Por Martín Poblete

Después de leerla cuidadosamente, lo escrito como también entre líneas, la carta del Papa Francisco a los obispos chilenos  revela un cierto enojo del Pontífice con la forma como ha sido tratado, especialmente en materias de información, acerca de situaciones  complejas de manejo interno de la Iglesia, las cuales han desbordado hasta llegar a ser de amplio conocimiento público a través de todos los medios chilenos primero, luego internacionales incluyendo prestigiosas publicaciones católicas americanas y europeas.
La carta pontificia tiene algunas implicancias de consecuencia inmediata.   Citar a la totalidad de una conferencia de obispos a Roma es extraordinario;   esta no será la visita Ad Limina de un obispo particular o de un grupo reducido de obispos, para dar cuenta de su misión, en este caso se tratarán asuntos específicos de la relación de la Santa Sede, y del Papa, con los obispos chilenos en torno a un asunto de aguda especificidad, a partir de ese punto habrá decisiones.
Considerando el alto perfil del tema de información, aquello conocido como «de Roma viene lo que a Roma va (antiguo refrán anónimo)»,   el actual Nuncio Apostólico debiera ser reemplazado a la brevedad, a la luz de lo conocido su gestión puede ser calificada desastrosa.   Sin embargo, las responsabilidades no debieran  limitarse a la persona del Nuncio Scupolo; pueden surgir preguntas incómodas para sus superiores directos, el Secretario de Estado Cardenal Pietro Parolin, el Sustituto Arzobispo Angelo Becciu, y el encargado de llevar los asuntos de Iglesia en Chile en ese Dicasterio Pontificio.
Desde tiempos milenarios, todo Papa tiene en su mano varias herramientas para generar cambios en una Iglesia, entre ellas está el nombramiento de obispos y cardenales.   El actual grupo de obispos chilenos tiene la impronta del largo período en la Nunciatura santiaguina del Arzobispo Angelo Sodano, después Secretario de Estado con Juan Pablo II y comienzos del Pontificado de Benedicto XVI, actualmente Decano del Colegio Cardenalicio;  desde sus diversas posiciones, el Cardenal Sodano ejerció considerable influencia en los asuntos de Iglesia en Chile.   Corresponde ahora al Papa Francisco desarmar el andamiaje dejado por el entonces Nuncio Sodano y quienes lo sucedieron en el cargo;  será de considerable ayuda el actual estado de la Conferencia de Obispos, el Cardenal Ezzati ya cumplió 75 años, lo propio es válido para los obispos de Rancagua, Valparaíso, a los cuales se agrega la sede vacante de Valdivia, el Arzobispado de Puerto Montt, y la inevitable salida de Osorno del Obispo Juan Barros.   Los cambios pueden ir mas allá de los posibles mencionados.
Hace años, en otro contexto, el Gran Papa Juan Pablo II dijo «no tengáis miedo»; en la circunstancia presente, el Papa Francisco debiera proceder sin miedo, en la Iglesia chilena hay sacerdotes de la mas alta calidad capaces de asumir el liderazgo de las diócesis y una de las arquidiócesis.   En el caso de Santiago,  por dimensión y por historia la arquidiócesis mas importante además de ser sede cardenalicia, hay un arzobispo y un par de obispos capaces de asumirla.