Por Walter Krohne
Ahora sí que se acabaron en forma definitiva los tiempos en que los parlamentarios con muy buena oratoria, conocimientos, educación e inteligencia eran los personajes claves de la política y la sociedad, extendiendo su influencia a todos los sectores, aparte del político, el educacional, social, sindical, profesional además del gran público elector que estaba obligado a sufragar. Recordemos que por lo menos hasta los gobiernos de Salvador Allende, Eduardo Frei Montalva y Jorge Alessandri Rodríguez (para no hacer más historia), el Congreso Nacional, ubicado en el centro de Santiago (no en Valparaíso como es ahora) era la pieza fundamental de nuestro orden constitucional o del quehacer diario que enorgullecía e interesaba a todas las clases sociales y a todo el mundo político y económico, también en el exterior.
Influyentes analistas, como Luis Hernández Parker y otros famosos, no podían dejar de escucharse porque eran parte del quehacer nacional como también lo eran las radioemisoras Minería, Corporación, Portales y Cooperativa Vitalicia, que informaban en detalle sobre todo lo que ocurría en la política chilena, porque era importante saberlo todo y estar al tanto de lo que pasaba. Contrariamente hoy es más importante lo que ocurre en los Malls o en conciertos rock del Movistar Arena que en el Congreso Nacional o en La Moneda, y no es un chiste.
En esa época no había televisión como la de ahora, era solamente en blanco y negro y rudimentaria. Ni siquiera soñábamos con que alguna vez íbamos a contar con internet, los whatsapp o podríamos twitear, la vía actual por la que se comunican los políticos entre sí o hacen anuncios espectaculares (como Trump) o entregan sus opiniones (como Bachelet). ¡Cómo ha cambiado el mundo o cómo nosotros hemos cambiado con la evolución tecnológica mundial!
La política, el deporte y la hípica eran entonces los temas nacionales. No existían las grandes tiendas concentradas en distintos barrios o comunas ni el consumismo ilimitado. Tampoco existían los grandes millonarios super poderosos al estilo estadounidense como hoy. Había “apitutados” (como siempre), una clase media trabajadora moderada y también mucha pobreza manifestada en lo que se llamaban “las poblaciones callampas” (hoy son los campamentos). Existían los malones porque no se podía ir muy a menudo a restaurantes (eran caros, poco variados y a veces malos) para reunirse o celebrar algún acontecimiento como ocurre frecuentemente en la actualidad, locales en los que sus dueños eran también «amigos» de los clientes más habituales y además ofrecían un bajativo por cuenta de la casa, costumbre que hoy casi ha desaparecido. Las cenas tenían lugar más bien en casas particulares, donde se reunían y conversaban los políticos con empresarios o las familias y los amigos celebraban entre ellos y con “los vecinos del barrio”.
Los cambios en la política
Hoy las cosas son muy diferentes, en lo social y especialmente en lo político. A partir de marzo de 2018 tendremos un Congreso Nacional que puede llegar a tener problemas para funcionar o para llegar a acuerdos, ya que tras pasar del sistema binominal al proporcional moderado, se ha favorecido a muchos “hoy electos honorables” que son ciudadanos, pero en varios casos han estado apartados de la política profesional o son personas que estaban sin trabajo o no tenían proyectos de vida definidos y pensaron más en la suculenta dieta parlamentaria que recibirán en el futuro y por cuatro años, que en el país. Son los que hoy han quedado ya tildados también como los rebeldes o las ovejas negras del nuevo Congreso.
Los poderosos partidos de antaño ya no existen en Chile pero si las listas o alianzas electorales. El actual sistema electoral ya no premia a la persona (el líder indiscutible de un partido) sino que premia el peso de la lista, y son los mismos partidos los que las definen. Si los ciudadanos votan por el pacto en vez de los nombres, eso permitiría mejorar aspectos como la representación de mujeres y minorías en el Congreso, opinó el experto Kenneth Bunker, director del Programa Electoral de la Universidad Central.
Si en los últimos años, los partidos tradicionales han sido incapaces de mantener una disciplina con sus parlamentarios, es poco lo que podemos esperar ahora de personajes con agenda propia. Pamela Jiles (Frente Amplio), animadora de televisión, ya preanunció que por nada se dejará “mangonear” como le advirtió a Gabriel Boric al «recordarle» que él no era su jefe y demostrando así que ella se mandaba solita.
