Por Jessika Krohne (*)

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Con los años, el mundo ha cambiado, el ser humano ha cambiado. Se transita por una era donde todo ocurre rápido y aceleradamente, incluso las relaciones interpersonales. Uno no se detiene en los sentimientos, sino que avanza en esta vida dentro de este mundo ficticio, competitivo y desechable. Este cambio en la sociedad ha traído varias dificultades en las relaciones de pareja y en la calidad de vida de las personas. Esta nueva forma de hacer pareja también ha traído como consecuencia que los matrimonios duren muy pocos y las parejas se separen por un problema que podría tener solución.

Estas transformaciones de las relaciones interpersonales han ocurrido paulatinamente. Si comparamos con la vida en tiempos pasados, matrimonio y amor no iban precisamente tomados de la mano, pues los vínculos estables se apoyaban, con firmeza, en gruesos pilares económicos, políticos, religiosos y sociales. Las elecciones de las parejas lo hacían los padres y no la pareja.

Si hacemos un repaso en la historia, podemos observar que, en la antigüedad, para los varones griegos y romanos, el matrimonio seguía siendo un espacio para la reproducción, la crianza, preservación de las riquezas y procurarse de las necesidades básicas. Estaban realmente muy lejanos a la expectativa de encontrar pasión y amor en la pareja. Para la búsqueda del placer erótico, en la Grecia clásica, estaban las cor

tesanas, las esclavas, las concubinas, a lo cual se deben agregar las relaciones homosexuales de los hombres mayores con jóvenes adolescentes, teniendo estas relaciones alguna semejanza con el enamoramiento de la pareja como hoy lo conocemos.

Como los partos implicaban un riesgo, las relaciones sexuales en el matrimonio se limitaban a la procreación. Las mujeres griegas eran casadas antes de los catorce años y recién pasados los veinte, habiendo entregado varios hijos al mundo, finalizaban su vida sexual. En sociedades donde las mujeres, casi sin excepción, eran consideradas seres inferiores, enamorarse de una mujer era someterse a un subalterno y, en consecuencia, era para un hombre descender moralmente. El surgimiento del cristianismo, presentado como una religión del amor, trajo una nueva visión sobre este y, en consecuencia, sobre la pareja. San Pablo planteó que el hombre y la mujer deben quererse como Cristo ama a su iglesia. Si bien no se altera la visión de inferioridad de la mujer, al menos considera a dos personas en condición de mayor igualdad y unidos por sentimientos recíprocos. Pero al identificar el placer sexual con el pecado, y proscribirlo del matrimonio, deja afuera de las relaciones conyugales el amor pasión como hoy se entiende.

Durante la edad media, la mujer seguía siendo un ser inferior. El asesinato de una mujer no significaba una pena muy grande. Pegarle a una mujer estaba totalmente permitido. La edad media temprana veía a la mujer como propiedad del hombre, era derecho de cada hombre poder violar a una mujer que veía en la calle sola. En un juicio una mujer no tenía ninguna posibilidad y tenía que ser siempre representada por su marido. La prostitución era una obviedad y se legalizó en distintas partes.

En la aristocracia, el matrimonio era un asunto de alianzas para cuidar los bienes y por eso se acordaba con los padres y ellos decidían con quien casa a sus hijos. En esa época se puede observar el amor romántico entre un hombre y una mujer que sabían que su unión nunca se iba a consumar por pertenecer a diferentes clases o situaciones. Esos amores permanecían en la clandestinidad sin evolucionar más allá del romanticismo.

Con la revolución industrial, el amor se dignifico y se volvió más respetable. La mujer adquirió un rol más relevante en la sociedad y empezó a adquirir lentamente más derechos.

El amor romántico llegó a su apogeo en las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX. Los hippies con su lema ―Paz y amor‖, Los Beatles y el flower power sembraron la esperanza de un mundo en que el amor romántico y la belleza predominarían en nuestro futuro. El invento de la píldora anticonceptiva le dio a la mujer una libertad en cuanto a sus roles de madre y dueña de casa, hasta entonces desconocida. Por último, la incorporación de la mujer al mundo laboral ha significado uno de los cambios más revolucionarios en la vida de la mujer y las parejas. Este cambio crea en la mujer y el hombre un nuevo tipo de conflicto antes desconocido lo que conlleva la equidad de roles y la competencia. Con estos cambios, el amor romántico se ha extinguido y el hombre y la mujer parecieran estar más preocupados del éxito, el consumo y el placer individual más que de formar una relación de pareja estable y duradera. Esa es la transformación a la era posmoderna.

Fuente: Redactor  Francisco León de Zankyou Weddings/Publicación de Magazine de Perú , editada por María García Muñoz –  http://www.zankyou.cl/