La columna del editor
Todas las autoridades de seguridad involucradas en Chile se mostraron sorprendidas por la desaparición de uno de los ex jerarcas de la Colonia Dignidad, el doctor Hartmutt Hopp (66 hoy 72), quien fuera el número dos del enclave alemán situado en la séptima Región, cuyo líder máximo era el ya fallecido Paul Schäfer, que lo manejó con mano de hierro y al mejor estilo nazi, lo que se prolongó por varias décadas, acumulando un historial de delitos que no se compara fácilmente con los más abominables delincuentes que pueblan las cárceles chilenas.
Ambos – Hopp y Schäfer – fueron los que impulsaron toda una organización comercial y agrícola siniestra apoyados por hombres de los círculos del poder en Chile –políticos (algunos hoy aún activos), militares (algunos en la cárcel y otros todavía libres como pájaros) y empresarios (varios aún activos)– que mostraban a la Colonia Dignidad como a una entidad de beneficencia. Centenares de colonos vivían y trabajaban en la Colonia de Parral de sol a sol, pero no recibían ningún solo peso de remuneración. Todo quedaba para los jerarcas, entre ellos los dos nombrados, aunque había más, los que acumularon mucho dinero.
Schäfer llegó mucho más alla. Se codeó con el dictador Pinochet y le prestó su apoyo y el “territorio” de la Colonia en el sur (en Parral) para que torturara e hiciera desaparecer a opositores de la dictadura más cruel que haya tenido Chile en toda su historia. Hizo construir búnkers con la mejor técnica empleada durante el nacionalsocialismo en Alemania para esconder restos humanos y evitar que los gritos de los torturados se escucharan en la superficie. ¿Cuánto dinero habrá recibido Schäfer de Pinochet por su silencio? ¿Cuántos desaparecidos estarán sepultados en esas tierras?
Esta semana (ver nota separada) la Justicia chilena, después de pasado medio siglo, reconoció como verdad la declaración del primer fugado de la Colonia Dignidad en 1966 el entonces joven de 17 años Wolfgang Müller – hoy es Wolfgang Knesse (foto abajo) tras cambiarse su apellido de nacimiento- (foto de arriba: Parte de los desaparecidos).
Una resolución anuló una condena de cinco años de cárcel que Knesse tenía pendiente en Chile por hacer la denuncia y destapar la verdad, lo que fue considerado una injuria contra “la Sociedad Benefactora Dignidad” que luego pasó a llamarse “Villa Baviera”. El denunció anticipadamente los crímenes atroces cometidos por Schaeffer y sus secuaces, entre estos últimos varios poderosos chilenos.
«Me faltan palabras para explicar lo que esto significa», dice Wolfgang Knesse a la Deutsche Welle cuando fue informado sobre la resolución de la Corte Suprema de Chile.
El máximo jerarca Schäfer, ex nazi, persiguió a Knesse hasta su muerte en la Cárcel de Alta Seguridad en Santiago donde cumplía una condena carcelaria, pero su acusador pudo más y logró imponerse ante la Justicia.
En cambio, Schäfer (foto izquierda) murió derrotado y su dignidad pisoteada. Junto a Hopp(foto derecha), hoy arrestado en Alemania, utilizó las instalaciones sanitarias de la ex Colonia, el Hospital, para reclutar niños a los que él abusaba, satisfaciendo sus degeneradas tendencias y vicios que había acumulado desde la Segunda Guerra Mundial en los campos de batalla o cuando hasta los años sesenta fue un pastor en Hamburgo, desde donde tuvo que escapar a Chile por los mismos delitos. Hopp era entonces el director del Hospital de Colonia Dignidad, que luego de que el Presidente Patricio Aylwin (1990-1994) le quitara la personería jurídica a la sociedad benefactora, los bienes de ella pasaron a “palos blancos” surgiendo en su reemplazo la famosa Villa Baviera.
Antes, desde los años sesenta, todo el mundo sabía en Chile que las cosas al interior de Dignidad no estaban muy claras y era todo muy raro, porque lentamente surgía un estado dentro de otro estado. Como primero de una larga lista de denunciantes fue el periodista Oswaldo Murray en la histórica Revista Ercilla, también Erika Vexler y muchos más comenzaron a escribir sobre lo mismo. Lo supo el subsecretario del Interior del Gobierno de Eduardo Frei Montalva, Enrique Krauss, pero tampoco pudo hacer nada. Al otro lado había periodistas que defendían la colonia como Rafael Otero, por ejemplo, y muchos políticos de la época, de derecha, quehasta hace muy poco todavía circulaban por La Moneda y sus alrededores o tenían cargos oficiales, porque en Chile todo se olvida o se puede olvidar fácilmente si se quiere.
En estas condiciones y realidades nunca se hizo nada en contra de esta Colonia, ni bajo Frei Montalva ni bajo Allende Gossens ni menos bajo Pinochet, que más que autoridad fue una especie de socio o aliado de Schäfer. Tuvo que venir Aylwin, treinta años después, para que se tomaran severas medidas contra el enclave alemán, aunque, como dijimos, este continuó funcionando apoyado por muchos poderosos, numerosos nazis en Alemania, que hasta hoy siguen existiendo.
En 2011 todo se acabo y el plan de Hopp fue perfecto: Primero viajaron a Alemania su esposa, la enfermera Dorothea Esther Witthahn Kruger, y la ex contadora de Villa Baviera, Erika Heimann. Al final fue su turno y como mano derecha de Schäfer es buen conocedor de los lugares donde supuestamente están depositadas en Europa las “platas negras” de la Sociedad Benefactora, con las que él y su familia han logrado vivir como “príncipes orientales”. Cuenta además con la ayuda de Erika Heimann, la contadora de la Villa.
Justamente los contactos en los círculos del poder, que en esta breve historia jugaron un papel decisivo, haciendo también todo lo que estaba a su alcance para esconder al Dr. Hopp, pero en Alemania no les resultó esta estrategia porque allí pudo más el poder de la Justicia alemana.
Al menos para Hopp su futuro es la cárcel donde deberá pasar cinco años a los cuales fue condenado por la justicia chilena hace seis años.
Así termina una historia. Wolfgang Knesse es otra vez un hombre libre y reflexiona: “Una de las razones por las que siempre he luchado por la verdad, es por el infierno que vivieron los niños en la colonia (foto arriba) y también por mí, porque yo no soy un ladrón ni un mentiroso», afirmó esta semana en Alemania.
Que lastima que todas estas barbaridades fueron escondidas por los dueños del poder de turno, de la misma forma que en Europa muchos Nazis murieron de viejos sin recibir siquiera orden de prisión por los daños causados a miles de familias.