Por Martín Poblete
Cataluña siempre ha sido parte de España, catalanes de gran distinción alcanzaron la fama en el servicio de la Corona española, en Chile tuvimos un Gobernador, Manuel de Amat y Junient, después fue Virrey del Perú. El Rey de España es el Conde de Barcelona, título de Rey, de ahí viene el apodo de La Ciudad Condal. Cataluña tiene burguesía y clase media cultas, educadas en espléndidas universidades de mucha tradición; artes en el mas alto nivel, de las obras maestras de Gaudí al teatro de ópera, el Teatre del Liceu; empresariado creativo, emprendedor; sector bancario y financiero de alta sofisticación. Es una región de notorio bienestar social y prosperidad, ambos aspectos estrechamente ligados a su relación con el resto de España. Sin embargo, cada cierto tiempo, resurge un malestar unido al cuestionamiento de la españolidad.
La primera proclamación unilateral de un Estado catalán tuvo lugar el 5 de marzo de 1873, cuando España estaba sumida en grave crisis política. La segunda ocasión fue la proclamación de Francesc Maciá, Presidente de la Esquerra Republicana Catalana, el 14 de abril de 1931, de las negociaciones posteriores quedó la fundación de la Generalitat, institución superior autónoma hasta hoy. La tercera fue el golpe de estado del Presidente de la Generalitat, Lluís Companys, en octubre de 1934, esa proclamación se arrastró todo el curso de la Guerra Civil, siendo anulada por la entrada del Ejército franquista en Barcelona al mando del General Yague, en ese Ejército había un regimiento catalán. La prolongada dictadura del General Franco fue particularmente dura con los catalanes, en especial las restricciones impuestas a sus tradiciones culturales, las «usatges», y al uso del idioma.
Durante la Transición posterior a la muerte del General Franco, se reactivaron los partidos políticos catalanes, Convergencia dels Catalans, Unió dels Catalans, de ambos emergió la coalición Convergencia y Unió, a la cual se agregaron las sedes regionales de los principales partidos políticos españoles. Los líderes catalanes de la época, Josep Duran y Lleida, Jordi Pujol, Josep Tarradellas, participaron activamente en los acuerdos y negociaciones resultantes en la Constitución de 1978, y en el Estatuto de las Autonomías. Los sucesivos gobiernos encabezados por Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, y el actual de Mariano Rajoy, fueron respetuosos de las facultades autonómicas y generosos en el aporte financiero a Cataluña vía impuestos y asignaciones presupuestarias.
El paso de los viejos líderes, agotados por serios problemas de corrupción, colusión de intereses privados con el dinero público, y el quiebre de Convergencia y Unió, abrió las puertas a una nueva generación de políticos, Artur Mas, Oriol Junqueras, Carme Forcadell, Ada Colau, Carles Puigdemont.
Con los nuevos liderazgos, coincidiendo con la victoria del Partido Popular en 2009 y el gobierno de Mariano Rajoy, comienza el agitar de las tendencias independentistas, secesionistas, promovidas por las mas altas autoridades en las instituciones del gobierno autonómico catalán, y de la Municipalidad de Barcelona; al empuje separatista responde la determinación a impedir tal curso, claramente expresada en las palabras de Rajoy: «España no se romperá».
Numerosas reuniones de Rajoy con Artur Mas no produjeron ningún resultado positivo, serias acusaciones de corrupción al tenor de varios millones de euros obligaron a la sustitución de Mas por Carles Puigdemont, quien llevaría el impulso secesionista al abismo de un llamado «referéndum» unilateral, en rebeldía respecto de las leyes y magistraturas del Estado español.
La convocatoria del 1º de octubre se hizo en violación de la Constitución Española de 1978, del Estatuto de Autonomía de Cataluña, del Reglamento del Parlamento Autónomo Catalán, las autoridades de la Generalitat devenidas en promotoras oficiales de la secesión; no hubo Junta ni Síndico electoral que garantizase los resultados, tampoco censo ni locales autorizados, ni mesas ni cédulas oficiales, el escrutinio sustituído por turbamultas agitadas sin control.
De otra parte, hubo expresiones de profundo desprecio por el independentismo catalán. El ABC de Madrid editorializó: «España no puede ser humillada por un nacionalismo traidor y desleal»; en La Vanguardia de Barcelona, su director Marius Carol escribió: «Lo de hoy no es un referéndum, no solo porque se convocó al margen de la Constitución, sino porque tampoco cumplió con las normas aprobadas por el Parlament de Catalunya». Mientras tanto, Carles Puigdemont anuncia la próxima proclamación unilateral de independencia, y Mariano Rajoy pide ser recibido en el Parlamento de España para dar a conocer su diseño político para el futuro inmediato. Cabe esperar que pueda abrirse camino al diálogo entre las partes, evitar un choque de trenes entre cuyas consecuencias estaría el resurgimiento del adormecido nacionalismo español con sus tendencias centralistas, conservadoras, autoritarias.