Por Martín Poblete

En aquel clásico del cine americano, en el primer rol Susan Sarandon en el segundo Geena Davis, ambas enfrentan una disyuntiva ineludible, a sus espaldas la realidad representada por las fuerzas de la Ley, al frente impávido el abismo; las chicas se toman de la mano, Thelma acelera a fondo el T-Bird lanzándose a un final irreparable.

En el Chile político del Siglo XXI, la Democracia Cristiana enfrenta un dilema tan brutal como el de Thelma y Louise; en un lado la realidad en apariencia ineludible, en el otro el abismo.   Disminuida y golpeada por la derrota electoral del año pasado, también por la partida de un grupo significativo de militantes, la DC tiene por delante la obligación de recuperar su identidad mientras eso todavía sea posible; en el otro lado, la tentación escapista de volver al juego de negociar pactos y coaliciones, mas allá el abismo.

La recuperación de la identidad democristiana no es una mera cuestión intelectual.   En los compromisos, transacciones, de los sucesivos gobiernos de la Concertación esa identidad fue sucesivamente comprometida, hasta llegar a diluirse en los años de la coalición Nueva Mayoría, mientras un millón de electores abandonaban a la DC sin salir a buscar otro domicilio político.

La última derrota dejó a la DC, una vez mas, incapaz de sostener su propia candidatura presidencial; sin embargo, hechas todas las sumas y restas, quedó con cinco senadores y catorce diputados, un capital político  valioso, importante instrumento de trabajo en el Congreso  a la hora de conversar y negociar legislación con el gobierno recién electo, haciéndolo en el marco de los valores ideológicos del pensamiento democristiano, siempre consciente de su identidad.   Para usar ese capital, la DC deberá prescindir de participar en alianzas sin otra definición que presentar oposición al gobierno de Sebastián Piñera.

Defender la identidad no implica descartar el diálogo con otras fuerzas en el ejercicio de la función legislativa, incluyendo aquellas con las cuales en diversas instancias se compartieron responsabilidades de gobierno.   Para lograr definiciones, la DC, particularmente su actual dirigencia, debe respetar el cronograma del futuro inmediato, empezando por la Junta Nacional de fines de enero, y muy especialmente convocar a elecciones de nueva directiva por las bases, un militante un voto, única manera de aminorar las tendencias rupturistas aún latentes.

Mientras tanto, el panorama en otros domicilios sigue complejo, los partidos de la vieja Concertación cada uno con problemas serios; el Frente Amplio, un conglomerado de catorce movimientos y partidos de variados pelajes, en busca de encontrar su propia definición si eso fuere viable.   En el conjunto de la izquierda va dándose una dinámica de creciente intensidad, en la cual no le corresponde involucrarse a la DC; de otra parte, la centroizquierda como tal dejó de existir, carece de sentido pretender resucitar un referente ya extinguido.