EL VIDEO CON EL DISCURSO DE TRUMP EN MIAMI SOBRE CUBA ES DE ARCHIVO Y CORRESPONDE A MAYO, 31 2017 –
El enfriamiento de las relaciones diplomática entre Estados Unidos y Cuba es ya prácticamente total, tras ordenar el secretario de Estado, Rex Tillerson, la salida este martes de 15 funcionarios cubanos que estaban asignados a la Embajada de Cuba en Washington, aunque aseguró que el Gobierno estadounidense «mantiene sus relaciones diplomáticas con el gobierno cubano y seguirá cooperando» con las autoridades del país caribeño, especialmente «en la investigación sobre los ataques» acústicos contra los diplomáticos estadounidenses.
El Departamento de Estado entregó una lista al embajador cubano en Washington con los nombres de las personas cuya partida pide en el transcurso de los próximos siete días, explicó hoy un alto funcionario de la Administración bajo condición de anonimato. Estos diplomáticos no han sido declarados, no obstante, personas no gratas. «No es una señal de cambio en las relaciones ni una atribución de culpabilidad a Cuba de los ataques», dijo a la prensa el funcionario. El paso se da ante «la incapacidad de Cuba de proteger a nuestros diplomáticos», añadió.
Ataques acústicos
Desde noviembre de 2016, 22 diplomáticos estadounidenses en Cuba han sufrido alteraciones en su estado de salud, que Estados Unidos califica como «ataques», con síntomas como pérdida de audición, mareos, zumbidos, dolores de cabeza, fatiga, problemas cognitivos y dificultades para dormir.
El sindicato del Servicio Exterior de Estados Unidos aseguró recientemente que algunos sufrieron además «lesiones cerebrales traumáticas leves». La semana pasada, el Departamento de Estado ordenó la retirada de la mayoría de su personal en Cuba, es decir, de aquellos funcionarios considerados «no esenciales» y sus familiares, por considerar que no podía «garantizar su seguridad» en la isla.
El Departamento de Estado no ha llegado a confirmar que los ataques se produjeran con un dispositivo «acústico», como han apuntado algunos medios de comunicación, y sigue investigando los sucesos, que comenzaron a registrarse a finales de 2016 y cuyo último episodio confirmado tuvo lugar este agosto pasado.
El Gobierno cubano ha negado toda relación con los ataques, que está investigando, y ha tachado de «precipitada» la decisión de Washington de retirar a sus diplomáticos y aconsejar a todos los estadounidenses que no viajen a la isla.
¿Qué son los «ataques sónicos»?
El oscuro caso de los «ataques acústicos» en Cuba contra diplomáticos de Estados Unidos, que envenena las relaciones bilaterales hace más de nueve meses, parece lejos de tener un desenlace, y más que certezas arroja cada vez más misterios. Algunas personas atacadas sufrieron «migrañas, náuseas», pero también «ligeras lesiones cerebrales de origen traumático y pérdida definitiva de audición», tras escuchar un fuerte y profundo sonido.
Sin embargo, no se descarta absolutamente la posibilidad de que en este caso esté involucrado directa o indirectamente el gobierno estadounidense de Donald Trump que realmente nunca estuvo de acuerdo en la reanudación de relaciones diplomáticos y comerciales impulsada por el anterior gobierno de Barack Obama. Así al menos lo dio a entender durante la campaña electoral el actual Presidente al anunciar que pretendía revisar o modificar las relaciones con Cuba. Este extraño caso le daría posibilidades a su gobierno para justificar a la larga una supuesta ruptura completa de relaciones con la isla caribeña para volver al estado «diplomático» que existía hasta antes del acercamiento logrado entre Obama y Raúl Castro.
¿Dónde está el origen real de este fenómeno?
Funcionarios estadounidenses dijeron a periodistas sospechar del uso de dispositivos acústicos de origen desconocido, con el objetivo de socavar la «integridad física» de los diplomáticos.
