Para reflexionar y relacionar con los crímenes de la dictadura de Pinochet y el caso Punta Peuco en Chile (nota de la Redacción)
Oskar Gröning es un ex militar alemán nazi, tiene 96 años, pero la fiscalía de Hannover confirmó que deberá cumplir una pena de cuatro años de prisión, a pesar de su avanzada edad.
A diferencia de otros ex militares –cualquier semejanza es simple coincidencia-, Gröning admitió que fue cómplice del asesinato masivo de 300.000 judíos, en las cámaras de gas del campo de prisioneros de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial, hace más de 70 años.
Podría haber dicho “no es cierto pero no me acuerdo”, como alguna vez lo hizo Augusto Pinochet en Chile. En cambio, en una entrevista al diario Hannoverische Zeitung” a fines de 2014, afirmó: “Nunca he hallado la paz interior”.
Podría haberse declarado un demente senil, para quedar libre y morir en libertad como sucedió en Chile. En lugar de eso pidió perdón, admitió que cometió una falta moral y aceptó someterse a un examen médico sin ocultar su verdadero estado físico y mental. Los médicos determinaron que “su encarcelamiento es factible”, informó la fiscalía el martes pasado, por lo que el acusado sólo podrá recuperar su libertad después que cumpla 100 años de edad, si es que no muer en la cárcel.
Un millón y medio de judíos fueron asesinados por los soldados alemanes en el campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, donde Oscar Gröning llegó como contador para cumplir tareas administrativas, cuando tenía 20 años. El joven aceptó inicialmente el uso del gas para exterminar a los prisioneros, porque era “un instrumento para librar la guerra con métodos avanzados”. En las 87 páginas de las memorias que escribió y entregó a su familia, el ex militar relata que vio fusilamientos de niños que permanecían escondidos en el tren donde estaban las cámaras de gas.
Uno de sus recuerdos más dramáticos es el llantó de un bebé. El niño estaba oculto y envuelto en harapos. Su madre lo había dejado atrás, tal vez porque sabía que ella y otras prisioneras con sus niños eran llevadas a las cámaras de gas. “Vi a otro soldado de las SS agarrar al bebé por las piernas. El llanto lo había molestado. Golpeó la cabeza del bebé contra el lado de hierro de un camión hasta que se quedó en silencio”, recordaría en declaraciones que publicó el semanario “Der Spiegel” (El Espejo) en 2005.
Pidió entonces su traslado al frente de batalla, lejos del campo de concentración. Sus jefes rechazaron su solicitud y terminó adaptándose a cumplir las órdenes que recibía.
Cuando terminó la guerra en 1945, tras la derrota alemana, cayó prisionero de las fuerzas británicas hasta que en 1946 el joven Oskar volvió a Bremen, su ciudad natal. Se casó, tuvo dos hijos y trabajó en actividades comerciales.
En 1985, ya jubilado, tuvo una fuerte discusión con un miembro del club de filatelia al que pertenecía. Su interlocutor ponía en duda la existencia del holocausto y la muerte de 6 millones de judíos asesinados por las fuerzas nazis durante la guerra.También cuestionaba la matanza de los prisioneros en el campo de Auschwitz.
“Yo estaba allí, todo es verdad”, respondió Gröning, que a partir de ese incidente decidió revelar todo lo que sabía, a través de entrevistas con diferentes medios de la prensa europea.
“Yo vi todo: las cámaras de gas, las cremaciones, el proceso de selección. Un millón y medio de judíos fueron asesinados en Auschwitz. Yo estuve allí”, insistió en sus declaraciones.
“Para mí, no hay ninguna duda de que comparto una culpabilidad moral”, repitió el martes en el tribunal que confirmó los cuatro años de cárcel.
Cualquier semejanza con situaciones que usted conoce es la pura y cruda realidad.