La columna del editor

Las elecciones primarias chilenas no fueron en el fondo ninguna novedad, porque el resultado fue más o menos el que se esperaba. La reafirmación del neoliberalismo vuelve en gloria y majestad  y si la derecha triunfa en las elecciones de noviembre serán otra vez cuatro años en que los empresarios y quienes manejan los mercados y el gran capital,  estarán nuevamente  a salvo de todo mayor riesgo. Para ellos el terreno estará libre y así poder prepararse para el siempre «futuro incierto» que representa el retorno de nuevos años de socialismo o en forma más suave,  socialdemócrata o  de centroizquierda.

Esto es así, porque la política se manifiesta en ciclos que vuelven y se van. Cuatro años de gobierno de una determinada orientación conllevan a abrirle nuevamente la puerta al ciclo contrario, a una derecha más capitalista  o a  una socialdemocracia, también capitalista, pero más llana a buscar la igualdad económica de una población tan sufrida históricamente como la chilena, al menos es esto lo que proclama.

Precisamente por esta cosa cíclica, la responsabilidad de la Presidenta Michelle Bachelet es realmente potente, porque  en el actual ciclo de cuatro años no solamente hubo un decaimiento económico, sino que ninguno de los males chilenos más cruciales tuvo una señal de mejoría. La reforma constitucional ha sido una risa, la fiscal también y con respecto a la educacional,   está aún por verse lo que ocurrirá o en que terminará la tan publicitada gratuidad. Ninguno de estos tres pilares fundamentales de su programa tuvo cambios concretos y claros ni siquiera señales  de que en un corto plazo podría llegarse a alguna solución.  Contrariamente surgieron problemas viejos pero que se actualizaron como nuevos  por agotamiento y el cansancio popular,  como las jubilaciones, la salud, el ingreso mínimo, el transporte, la deteriorada tercera edad, la energía cara y mala, los institucionales, como el Sename, y la delincuencia.

Después de cuatro años con Sebastián Piñera en La Moneda llegó una Bachelet exitosa tras su trabajo brillante en la ONU Mujer y con una imagen positiva de entre 70 y 80 por ciento. Su equipo político y de trabajo del primer momento fue, sin embargo, un verdadero desastre al punto que su nuevo mandato, utilizando la teoría de los ciclos políticos,  fue  proclamado como refundacional al punto que los principales liderazgos de la Nueva Mayoría repitieron esta idea con insistencia y fueron aún más allá todavía como fue el senador Jaime Quintana (PPD), quien hablo de la «retroexcavadora» que asustó a muchos capitalistas  extranjeros que se proyectaban invirtiendo en Chile.

El resultado fue evidente en un corto plazo, aparte  surgió el caso Caval que implicó directamente a la Presidenta a través de su hijo y su nuera, como también el escándalo por el financiamiento de la política que dejaron al descubierto las donaciones realizadas por el ex yerno del dictador Augusto Pinochet a varios bacheletistas a través de la empresa SQM, controlada por Julio Ponce Lerou, hechos que en ningún caso liberaron a sectores de la derecha, comprometidos de otro modo y otros caminos,  como han sido el caso Penta y distintas colusiones de precios (el caso del Papel de la empresa Matte Larraín).

Cada vez que en Chile cambia el ciclo político  se habla de la construcción de  “otro modelo” que reemplace al actual, pero el neoliberalismo, ya sea con la izquierda o la derecha, sigue incólume.

Así en  los distintos ciclos se habla siempre, y lo resaltan los políticos como tema central: el combate de las profundas desigualdades existentes en el país. Bachelet dijo que resolvería este mal justamente a través de sus tres grandes reformas: tributaria, educacional y constitucional, lo que, como ya vimos, ha sido una falacia. Antes fue Piñera quien habló del “fin de la puerta giratoria” en materia de delincuencia, tema con el cual tampoco pasó nada.

Durante este segundo mandato bacheletista se hicieron desde un comienzo una serie de anuncios y se formaron comisiones para cada uno de los temas de sus reformas, pero luego vino el trabajo más serio de los proyectos de ley que se desarrolló a  medias o mal, creándole al país mayores problemas que soluciones.

Aunque la Presidenta sea una persona de grandes ideas y cualidades, dotada de un espíritu de querer realmente mejorar la calidad de vida de los chilenos y muy consciente de los más graves problemas que tiene el país, el resultado, principalmente por efecto de los malos colaboradores, ha sido desilusionante.

Piñera surje nuevamente, para muchos, como una carta de solución. La derecha se hace otra vez fuerte a pesar de los escándalos y las malas prácticas y de las promesas no cumplidas de muchos de sus representantes. Pero es el cambio de ciclo que se producirá en Chile en marzo de 2018. Ya se respira y se confirma en la Bolsa de Comercio de Santiago, donde desde comienzos de año se espera una «solución piñerista»,  lo que, según observadores, hizo subir el mercado en un 14 por ciento en este primer semestre.

Quizá la cosa cíclica en Chile podría desviarse o retardarse ahora mismo si se consiguiera reestructurar una nueva alianza de centroizquierda entre  la actual Nueva Mayoría (sin el Partido Comunista), el Frente Amplio y la Democracia Cristiana. La cabeza de esta alianza, como candidato, no podría ser otro, en estos momentos, que  no fuera Alejandro Guillier, no por la calidad de su liderazgo sino porque no habría ya tiempo para entrar en conversaciones con otros potenciales postulantes a la Presidencia, Sin embargo, su éxito sería dudoso,  especialmente por sus recientes desafortunadas intervenciones, quizá la más grave fue su llamado  el domingo “a no ir a votar, ver el partido de Chile con Alemania y luego dormir la siesta” (en la elección no participaba la Nueva Mayoría). El nombre de otro postulante,  que por lo demás siempre ha sido candidato,  es el del ex Presidente Ricardo Lagos, quien  fuera desplazado recientemente por su propio Partido Socialista encabezado ahora por uno de los ex estrechos  asesores de Bachelet, el ex vocero de La Moneda Alvaro Elizalde. Lagos es el único o uno de los pocos que podría hacerle realmente el peso a Piñera, a pesar de su arrogancia que es rechazada por muchos.

Al final de cuentas después de la derecha y la nueva Mayoría, sigue en competencia el Frente Amplio que no le da el ancho, al menos por ahora, porque no le dan los números y por el desconocimiento que reina en el gran público elector frente a su programa y a las dudas sobre en qué medida sus propuestas pueden llegar a beneficiar a los chilenos. Mayol en la franja electoral habló de un tren rápido que cruzará Chile a lo largo, de norte a sur, pero la pregunta es si este proyecto tiene verdadera prioridad o es prudente mencionarlo ahora frente a los numerosos problemas sociales y ciudadanos que tiene actualmente el país.

A su lado está la ganadora de la primaria, con una votación relativamente modesta,  Beatriz Sánchez, muy carismática y que tiene soluciones para todos los problemas pero que hasta ahora no ha explicado el cómo de las soluciones.

No hay que olvidar que los próximos años van a ser más difíciles para gobernar porque las exigencias de la gente se van a endurecer  y no hay que olvidar que en Chile, en los últimos años, la voz de la calle ha sido un elemento importante para que los políticos asuman y busquen las soluciones más acertadas.

Es el ciclo de la política o ¿de la calle que no cambia?, como usted quiera.