Columna del editor
El debate presidencial de anoche debe haber sido un tremendo éxito publicitario para los canales y ANATEL, especialmente por el rating que tuvo en promedio 43,4 puntos, como dicen, pero en realidad fue una gran «tomadura de pelo» para miles de chilenos que estaban deseosos de irse a dormir con una visión nueva o mucho más clara y amplia de un país con candidatos que les permitan tener esperanzas en la política que viene o pensar en planes para su futuro y su familia. Nada de eso pasó, ya que fue realmente más de lo mismo pero además un debate mal hecho, extraño y hasta dramáticamente difícil de volver a contar o recordar. En síntesis, fue un debate penoso que servirá solamente para incrementar la abstención.
Mucha culpa o responsabilidad están teniendo en este sentido los conductores o periodistas de estos eventos que además están a cargo de las preguntas. Utilizan un método incisivo inadecuado para tratar siempre de enredar a los entrevistados como queriendo, una y otra vez, que “pisen el palito” no contestando o reaccionando comunicacionalmente en forma incorrecta y dejando fuera el diálogo real y positivo para conocer formas nuevas de resolver los graves problemas que afectan al país.
Este periodismo o interrogatorios al mejor “estilo policial” parece ser parte de la formación que tienen los nuevos periodistas en Chile que aprenden la profesión en un aula y no en la calle, diferenciándose de los más avezados entrevistadores de antaño que no trataban de sobresalir con preguntas capciosas para sorprender a los candidatos y hacerlos caer en errores. Esto no sólo ocurrió anoche sino que ha sido la característica de esta campaña presidencial 2017, especialmente con los entrevistadores de la pantalla chica, también en otros canales y programas como CNN y Tolerancia Cero.
¿Cuántas veces le han preguntado en una semana a Alejandro Guillier por el spot publicitario que hizo a favor de las isapres cuando era periodista hace ya once años? Y su respuesta ha sido siempre la misma: “mi rol como periodista es uno y como gobernante es otro”.
Y ¿cuántas veces le han preguntado a Piñera sobre su fortuna personal que no son 600.000 millones sino 2.500 millones? ¿De qué le sirve esto a los chilenos para pensar en un bienestar futuro económico, laboral o educacional? En nada! ¡Esto es sólo farándula o sensacionalismo!
A veces parece que los periodistas interrogadores de hoy desean que se les conteste lo que ellos quieren escuchar y no lo que realmente el entrevistado piensa sobre una determinada materia. Esta «incisión» hace perder el ritmo del diálogo y se comienza a caer en temas y acusaciones de poco peso y que no le son útiles a nadie, menos a los electores o potenciales votantes.
No se habló anoche o muy poco sobre el grave problema político electoral que tiene Chile como es la abstención que persigue a todos los candidatos y partidos estimada en unos 8 millones de personas que no concurren a las urnas, lo que no es una novedad muy grande, ya que de los ocho candidatos presentados anoche, no hay ningún líder espectacular que entusiasme a las masas, y solo se estarían salvando con esfuerzo solamente dos, el resto simplemente está perdiendo el tiempo o es impulsado por una fuerza o ambición de poder de la que carecen.
Y sobre esto hay ya antecedentes, especialmente en la elección de diputados, cuando nos encontramos con candidaturas parlamentarias que han reconocido que se presentan (y ojalá salgamos elegidos o elegidas) porque no tenemos nada mejor que hacer ni en que trabajar.
Además, bajo estas condiciones abstencionistas, recordemos que Michelle Bachellet se convirtió por segunda vez en Presidenta con sólo un 40% de los votos.
Pero es lo que hay.
Sin embargo no se habló justamente en el «debate» sobre el tema de la alta abstención, tampoco de los cambios constitucionales que habría que hacer para terminar con un presidencialismo demasiado fuerte que desnivela y desune, o que forma se le dará a la regionalización, porque no es posible que las grandes inversiones en infraestructura se hagan solamente en Santiago y muy poco en regiones.
Tampoco se habló más a fondo de un sistema hospitalario donde debe decidirse de una vez por todas de cómo se van a construir los hospitales que faltan, porque son decenas, por ¿cuál fórmula se va a decidir el país, sin ideología alguna, por el concesionado o el directamente estatal? Porque lo efectivo es que el problema, que sigue penando a los chilenos más vulnerables, son las largas listas de espera o que no reciban atención médica.
En forma muy general se plantearon deseos o ideas superficiales sobre lo que se podría hacer, pero no lo que se va a hacer concretamente. El papel aguanta mucho, como dicen, y los programas presidenciales se han convertido ya en libros. Sin embargo el resultado de las reformas que anunció Michelle Bachelet en 2014 quedaron entrampadas en el camino, porque esa es la verdad. Muchas comisiones y gastos en honorarios y nada paso en algunos casos. La principal oferta suya fue la reforma Constitucional, por donde debería haber comenzado el trabajo de su gobierno, pero finalmente esta quedó en espera de mejores tiempo o de otro gobierno, y puede ser que termine en nada.
¿Qué pasará con las isapres y cómo se les fiscalizará? ¿Qué ocurrirá con la colusión de seguros médicos, clínicas y laboratorios que forman paquetes empresariales únicos? ¿Qué ocurrirá con las pensiones y las AFP? Para Beatriz Sánchez hay que eliminarlas, pero que opina Piñera, Goic o Guillier sobre esta materia?
Frente a la delincuencia todos los candidatos prometen que terminarán con este mal, pero, a pesar de que Piñera muestra estadísticas que indican que bajo su gobierno habría tenido un resultado mejor que el de Bachelet, esta lacra debe terminar si o si, tal como lo hizo la ciudad de Nueva York que aplicó la denominada “Tolerancia Cero”. Este plan se comenzó a aplicar en 1994 y el descenso de homicidios y delitos graves en una de las ciudades más complejas del mundo comenzó a bajar en forma constante. ¿Por qué entonces no en Santiago o Valparaíso? En Chile, quizá el método debe incluir en forma paralela planes sociales y educactivos, pero ninguno de los candidato plantea fórmulas porque al parecer no las tienen. Y en este contexto sabemos además que frente al problema del narcotráfico el Estado chileno ya ha perdido o esta perdiendo completamente el control.
El único que gozó el debate fue el candidato de la ultra izquierda Eduardo Artés porque al no tener ninguna posibilidad de ganar pudo decir todo lo que se le antojó y piensa sobre su proyecto de la “refundación de Chile” que incluiría hasta la toma del control del Parlamento y también de los parlamentarios.
Como si hubiese sido una pelea en un ring, el comentario de Max Colodro en La Tercera lo dice todo “ Guillier en el foco de los ataques; Piñera esquiva los golpes; ME-O insiste en la estrategia de la confrontación; Sánchez esboza condiciones para la segunda vuelta “Debate apenas”.