Difícil se le ha puesto el camino del Brexit a los conservadores británicos, especialmente a la actual primera ministra Theresa May, que está más debilitada que cuando cayó el conservador David Cameron hace un año.

El que fuera el partido de la estabilidad ya no es así, porque con el Brexit están llevando al precipicio al Reino Unido. Según observadores europeos May ha perdido toda credibilidad especialmente por sus malos movimientos políticos.

Como si se tratara de un juego, se dedican a intrigar para dirimir quién es el próximo primer ministro. El espectáculo sería grotesco de no ser por el deterioro que ya se detecta en la calidad de vida de la gente.

La primera ministra británica, Theresa May, ha pedido este martes a sus ministros que cesen los ataques por la espalda y ha remarcado la necesidad de dar una imagen de “fuerza y unidad” en el país. Estas declaraciones se producen tras los últimos desacuerdos protagonizados por algunos miembros del partido y las críticas no cesan desde que perdió la mayoría absoluta en las pasadas elecciones generales.

Según el diario británico The Independent, May dio a sus colegas de partido un directo mensaje: “No más quejas, no más chismorreos, la opción soy yo o Jeremy Corbyn, y nadie le quiere a él”. Sus declaraciones se producen en un momento en el que el Gobierno afronta acusadas divisiones internas entre los partidarios de negociar con Bruselas un “brexit” -o salida del país de la Unión Europea- duro, fuera del mercado común, y los que abogan por mantener los acuerdos comerciales con el bloque comunitario. May ha pedido que cesen los ataques por la espalda.

Rafael Ramos corresponsal de La Vanguardia en Londres escribió que aparte de la discusión netamente partidaria-política interna, hay preocupación por la cuestión económica. “La inflación sube debido a la depreciación de la libra, mientras los salarios permanecen estancados. Ante la incertidumbre, algunas empresas se trasladan a París o Dublín, mientras la inmensa mayoría congela las inversiones. Muchos ciudadanos de la Unión Europea, en vista de la resistencia del Gobierno a reconocer sus actuales derechos, regresan a sus países o se van a otros más amistosos. Los hospitales se quedan sin enfermeras, los terratenientes sin nadie que recoja sus fresas, las familias de clase media sin canguros que cuiden de sus hijos, jardineros que recorten sus rosas, asistentes sociales que atiendan a sus abuelos. Desde exfuncionarios y diplomáticos hasta auditores y think tanks independientes advierten del desastre que se avecina. Pero nadie hace nada. El Brexit ha aumentado la histórica división entre los libertarios y los pragmáticos”.

El problema para May está dentro de su propio partido por el surgimiento de “separatistas” dentro de los conservadores. El ministro de economía, Philip Hammond, se ha erigido en el  timonel de la austeridad, la prudencia fiscal y la reducción del déficit, que era la posición de todos los conservadores hasta que se llevaron la sorpresa de  perder la mayoría absoluta en las elecciones el 8 de junio pasado. ¿A quién le echaron la culpa? A Theresa May y especialmente la culpan de que el país está ya harto de apretarse el cinturón y hay que empezar a aflojarlo, que es lo que promete el laborista Jeremy Corbyn.  Los ministrosde May reclaman millones para sanidad, educación, transporte, investigación o proyectos de infraestructuras, pero Hammond, como canciller del Exchequer  se empeña en priorizar el tema de la austeridad.

Y en fila esperan para cuando se agote políticamente May, los aspirantes conservadores al trono David Davis, Boris Johnson y p0recisamente también Philip Hammond, es último partidario de un Brexit lo más blando posible.

Paralelamente, David Davis, el ministro del Brexit y el personaje más poderoso del Gobierno, presume de tener aliados suficientes para dar un golpe cuando quiera.