comey justamente en abril del año pasado.
El despido se vinculó de inmediato con la llamada ‘trama rusa’ que Trump ha querido siempre sepultar y que Comey había también investigado por su cuenta. Ahora esta pesquisa es el trabajo que debe realizar el fiscal especial Robert Müller quien debería aclarar si el despido de Comey fue o no un intento de obstrucción de la justicia. Este encargo fue hecho a Müller por el Fiscal General Adjunto del Departamento de Justicia Rod Jay Rosenstein. Müller es un investigador destacado y acostumbrado a los grandes retos, como fueron los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono y que lo sorprendieron sólo una semana después de haber aceptado el cargo de director del FBI.
La trama rusa, ahora en sus manos, podría tener serias consecuencias para Trump porque relacionan a su equipo de la campaña electoral con miembros del Gobierno de Vladimir Putin, lo que ha sido definido como “la mayor caza de brujas de un político de la historia de EE.UU”.
Müller, de 72 años, regresó a la arena oficial después de un par de años de trabajar en el despacho de abogados Wilmer Hale, donde encontró un retiro dorado en 2014 después de décadas de servicio público.
Ahora, Müller es la pieza clave, especialmente para la oposición demócrata como también para sectores republicanos que están muy interesados en conocer toda la verdad sobre esta trama que ya ha interesado a algunos cineastas para convertir una realidad en una exitosa producción cinematográfica.
“Creí que era una locura el despedirme”, sostuvo Comey al recordar una decisión que, según dijo, le pilló por sorpresa y que fue interpretada por parte de la población estadounidense como una maniobra de Trump para poner fin a sus investigaciones.