Eufóricos estaban los kurdos de Irak hace tres semanas cuando el 25 de septiembre ganaron el referéndum, pero la alegría les duro poco, porque en las últimas horas perdieron Kirkuk, la llamada «Jerusalén del pueblo kurdo» que ha sido siempre disputada por distintos sectores e intereses por estar rodeada de petróleo.

El sueño kurdo de emancipación, una vez más ha quedado pospuesto y mermado en su extensión, disminuyendo el poder de este pueblo frente a Bagdad.

El temor del Gobierno de Irak –y de sus vecinos– es la anexión por parte del «estado» kurdo de zonas ricas en recursos, lo que  ha sido decisivo para desbaratar los planes soberanistas del presidente Masud Barzani. Así la población mayoritaria kurda comienza a recuperarse en las  provincias de Kirkuk, Nínive y Diyala, territorios que fueron tomados en el 2014, con un alto coste humano, en la ofensiva de los milicianos kurdos –los peshmergas– contra el Estado Islámico (EI), mientras las tropas federales se batían en retirada. Sin embargo, todo ha cambiado en 48 horas. Estas provincias han vuelto a quedar bajo el control y poder de Bagdad. La retirada de los peshmergas se ha producido sin disparar un tiro. Poco podían hacer ante el avance de los tanques y los blindados del ejército de Irak flanqueados por los comandos chiíes apoyados por Irán. Estos han desplegado también a milicianos cristianos allí donde esta religión es la mayoritaria. Y se han apoderado de Sinyar, el martirizado refugio de los kurdos de fe yazidí. Los más de sesenta mil ciudadanos huidos de Kirkuk empiezan a volver a la ciudad.

Según las Naciones Unidas, más de 60.000 kurdos abandonaron el lunes Kirkuk, pero la mayoría de ellos empezaron a regresar ayer mismo. La pérdida de la joya de la corona –fuente de más de dos tercios de los ingresos de la Región Kurda de Irak– han resucitado las luchas entre el clan de los Barzani y el de los Talabani. El primero es fuerte en las provincias de Irbil y Dohuk y se atrinchera en el Partido Democrátido de Kurdistán (PDK); el segundo en Solimania, alrededor de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK).

Puede darse por deshecha la precaria unidad exhibida por las fuerzas kurdas frente al altar de la independencia, en el segundo referéndum sobre la cuestión celebrado en doce años –el primero fue una consulta organizada por “la sociedad civil” en paralelo a los comicios iraquíes y kurdos–. Esta vez votó el 72% del censo, en un 93% de los casos de modo afirmativo. El cálculo de Barzani era que el ejército iraquí, con o sin referéndum, intentaría retomar  las áreas constitucionalmente bajo control federal tan pronto como liquidara los últimos reductos urbanos del Estado islámico en Irak. Efectivamente, a los diez días de la caída de Hawijah, los tanques iraquíes avanzaban, entre el domingo y el lunes, hacia Kirkuk. La superioridad de fuego frente a los peshmergas de la UPK forzó la pronta retirada de estos. Pero luego los peshmergas del KDP de Barzani ni siquiera abrieron fuego. Los carros de combate evitaron entrar en la ciudad, cuya seguridad quedó confiada a la policía federal y local.

Anteayer se esperaba que Masud Barzani diera la cara ante el desmoronamiento de su estrategia. Sin embargo, el presidente kurdo emitió un comunicado en el que culpaba “a cierto partido” por dejar vía libre a las tropas iraquíes. Desde la UPK, en cambio, se culpa a Barzani de haberlos privado de misiles antitanques y se asegura que todo lo que está pasando estaba cantado desde el fin de semana, cuando el presidente de Irak –a la postre, kurdo– pactó con Barzani. Aunque este exige diálogo al primer ministro iraquí, Haidar al-Abadi, este se niega a sentarse mientras no reniegue del referéndum.

En esta forma los partidos kurdos se enzarzan en un cruce de reproches y alejan la fecha de elecciones. En la práctica, la consulta ya ha quedado sepultada tras la caída de Kirkuk. Los dos partidos más sensibles a los intereses de Irán, PUK y Gorran, culpan a Barzani de haber ignorado las advertencias de países aliados. Y tras derrotar al Estado Islámico –con la ayuda de los peshmergas y de países con intereses tan contrapuestos como EE.UU. e Irán– el Gobierno de Bagdad ha reforzado su autoridad. Nadie, excepto Israel, apuesta por la fractura de Irak. Sobre todo Irán y Turquía no quieren un estado kurdo que pueda servir de plataforma a sus propias guerrillas kurdas y, aún menos, a Tel Aviv.

Breve historia de la tragedia kurda

La historia del separatismo se registra desde 1918  cuando fue la rebelión kurda hasta 1932. En 1961 rebrota la revuelta. Tras llegar  al poder Sadam Husein en 1970 surge una región autónoma kurda. Al fracasar nuevas negociaciones  vuelven los combates. Entre 1987-88, al final de la guerra Irak-Irán, Sadam lanza una dura campaña contra los kurdos, con 180.000 muertos y 3.000 aldeas destruidas. Le sigue una política de arabización. En 1991, tras la derrota iraquí en la guerra del Golfo, los kurdos retoman las armas. EE UU instaura una zona de exclusión aérea para protegerlos. En
1992, los kurdos iraquíes eligen un Parlamento y constituyen un gobierno.

Sin embargo, en 1994, el enfrentamiento entre los dos partidos, el PDK de Barzani y el UPK de Talabani, por los recursos provoca 3.000 muertos en cuatro años. Pero en el 2002 Barzani y Talabani firman un acuerdo de paz. En 2003,  los kurdos se alían con EE UU  en su guerra para derrocar a Sadam. En 2005 , la Constitución impulsada por EE UU establece la región autónoma  kurda. Barzani es elegido presidente kurdo y Yalal Talabani, presidente de Irak (murió el 3 de octubre pasado en un hospital de Berlín a la edad de 83 años ya retirado de la política) foto arriba derecha.  En 2014, las fuerzas kurdas toman el control de la ciudad petrolera de Kirkuk aprovechando el caos creado con el avance yihadista. En septiembre de este año Barzani impulsa un referéndum de independencia al que se opone Bagdad y también el UPK.