«Las ondas ultrasónicas, que se sitúan más allá de la capacidad acústica del ser humano, pueden difundirse con un amplificador. El dispositivo no tiene que ser de gran tamaño y se puede activar dentro o fuera de una casa», explicó a la AFP el experto francés Denis Bedat.
Bedat pone como ejemplo al Active Denial System (ADS), un cañón anti-disturbio creado en Estados Unidos, que permite dirigir ondas electromagnéticas hacia las personas elegidas causándoles una sensación de calor insoportable.
Muchos observadores dudan que La Habana se haya arriesgado en tales acciones a finales de 2016, cuando las relaciones entre los antiguos enemigos de la Guerra Fría estaban en pleno auge. Luego se deterioraron con la llegada al poder de Donald Trump.
Las especulaciones abundan en ambos lados del Estrecho de Florida. Algunos apuntan a la iniciativa de agentes cubanos desertores, otros a un tercer país interesado en dañar los relaciones entre Cuba y Estados Unidos, como Rusia o Corea del Norte.
O que se trata de una maniobra de los halcones de la revolución opuestos a la apertura con EE.UU. por la perdida de privilegios y que están enfrentados con Raul Castro por su política de apertura y adecuación. Tal es el caso de Ramiro Valdez, uno de los pocos generales de la revolución, rival histórico de Raúl Castro, un conservador antiaperturista muy ligado al chavismo, quien dirigió en Cuba la DGI (Dirección de Inteligencia Cubana) y que podría contar con algún dispositivo semejante.
Pero la hipótesis más recurrente señala la posible incidencia de un sistema de escucha defectuoso o mal controlado, una opción reforzada por la reputación de «grandes oídos» que tiene Cuba.
Sin embargo, esta es rechazada por expertos que subrayan que un sistema de escucha no está diseñado para la difusión. Y, según los medios estadounidenses, los investigadores del FBI no encontraron evidencias durante las minuciosas búsquedas realizadas en los hogares de las víctimas.
«No tenemos respuesta definitiva sobre el origen o la causa de los incidentes», reconoció un responsable del Departamento de Estado, mientras que La Habana anunció haber tomado «medidas adicionales de protección de los diplomáticos estadounidenses y sus familiares».
El caso contiene los ingredientes propios de las crisis de la Guerra Fría, con misterio, espías y ataques soterrados. Entre noviembre de 2016 y primavera de 2017, diplomáticos estadounidenses y canadienses comenzaron a sufrir las consecuencias de lo que se cree que fueron ataques acústicos de origen desconocido junto con sus familias, alojadas mayoritariamente en viviendas provistas por el Gobierno cubano, aunque un caso sucedió en un hotel. Los mareos, dolores de cabeza y problemas de visión fueron algunos de los primeros síntomas.
Estados Unidos se ha cuidado mucho de acusar directamente a Cuba, pero se está planteando el cierre de la legación. De momento, va a replegar velas y, además, ha alertado de de los peligros a los turistas estadounidenses, aunque el Gobierno asegura que ningún ciudadano estadounidense más allá de los 21 diplomáticos ha sufrido daños. El Gobierno cubano juzgó como «precipitada» la decisión y reafirmó la voluntad de su gobierno de continuar «la cooperación activa entre las autoridades de ambos países».
La decisión, confirmada este viernes, trasciende tres días después de la reunión que el jefe de la Diplomacia estadounidense, Rex Tillerson, mantuvo en Washington con el ministro de Exteriores cubano, Bruno Eduardo Rodríguez Padilla, y que, a la vista de los resultados, no sirvió para tranquilizar al Tillerson sobre la seguridad de su personal allí desplazado. El Departamento de Estado dijo en un comunicado que Tillerson expresó en el ecuentro «la gravedad de la situación» e insistió a las autoridades cubanas en «su obligación de proteger al personal de la embajada y a sus familias».
