Director-Editor de kradiario.cl

Todo llega y todo plazo se cumple como son también los mandatos presidenciales. Ha transcurrido como «un rayo de luz» un nuevo período de cuatro años que no va a quedar registrado en la historia como uno de los más prósperos, pero hay que aceptar que algo se ha avanzado, aunque seguimos estando lejos de convertirnos en un país desarrollado económicamente o justo y equitativo en lo  social y maduro políticamente.

Me estoy refiriendo con esto a un país por el que hemos luchado y soñado tantos años aquí y en el extranjero, que lo dibujamos en nuestra mente bien lejos de la injusticia social, respetando siempre los derechos humanos y las libertades, especialmente las de la vida y la de expresión, impulsando una política constructiva y no hacer de ella  un burdo negocio o enredarse en la típica discusión al querer implantar un socialismo ya pasado de moda  o un capitalismo brutal o extremo.

Es cierto que en cada elección somos físicamente más viejos pero también más experimentados y capacitados para el análisis. Así nos podemos dar perfectamente cuenta de todas las barbaridades que se dicen en las campañas y promesas que son de la partida “incumplibles” pero permiten el intento de ganar los votos de los más insulsos e ignorantes.

Hay puntos que siempre deben ser tomados en cuenta y que impiden hacer milagros o vender pomadas que resucitan muertos.

Chile es, por ejemplo, uno de los países del mundo que tiene limitadas vías de acceso real a lo que es el desarrollo en el mejor sentido de la palabra. Por un lado estamos insertos en un sistema mercadista – el neoliberalismo que nos dejó la dictadura militar- del cual no nos podemos salir ni apartar porque es la dirección en la que marcha hoy el mundo entero. Y si queremos ingresos y hacer negocios no tenemos otro camino que el del crecimiento económico que al final de cuentas favorece directamente al 1 por ciento de los más ricos y no precisamente a los más pobres que todavía son millones en Chile.

El problema está en que la desigualdad es tan grande en este país que nos costará mucho igualarnos, como seres humanos, a realidades más parejas económica y socialmente refiriéndonos a niveles como ocurre en países más desarrollados y como ocurre en varios del viejo mundo.

Y de esto son responsables nuestras políticas extremas y concentradas en querer proteger sólo la democracia como sistema político olvidándonos de la gente que forma esta democracia y esto porque tenemos un profundo miedo, muy comprensible desde luego, de poder volver a caer algún día en una dictadura tan atroz como fue la de Pinochet. Así los políticos que llegan a La Moneda pueden tener grandes ideas para cumplir con los objetivos de este anhelado desarrollo económico y justicia social, pero antes, lo quieran o no, tienen que tener el visto bueno de los poseedores del capital y de las riquezas no renovables. Muchos dirán, «no, esto no es cierto, esta es una democracia», pero en el fondo, fondo saben que es así (mensaje para algunos opinólogos radiales).

¿Cuántas veces en la historia reciente han sido los jefes de Estado los que han ido desde la Moneda a la Corporación de la Producción y del Comercio (CPC) – cuna capitalista en Chile- a rendirle cuentas de las finanzas públicas y no viceversa? ¿el ladrón detrás del juez? o ¿el subalterno le rinde cuentas al jefe?

La misma actitud tienen a veces los gobiernos civiles frente al poder militar, que también aparece como intocable y se puede ver en la práctica: ¿Sigue o no vigente el 10 por ciento de las ganancias del cobre para la Fuerzas Armadas? ¿Sigue en su puesto el general de Carabineros a pesar del gigantesco fraude en la institución, nunca antes visto en la historia chilena? ¿Siguen vigentes las jubilaciones millonarias en las Fuerzas Armadas, Carabineros y Gendarmería?

¿Siguen viviendo los asesinos de la dictadura en una cárcel que para los parámetros chilenos es de lujo?

Los ejemplos anteriores son sólo algunos de los que siguen vigentes después de 27 años de la “nueva democracia” y esto porque no hay capacidad ni coraje para hacer los cambios de fondo y necesarios en todo el sentido de la palabra.

