Ese concepto de libertad como contrario a lo que el capitalista quisiera hacer o realizar lo expresó brillantemente hace algunos años el billonario Peter Thiel cuando consultado acerca de la libertad indicó: “La libertad no es compatible con la democracia”. (Thiel: empresario norteamericano, filántropo, fue asesor y amigo del actual presidente de USA Donald Trump antes de ser elegido, y aportó para su campaña la suma de 1,5 millones de dólares. Muchos se sorprendieron cuando no apareció en la lista de las personas que trabajarían con él en la Casa Blanca. Es fundador de la empresa PayPal Fund y ha hecho excelentes negocios junto a Luke Nosek y Kent Howery, conocidos empresarios estadounidenses, desde 1999).
No por otro motivo se acercó a él entre 2005 y 2008 el nieto de Milton Friedman, Patri Friedman, un sujeto conocido por sus tendencias extremas, a fin de plantearle un proyecto para la instalación de islas artificiales en el mar abierto como refugio ideal para las comunidades libertarias. Un autor (Adam Frucci) asevera haber escuchado a Friedman decir, al respecto:
«La cuestión no es sólo crear un sistema político o un tipo de sistema, sino hacer un producto clave para la creación de nuevos países, a fin de que los lotes de los diferentes grupos intenten muchas cosas diferentes, y todos podamos aprender de ello» (Caparrós, Martin: “Las ciudades flotantes”, ‘El País Semanal’, versión digital, 06 de julio de 2017)
Patri Friedman, nacido en 1976, ex ingeniero asociado a Google, tiene curiosas concepciones acerca del capital cuya independencia valora en toda su extensión y es, hoy —gracias al apoyo que consiguiera de Thiel—, fundador de la organización ‘Seasteading Institute’, una organización que, bajo el lema ‘La mitad de la superficie del globo no pertenece a ningún Estado’, planea construir ciudades flotantes que podrán regirse por sus propias reglas y elegir sus propios gobernantes. No por algo ha expresado, en un libro que escribiera junto con uno de sus ejecutivos:
“No promovemos ninguna ideología o política particular. Queremos ofrecer una plataforma para que otros intenten las nuevas formas de vivir juntos que los hagan más felices. Algunos colonos pueden querer ensayar una renta básica universal, otros pueden preferir las soluciones del mercado libre. Algunos pueden confiar en la democracia directa electrónica, otros podrán entregar la Administración pública a burócratas, otros podrán usar servicios hechos a la medida del consumidor, o cualquier mezcla de todo eso (Caparrós, Martin: Art.).
Se les ha denominado ‘anarcocapitalistas’ aunque, en verdad, la denominación no es exacta pues, si bien es cierto son contrarios a cualquier limitación al desarrollo del capital y rechazan toda dirección impuesta en ese sentido, no es menos cierto que constituyen una variante del capital bancario (financiero) que busca establecer una región del planeta donde pueda gozarse de esa seguridad.
Islas en medio del mar
La idea de construir islas en medio del mar no es descabellada. Más, aún: no es tarea difícil pues, hoy, existen los medios tecnológicos para hacerlo. El proyecto se realiza a través del uso de una técnica similar a la empleada para la construcción de las plataformas petroleras que se instalan en el mar. La construcción de islas puede realizarse por medio de unir plataformas similares a aquellas que hemos indicado.
En el caso específico de Artisanípolis, ciudad proyecto creado por los ingenieros de Silicon Valley de acuerdo a las instrucciones dadas por el ‘Seasteading Institute’, para ser instalada en uno de los lugares de la Polinesia francesa, se ha dicho que dicha estructura“ […] consistirá en un conjunto de plataformas flotantes sobre la superficie del agua. Cada una de ellas podrá moverse por barcos remolcadores hacia diferentes lugares y unirse entre sí para crear enormes formaciones sobre el mar (Redacción: “Artisanípolis: el futurista plan de Silicon Valley para construir una ciudad flotante en la Polinesia Francesa”, BBC, 6 de enero de 2017).