La reapertura de las respectivas embajadas -Cuba también puso en marcha la suya en Washington- buscaba normalizar las relaciones entre ambos países 54 años después de que se cerraran las legaciones, el 3 de enero de 1961. Fue el resultado más tangible del deshielo iniciado a finales de 2014 por el expresidente de Estados Unidos Barack Obama y Raúl Castro. Pero la falta de avances democráticos y reformas en Cuba junto con el cambio de mandatario en la Casa Blanca -Donald Trump dejó claro que desharía buena parte del camino- han dejado este acercamiento en vía muerta. En estos meses se ha celebrado alguna reunión con el fin de buscar vías de colaboración en seguridad o justicia, pero no han pasado de lo vago.
Siguen las relaciones diplomáticas
Ahora, el episodio de los ataques suma una nueva y extraordinaria dificultad. El ministro de Exteriores cubano que se vio con Tillerson calificó de «lamentable» que, según sus declaraciones recogidas por Efe, «se politizara un asunto de esta naturaleza y que se tomen decisiones apresuradas y sin sustento en evidencias y resultados de la investigación concluyentes».
Porque, después de meses de misterio, aún no se ha podido identificar el origen de unos daños que por alguna razón afectan a diplomáitcos estadounidenses y sus familiares. Cuba permitió que agentes del FBI pudieran investigar los hechos in situ, personándose en los hogares de las familias afectadas, pero tampoco han sacado conclusiones más allá de la hipótesis del ataque sónico.
Fuentes de la investigación citadas por la prensa estadounidense en los últimos días consideran que puede tratarse de una agresión llevada a cabo con algún aparato de infrasonidos -es decir, que emite unas ondas no audibles- o de ultrasonidos, ya que algunas víctimas sí afirman haber oído sonidos extraños. Otra opción que se baraja es el uso de un arma electromagnética.
El Gobierno de Estados Unidos decidió retirar el 60% de su personal en Cuba y sus familiares, así como cerrar la concesión de visas por tiempo indefinido. Según documentos del Departamento de Estado, solo permanecerá en La Habana “personal de emergencia”. Además, Washington también advirtió a sus ciudadanos que no viajen a Cuba porque podrían verse afectados por los ataques sónicos.
Así pues, no habrá ruptura de relaciones, cierre de embajada ni retirada del embajador. Pero la acusación está en pie: el gobierno cubano no garantiza la seguridad de los diplomáticos estadounidenses. Un señalamiento que podría agravarse en caso de que se logre despejar el misterio de los ataques.
Un reciente editorial del sitio digital Diario de Cuba responsabilizaba directamente a Alejandro Castro Espín, jefe del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, de la situación. “Por acción u omisión, el régimen cubano es responsable de esos ataques, y tocaría al coronel Alejandro Castro Espín dar explicaciones” rezaba el texto. Según la publicación, el hijo del gobernante Raúl Castro es “inútil o culpable”.
El 27 de septiembre el diario Granma, aun sin restar gravedad al incidente, cuestionó y hasta ridiculizó lo que calificó de “teorías conspirativas”. El rotativo oficial insertó opiniones de médicos y científicos, algunos extranjeros, rechazando la idea de un ataque sónico o magnético.
La Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FHRC), con sede en Miami, condenó en un comunicado no solo la explicación del gobierno cubano ante los ataques, sino también la respuesta de Estados Unidos. La Fundación consideró inaceptable “que estos hechos sean diluidos, minimizados, acallados por el Departamento de Estado y cualquier otra agencia que tenga relación con su investigación”. Asimismo, también calificó de “inaceptable” que se permita al agresor evadir el escándalo y escapar de sus consecuencias políticas, diplomáticas y financieras”, por lo que recomendó una serie de medidas, entre ellas, cierre de la embajada, expulsión de diplomáticos y retirada de embajadores de ambas capitales.
La respuesta de Washington, que puede interpretarse como provisional (en espera de la evolución del caso) no es tan dura como solicitó el exilio cubano ni como exigieron los congresistas estadounidenses. Pero tampoco es poca cosa: rebaja al mínimo el funcionamiento de la legación estadounidense, sin dañar la comunicación entre las dos partes, lo cual siempre es positivo.