El presidente francés Emmanuel Macron perdió diez puntos de apoyo –de 64% a 54%– en cien días de gobierno, “uno de los declives más espectaculares jamás registrado en ese lapso”, según el matutino derechista galo Le Figaro.

A Sarkozy le persiguió hasta el final su festejo del triunfo electoral en un hotel de lujo. A Hollande lo devastó su primer verano. A Macron, escándalos con secuencia ­judicial le privaron de cuatro mi­nistros. Entre ellos, el centrista François Bayrou y su hombre de confianza, Richard Ferrand, de ministro a presidente del grupo parlamentario en una semana. La prensa, excluida de un Elíseo que bajo Hollande le estaba permanentemente abierto, suma sus críticas a las de una múltiple oposición: derecha tradicional y ultras, socialismo e izquierda extrema.

Si se le reconoce, respecto de las promesas de la campaña electoral, leyes adoptadas –“a veces con fórceps”, matiza Libération– como la que finalmente se llamó de “confianza en la vida pública”, la desaparición de un punto fundamental, el que prohibía tareas de consejo de los parlamentarios para evitar conflictos de interés, redujo su alcance. Al día siguiente de su adopción, 60 diputados de Los Republicanos denunciaron la ley al Consejo Constitucional a causa de “la confusión total que reinaba en el hemiciclo en el momento de votar las enmiendas”. Se referían al desorden provocado por la falta de experiencia de gran parte de la bancada de La República en Marcha por las reiteradas ausencias de su presidente, Ferrand, hombre de confianza de Macron.