Por Martín Poblete
El caso de Liu Xiaobo revela con fuerza el carácter totalitario de la dictadura imperante en China. El destacado activista democrático y defensor de los derechos humanos murió en una cárcel china a los sesenta y un años de edad (como informó oportunamente KRADIARIO), sometido a un virtual aislamiento durante seis años y su final fue el mar donde fueron lanzadas sus cenizas.
En 2009, fue encarcelado por su activismo democrático, al ejercer su derecho de petición a las autoridades pidiendo reconocer los derechos humanos fundamentales, así como los derechos de civiles y políticos; había iniciado una campaña para reunir firmas en apoyo a sus peticiones.
En 2010 le fue concedido el Premio Nóbel de la Paz; el gobierno chino le impidió viajar a recibirlo, asimismo le impidió viajar a recibir tratamiento para un cáncer hepático que lo afectaba.
En 2011 fue nuevamente encarcelado, sometiéndolo a un duro régimen carcelario, impidiéndole recibir visitas regulares de su esposa, eliminando toda forma de contacto con sus familiares, amigos y colegas, equivalente a tratos inhumanos y degradantes.
Al conocerse el agravamiento de su enfermedad, cáncer hepático, a comienzos del presente año, el gobierno chino por intermedio de sus servicios de seguridad del Estado, desplegó un ejército de censores por el Internet para eliminar la entrada a China de cualesquiera expresión de simpatía por Liu Xiaobo. Sus partidarios dijeron que el gobierno autoritario quiso así borrar permanentemente todo rastro del preso político más célebre de China.
Las cenizas fueron arrojadas al mar al mediodía del sábado, horas después de la cremación, dijo a la prensa un vocero municipal de Shenyang, en el noreste de China, donde murió Liu.
El hermano mayor de Liu, quien habló en una conferencia de prensa, agradeció al Partido Comunista y al gobierno por disponer el funeral de su hermano. Amigos de Liu consideran que su hermano, Liu Xiaoguang, nunca apoyó el activismo del premio Nobel.
Liu falleció el jueves de un fallo multiorgánico tras una batalla contra el cáncer de hígado mientras cumplía una condena de 11 años de prisión por incitación a subvertir el poder estatal.
La información distribuida por las autoridades, que incluyó imágenes del funeral, fue el último acto de una campaña de propaganda orquestada por el ejecutivo chino que buscaría acallar las críticas a Pekín por no dar un trato humanitario al caso de Liu.
Un video sobre la atención hospitalaria que recibió Liu, publicado el viernes en el cibersitio de la oficina judicial de la ciudad, parecía tener el mismo objetivo.
La esposa y otros familiares del preso político están fuertemente custodiados por las autoridades y siguen, en gran medida, sin tener contacto con el mundo exterior incluso tras el deceso de Liu.
Gobiernos de todo el mundo pidieron a Pekín que liberara a Liu Xia del estricto arresto domiciliario en el que vive desde hace años, a pesar de no haber sido condenada nunca por delito alguno (foto arriba una manifestación de despedida a Liu).
Las imágenes ofrecidas por las autoridades mostraron a la esposa de Liu, con gafas de sol oscuras, siendo consolada por su hermano durante la ceremonia celebrada en una funeraria. En las fotografías aparecen también los hermanos del activista y sus esposas. El cuerpo de Liu yacía en un féretro abierto en el centro de la sala, rodeados de centros de flores blancas.
Una pancarta negra colgada de la pared decía «Funeral del sr. Liu Xiaobo» en caracteres chinos blancos. El cartel estaba encima de una foto enmarcada del disidente.
Según el comunicado emitido por el gobierno, la ceremonia se celebró a las 06:30 de la mañana y en ella sonó el Réquiem de Mozart. El cuerpo fue incinerado poco después.
A mediodía, los familiares arrojaron las cenizas del activista al mar, dijo un vocero de la ciudad (foto de portada).
De acuerdo con la información gubernamental, al acto acudieron amigos de la pareja, una afirmación cuestionada por personas con una larga y estrecha relación con Liu.
En las imágenes oficiales, ninguno de los que estaban de pie junto al ataúd podían identificarse como conocidos del activista, explicó Mo Zhixu, un escritor disidente amigo del fallecido.
«Ninguno de sus amigos de verdad estuvo ahí», señaló Mo en una conversación telefónica, añadiendo que creía que los hombres de complexión fuerte que aparecen en las fotografías parecían agentes de seguridad que controlaban a la esposa de Liu. «Esto es todo una gran representación”.
«Este régimen lleva mucho tiempo actuando sin humanidad, por eso le negó siquiera un minuto de libertad antes de morir. No tengo nada que decir más que que estoy extremadamente enojado”, señaló Mo.
Por su parte, el disidente Hu Jia, amigo de la familia, dijo que “el gobierno piensa que de esta manera puede destruir el cuerpo y eliminar todos los rastros”.
“Después de todo, es un premio Nobel y murió siendo suprimido por las autoridades”, dijo Hu vía telefónica. “Las autoridades temen que una tumba sería un punto de reunión para rendirle homenajes que podrían convertirse fácilmente en protestas”.
En Shenyang, un portavoz de la oficina de información municipal dijo en una reunión informativa que las autoridades están protegiendo los intereses de Liu Xia e insistió en su libertad.
«Hasta donde yo sé, Liu Xia es libre. Pero acaba de perder a un familiar y está profundamente apenada”, explicó el vocero, Zhang Qingyang. «Tras el deceso de Liu Xiaobo, dejen que Liu Xia atienda sus asuntos e intenten mantenerla alejada de interferencias externas».
Liu fue el segundo Premio Nobel de la Paz que fallece en prisión, un hecho destacado por grupos de derechos humanos para señalar la actitud cada vez más dura del partido gobernante con sus críticos. El primero, Carl von Ossietzky, murió por tuberculosis en la Alemania de 1938 mientras purgaba una condena por oponerse al régimen nazi de Adolf Hitler.
Liu se volvió una personalidad prominente luego de las manifestaciones por la democracia en la Plaza Tienanmen de Pekín, que consideró un “gran punto de inflexión” en su vida.
Era profesor visitante en la Universidad de Columbia en Nueva York, pero regresó a China en mayo de 1989 para sumarse al movimiento que se extendía por el país y que el Partido Comunista consideraba un peligro grave para su régimen.