China, desde hace varios años ha estado construyendo islas flotantes en el sector de las islas Spratly, conjunto de atolones, arrecifes y bancos de arenas cuyo dominio lo ejerce conjuntamente con Vietnam, Filipinas y Taiwán. Y, a pesar que los trabajos realizados por el país asiático no son similares a los que se emplean para la realización del proyecto del ‘Seasteading Institute’, dicha nación impide que se sobrevuele las construcciones que realiza en ese lugar (Redacción: “La amenazante advertencia de China a la BBC para que no sobrevuele sus islas artificiales”, BBC, 15 de diciembre 2015) e, incluso, ha tenido disputas con USA, especialmente en 2015 cuando el USS Lassen, un destructor de misiles guiados, rompió el límite de 12 millas náuticas (22,2 km) que China reclama alrededor de las islas Subi y Mischief en el archipiélago Spratly (Redacción: “El enojo de China por el barco de guerra de EEUU que se acercó a sus islas artificiales”, BBC, versión digital, 27 de octubre de 2015).
La forma que China ha empleado para levantar esas construcciones —una de ellas cuenta con una pista de aterrizaje de más de 3 mil metros de longitud— ha sido a través de utilizar los arrecifes sumergidos y los atolones
“[…] con un proyecto masivo de dragado que comenzó a fines de 2013”(Redacción: Art. citado .
Guzmán H., Lorena: “El mundo ya se prepara para las ciudades flotantes”, ‘La Nación, versión digital, 16 de abril de 2014.
La idea de construir islas artificiales en el mar no es nueva. Pedro Serrano, arquitecto de la Universidad Federico Santa María, decía que en Hong Kong existen, desde hace cientos de años, pequeñas ciudades flotantes como, también, en algunas costas africanas.
“Venecia es una ciudad que casi flota, y los uros del Titicaca aún flotan sobre aldeas de totora […] hoy tenemos en el mundo la tecnología para hacer ciudades flotantes, que además pueden viajar. Por lo tanto, no solo son factibles, sino que cada vez en mayor escala. Es posible diseñar islas de un tamaño tal que resulten inalteradas por tormentas y oleajes gigantes, las que podrían albergar millones de habitantes” (Guzmán H., Lorena: “El mundo ya se prepara para las ciudades flotantes”, ‘La Nación, versión digital, 16 de abril de 2014).
Pero esta idea no es compartida enteramente por los académicos de nuestro país. Para Felipe Link, investigador del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Católica, la realización de semejantes proyectos no es fácil.
“Esto se trata más bien de ciencia ficción y no veo que sea necesario tener ciudades flotantes, aunque sí sean factibles […] En el caso hipotético de que se implementaran, el problema estaría en quién iría a vivir ahí. Se trataría de una especie de aislamiento programado donde los mismos habitantes tendrían que afrontar el desafío de lidiar con las dinámicas urbanas –con los límites físicos de una isla– y de determinar cómo sería el intercambio con el exterior […]” (Guzmán H. Lorena: Art.)
Para Sebastián Bianchi, director de la Escuela de Arquitectura del Campus Creativo UNAB, la idea es aún prematura.
“Podría tratarse de pequeñas extensiones urbanas artificiales dedicadas al ocio, como hoteles […] Pero también hay que entender que un asentamiento flotante significa desplazar de alguna manera a la ciudad –que por concepto se funda– y hacerla nómada. El agua cerca de los asentamientos ha tenido funciones defensivas o de comercio, pero ¿qué pasaría si puedo desplazarme siempre hacia condiciones climáticas más favorables o reabastecerme en cualquier puerto (Guzmán H. Lorena).
Escepticismo o no, lo cierto es que los proyectos existen y se están llevando a cabo. La isla artificial piloto que proyecta instalar en la Polinesia francesa el ‘Seasteading Institute’ podría comenzar a construirse en dos años más, es decir, en 2019, de acuerdo con una información de prensa.
“El gobierno de la Polinesia Francesa firmó un acuerdo con el Instituto Seasteading para iniciar las obras en sólo dos años” (Redacción: “Diseñaron una espectacular ciudad flotante en aguas del Pacífico”, INFOBAE, 17 de enero de 2017).