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Las elecciones del domingo en Alemania dejaron en claro tres cosas.   La Canciller Angela Merkel y los dos partidos social cristianos tradicionales, Unión Demócrata Cristiana y la Unión Social Cristiana de Baviera, han obtenido su cuarta victoria consecutiva, si bien mas ajustada que las anteriores; la negativa, tal vez prematuramente anunciada apenas conocidos los resultados, de los socialistas a continuar en el gobierno pone fin a la Gran Coalición, y deja a la Canciller Merkel con una complicada tarea por delante.
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Los socialistas  han sufrido su peor derrota en la política alemana de post-Guerra.   Al estar en coalición con los social cristianos, perdieron parte de su perfil mas agudo en la formulación de políticas públicas;   asimismo, su reconocido estilo combativo en el Parlamento sufrió, al verse en la obligación de respaldar al tradicional adversario con el cual compartieron responsabilidades de gobernar.  Su anunciado paso a la oposición obligará necesariamente  a formar una coalición  diferente.
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El resultado obtenido por el Partido Alternativa para Alemania, con alrdedeor del 13% de los votos, agregados a 94 diputados, marca la entrada en el Parlamento de un partido político de extrema derecha frontalmente opuesto a las políticas migratorias  de la Canciller Merkel, contrario a mantener a Alemania en la Eurozona, duramente crítico de la Unión Europea así como también de la OTAN incluyendo las relaciones de seguridad con Estados Unidos,  partidario de un gran acto nacional de desagravio y reconocimiento a los soldados alemanes en la 2ª Guerra Mundial, en algunos aspectos de un populismo neonazi.
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Con el escrutinio en la mano y los socialistas fuera del cuadro  negociador,  la Canciller Merkel  busca desde ayer mismo socios para una nueva coalición de gobierno, en un sistema parlamentario se necesita tener mayoría en el Parlamento;  estos socios serían el antiguo Partido Liberal, de vuelta con representación parlamentaria con poco mas del 10% de los votos, y Los Verdes.
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Los liberales formaron parte de los gobiernos socialdemócratas de Helmut Schmidt y del Helmut Kohl, en el siglo pasado, y también en los primeros mandatos de la Canciller Merkel, con nuevos líderes sería un socio conocido y confiable.   Otra cosa es llevar al gobierno a Los Verdes, partido fundado en la década de los ochenta por varias tendencias radicales ambientalistas. Hay que recordar que los Verdes ya integraron un gobierno federal en 1998 con el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD), período en el cual el líder verde HJoschka Fisher fue el ministro de relaciones exteriores. Fue la llamada coalición roji-verde en la política alemana. Además, una coalición encabezada por los democristianos de la CDU, con liberales, y Verdes, lleva dos años gobernando el Estado de Schleswig-Holstein, al parecer bien;  probablemente, una experiencia  que será sometida a cuidadoso examen a la hora de formar gobierno federal.
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La victoria de Angela Merkel en las elecciones legislativas de este domingo confirma la apuesta de la sociedad alemana por la continuidad y la estabilidad económica y política frente al inquietante ascenso de la ultraderecha.
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Sin embargo, el escenario que se abre tras los comicios es menos sólido de lo que cabría desear si tenemos en cuenta los retos pendientes no sólo para Alemania, sino para el conjunto de Europa: hacer frente y ofrecer soluciones a la crisis de refugiados, garantizar que la integración de los inmigrantes no dé lugar a problemas de convivencia en los países de acogida, reactivar el eje Berlín-París para llevar a buen puerto la reforma de la Eurozona y -en definitiva- fortalecer el proyecto europeo frente a la amenaza del terrorismo internacional y los nacionalismos.
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Los democristianos de la CDU han obtenido casi un tercio de los votos emitidos, pero se dejan cerca de ocho puntos respecto a hace cuatro años. Este desplome supone un toque de atención en un país en el que la superación de la crisis económica no está llevando aparejada una disminución de las desigualdades.

El trabajo de Merkel con todos los antecededentes sobre la mesa es bastante complejo, ya que recién ha comenzado las conversaciones con liberales y verdes. Se trata de formaciones que defienden posturas a veces muy diferentes sobre inmigración, proyecto europeo y ecologismo, lo que obligará a la canciller a hacer equilibrios para que las posibles tensiones internas no sean aprovechadas por una ultraderecha eufórica, que -nada más conocerse el resultado- ya confiesa abiertamente que su objetivo es “cazar a Merkel”. De tener éxito, eta será la coalición Jamaica por los coloes rojo verde y amerillo que son los que distinguen a los tres partidos CDU/CSU, FDP Y Grünnen (verdes).

Efectivamente, la sorpresa de las elecciones la ha dado Alternativa para Alemania, que entra en el Bundestag con más del 13% de los votos, porcentaje muy superior al esperado. Es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que un partido radical y xenófobo llega al Parlamento, lo que genera enorme preocupación en una sociedad marcada a fuego por el fantasma del nazismo. Uno de los principales retos que tiene ante sí la canciller será el de atajar el avance de la ultraderecha, populista y antieuropea.

El resultado de las legislativas alemanas permite extraer conclusiones interesantes sobre la realidad europea. Hay que enmarcar el desplome del SPD en la crisis que atraviesa el conjunto de la socialdemocracia. Asimismo, el ascenso de Alternativa Para Alemania, al igual que el experimentado por partidos homologables de ultraderecha en Reino Unido, Francia y Holanda, debe servir de alerta a las democracias liberales para poner coto al avance de los partidos que hacen de la demagogia un ariete para desestabilizar y desunir.