Esto mismo puede ocurrir también con Florcita Motuda, Amaro Labra (del grupo Sol y Lluvia), René Alinco –desaforado en 2010 por conducir en estado de ebriedad–, Pedro Velásquez –quien fue condenado por fraude al fisco cuando era alcalde y luego censurado en su rol de diputado, por lo que debió abandonar el Congreso–, y los ex chicos reality Maite Orsini y Andrés Longton, según la lista publicada por El Mostrador. A estos contrapuntos debe agregarse al pastor evangélico Eduardo Durán Salinas –piñerista que criticó duramente (casi la hizo llorar) a la Presidenta Michelle Bachelet en el Tedeum Evangélico de septiembre por la Ley del aborto en tres causales– seguramente se opondrá a cualquier votación que intente avanzar en temas ético-valóricos.
Podría haber un acercamiento de bancada entre los 20 diputados del Frente Amplio, 4 de la Coalición Regionalista Verde (CRV) y 1 del PRO. El problema está aquí que del primero, como vimos ya en la elección presidencial, ni siquiera se podría esperar un acuerdo entre sus integrantes para alinear un voto común. No hay que olvidar que los frentistas provienen de 14 organizaciones y no hay que descartar que piensen diferentes y vayan a seguir así.
Los impulsores del cambio
Los autores intelectuales del cambio del sistema electoral lo hicieron para profundizar o ampliar la democracia porque ciertamente éste, después de la elección parlamentaria, aportó mayor diversidad y abarcó una mayor gama de pensamientos e ideas. El nuevo sistema premia a los pactos que tienen mejores ideas, y no a los nombres y apellidos. Es más representativo, es transparente y fue competitivo»., dicen los expertos como Kenneth Bunker, director del Programa Electoral de la Universidad Central al compararlo con el antiguo binominal que favorecía a las dos principales coaliciones (centroderecha y centroizquierda).
Sin embargo, no hay duda que tras pasar la primera prueba electoral dejó a la vista algunas distorsiones o falencias. Aunque permitió aumentar el número de partidos representados en la Cámara y el Senado, ha sido criticado por presentar rasgos que recordaron al antiguo binominal, como la posibilidad de elegir diputados con baja votación gracias al alto nivel de apoyo de sus compañeros de lista por el “sistema de arrastre”. Por ejemplo: ¿Qué representatividad puede tener una senadora de la república electa con un 1%, como es el caso de Carmen Gloria Aravena de Evópoli (arrastrada por Felipe Kast) o una diputada que sacó apenas el 1,02% –Natalia Castillo–, producto de que fue “arrastrada” por Giorgio Jackson?
El arrastre afectó también en sentido contrario a varios senadores y diputados (históricos de la política) que se perdieron a pesar de obtener una buena votación Ejemplos: Fulvio Rossi (24,25%), Lautaro Carmona (17,59%) y Paz Foitzich (16,09%), quienes fueron segunda mayoría en sus circunscripciones pero no resultaron electos.
Igualmente la representatividad territorial, por otro lado, aún presenta casos de sobrerrepresentación y subrepresentación, como ocurre en la Región Metropolitana en comparación con Aysén o en Atacama comparado con Antofagasta, esta última con mayor población y, sin embargo, igual número de diputados.
El nuevo Congreso
Este nuevo Congreso tendrá más parlamentarios que ahora. En la Cámara de Diputados serán 155 diputados. Chile Vamos (ChV) obtiene una buena cifra, 73 diputados, siendo RN el partido que más crece (36) y consolidando la posición de Evópoli (6). En la otra vereda, lo que hoy es la Nueva Mayoría (NM) llega a 43 siendo el PS el partido más fuerte de la coalición (19) y luego el PC (que va en constante alza con 8). Si a eso sumamos la DC (13) quedan en 56. El Frente Amplio (FA) sumó la inesperada cifra de 20 diputados. Los restantes son de las más variadas procedencias.
En el Senado habrá 43 senadores. Las cifras son menos favorables para Chile Vamos con un total de 19 senadores. La Nueva Mayoría quedará con 21, de los cuales seis son DC. Los otros tres se ubican más a la izquierda (Navarro y Latorre) o se alinean con ella (Bianchi).
Así desde el 11 de marzo no existirán mayorías en el Congreso Nacional. Es decir, habrá que negociar cada proyecto, desde las leyes que requieran quórum simple, que deben contar con la mayoría de los miembros presentes en Sala, hasta las leyes orgánicas constitucionales, las que demandan de 4/7 de los diputados y senadores en ejercicio. Y para peor «la cocina» de Andrés Zaldívar, un viejo zorro de la política tradicional chilena, no estará disponible porque no integrará el nuevo Senado tras perder la reelección en la Región del Maule.