¿Qué pasa con la salud y el negocio de las isapres? Si no fuera por el plan Auge creado por el Presidente Ricardo Lagos Escobar muchos de nosotros estaríamos ya en las puertas del cementerio más cercano o en una cárcel por no poder pagar los gastos médicos y hospitalarios.

¿Qué pasa con las AFP y las jubilaciones? Hay hambre en muchos sectores del Estado porque los políticos no han sido capaces de enfrentar a los más poderosos económicamente. ¿Cómo un jubilado puede vivir con $ 250.000 mensuales? (US$ 393).  ¡Es como vivir en un campo de concentración!

El ideal de un estado moderno es que los integrantes de éste  puedan vivir tranquilos y felices, lo que no tiene que ver con las aflicciones personales o las distorsiones de origen psicológico que puedan padecer algunas familias o individuos. Se trata de tener o disponer de las herramientas necesarias para poder al menos palpar lo que significa la felicidad, que está lejos del hecho de tener dinero o ser millonario. “Es que los ricos son felices” afirman algunos, pero eso no es verdad,  no existe, todo es humano. Sin embargo el Estado puede ayudar a la felicidad de muchos y para eso necesitamos un Estado bien conducido, bien gobernado y sin ambiciones personales.

Lamentablemente en estas elecciones estamos frente a ocho candidatas y montones de promesas, fórmulas “casi mágicas” y libros de 300 páginas con programas que no los lee nadie ni siquiera el candidato.

Así,  todos se dieron el lujo de decir cosas que en tiempos normales no las dirían. Uno de extrema izquierda dijo que estaría dispuesto a intervenir el Congreso si las masas populares se lo pidieran en las calles. Y otro de extrema derecha que él permitiría la tenencia de armas de fuego en cada casa para combatir la delincuencia.

Los debates presidenciales mostraron “la miseria de nuestra política y de los políticos” como dijo alguien muy realista. Los periodistas, varios de ellos, pusieron también su parte al insistir e insistir y volver a insistir para que el candidato dijera o reconociera hechos que habían ocurrido hace 25 años o más, perdiendo el valioso tiempo televisivo para saber exactamente de cómo el o los candidatos quieren resolver los problemas actuales de los chilenos cuando de partida hay un déficit fiscal que crece y crece. Al menos esto era lo que creo que esperaban los televidentes y no farándula periodística para ganar sólo sintonía.

La presidenta Michelle Bachelet invitó esta semana a todos los chilenos inscritos como electores a que vayan a votar el domingo. “Mi invitación es a que este próximo domingo no se queden en sus casas, sino que quiero invitarlos a votar, porque votar significa elegir”, manifestó la mandataria. “Con su voto van a definir el destino de Chile durante cuatro años”, ímploró la mandataria. Sin embargo con o sin llamado la participación electoral ha venido en descenso desde el plebiscito de 1988 cuando un 88% ejerció su voto, mientras que en las últimas elecciones municipales de 2016, sólo lo hizo un  35%.

El problema para una gran mayoría de chilenos es que lo mismo les dijeron hace cuatro años y hasta ahora no ha pasado nada relevante, pocas cosas han cambiado en lo que respecta a las condiciones o requisitos de vida que debería tener el chileno para poder vivir mejor. Esto involucra el día a día: Calidad y seguridad laboral; sueldos o salarios dignos; contratos y seguro de desempleo que sea aceptable para poder seguir viviendo en caso de perder el empleo; atenciones de salud en todo sentido; rebajar a un mínimo el precio de los medicamentos; mejoramiento a fondo del transporte público para evitar que un objetivo prioritario de un trabajador sea comprarse un vehículo o automóvil para poder llegar al trabajo; resolver en gran parte la contaminación que en invierno impide llevar a los niños a las guarderías; contar con buenos subsidios para adquirir viviendas bien construidas; entregar un subsidio estatal por hijos; creación de centros deportivos, culturales y bibliotecas en las plazas públicas que la alcaldesa de Providencia Evelyn Matthei acaba de clausurar para ahorrar dinero ¡Qué horror!

Si van a ir a votar, traten de hacerlo a conciencia por el mejor y que esté dentro de los parámetros señalados.

¡Les deseo muy buena suerte a todos!